2006-11-01 15:16:54

Benedicto XVI dedica la homilía de hoy a los santos, invitando a imitar “su luminoso ejemplo que despierta en nosotros el gran deseo de ser como ellos: felices de vivir junto a Dios”


Miércoles, 1 nov (RV).- Benedicto XVI ha comenzado la homilía de la Santa Misa que ha celebrado a las diez de la mañana en la Basílica de san Pedro, recordando que “los santos no son una exigua casta de elegidos, sino una multitud sin número, hacia la cual la liturgia de hoy nos exhorta a levantar la mirada. En esta multitud no solo están representados los santos oficialmente reconocidos, sino los bautizados de todas las épocas y naciones, que han intentado cumplir con amor y fidelidad la voluntad divina”.

El Papa ha proseguido su homilía señalando que en la historia de la salvación “no faltan hijos reacios e incluso rebeldes, pero es en los santos en los que la Iglesia reconoce sus rasgos característicos”. En la primera lectura, el autor del Apocalipsis los describe “como una multitud inmensa que nadie puede contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua. Un pueblo que comprende los santos del Antiguo Testamento desde el justo Abel y el fiel Patriarca Abraham, a los del Nuevo Testamento, a los numerosos mártires del inicio del cristianismo y a los beatos y santos de los siglos sucesivos, hasta los testigos de Cristo de nuestra época. Todos tienen en común la voluntad de encarnar en sus existencias el Evangelio”.

“Nuestros santos no necesitan de nuestros honores y nada les llega a ellos con nuestro culto”. Son palabras de la famosa homilía de san Bernardo citadas por el Papa, hablando del significado de la solemnidad de hoy. “El luminoso ejemplo de los santos despierta en nosotros el gran deseo de ser como ellos, felices de vivir junto a Dios, en Su Luz, en la gran familia de los amigos de Dios –ha recordado Benedicto XVI- Ser santo significa vivir en la cercanía de Dios, vivir en su familia, y esta es la vocación de todos nosotros, confirmada con vigor por el Concilio Vaticano II”.

Pero para ser santos, ha recordado el Papa, no es necesario cumplir acciones y obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales: es necesario simplemente “servir” a Jesús, escucharlo y seguirlo sin desfallecer ante las dificultades. Quién se fía de Él y lo ama con sinceridad, acepta morir así mismo. La experiencia de la iglesia demuestra que cualquier forma de santidad, aún siguiendo vías diferentes, pasa siempre por el camino de la Cruz. Pero la historia muestra que no existe obstáculo y dificultad que pueda detener el camino del cristiano empeñado en seguir las huellas de Cristo.

Los nombres de los santos están inscritos en el Libro de la Vida; su eterna demora es el Paraíso. El ejemplo de los santos es para nosotros un acicate para seguir las mismas huellas para experimentar la alegría de quién se fía de Dios, ya que la única y verdadera causa de tristeza y de infelicidad para el hombre es vivir lejos de Él. La santidad sin embargo exige un esfuerzo constante, ha afirmado el Papa, pero es posible que todos la alcancen, ya que más que obra del hombre es un don Dios, poque es Dios el primero en amarnos y en Jesús nos ha hecho sus hijos adoptivos. En nuestra vida todo es don de su amor. “¿Cómo permanecer indiferentes ante un misterio grande como este? ¿Cómo no responder al amor del Padre Celestial con una vida de hijos agradecidos?”, se ha preguntado el Santo Padre.

En Cristo se ha manifestado y comunicado su eterna y perfecta santidad que nos llama a una relación personal y profunda con Él. Cuanto más imitamos a Jesús más entramos en el misterio de la santidad divina. Ante la grandeza del don recibido, es normal que advirtamos la pobreza de nuestros medios. Aunque nos consuela la certeza de que Dios nos ha elegido, nos ha querido en el mundo para que fuéramos santos.

El camino que conduce a la santidad está iluminado por el camino de las Bienaventuranzas. Con las Bienaventuranzas Jesús nos indica como seguirlo e imitarlo. En la medida en la que acojamos su propuesta y nos pongamos a seguirle, también nosotros podremos participar de su Beatitud. “Con Él, lo imposible es posible, y hasta un camello puede pasar por el ojo de la aguja con su ayuda –ha finalizado el Pontífice- Sólo con su ayuda se nos ha dado el ser perfectos, como es perfecto el Padre celestial”.








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