Benedicto XVI dedica la homilía de hoy a los santos, invitando a imitar “su luminoso
ejemplo que despierta en nosotros el gran deseo de ser como ellos: felices de vivir
junto a Dios”
Miércoles, 1 nov (RV).- Benedicto XVI ha comenzado la homilía de la Santa Misa que
ha celebrado a las diez de la mañana en la Basílica de san Pedro, recordando que “los
santos no son una exigua casta de elegidos, sino una multitud sin número, hacia la
cual la liturgia de hoy nos exhorta a levantar la mirada. En esta multitud no solo
están representados los santos oficialmente reconocidos, sino los bautizados de todas
las épocas y naciones, que han intentado cumplir con amor y fidelidad la voluntad
divina”.
El Papa ha proseguido su homilía señalando que en la historia de
la salvación “no faltan hijos reacios e incluso rebeldes, pero es en los santos en
los que la Iglesia reconoce sus rasgos característicos”. En la primera lectura, el
autor del Apocalipsis los describe “como una multitud inmensa que nadie puede contar,
de toda nación, raza, pueblo y lengua. Un pueblo que comprende los santos del Antiguo
Testamento desde el justo Abel y el fiel Patriarca Abraham, a los del Nuevo Testamento,
a los numerosos mártires del inicio del cristianismo y a los beatos y santos de los
siglos sucesivos, hasta los testigos de Cristo de nuestra época. Todos tienen en común
la voluntad de encarnar en sus existencias el Evangelio”.
“Nuestros santos
no necesitan de nuestros honores y nada les llega a ellos con nuestro culto”. Son
palabras de la famosa homilía de san Bernardo citadas por el Papa, hablando del significado
de la solemnidad de hoy. “El luminoso ejemplo de los santos despierta en nosotros
el gran deseo de ser como ellos, felices de vivir junto a Dios, en Su Luz, en la gran
familia de los amigos de Dios –ha recordado Benedicto XVI- Ser santo significa vivir
en la cercanía de Dios, vivir en su familia, y esta es la vocación de todos nosotros,
confirmada con vigor por el Concilio Vaticano II”.
Pero para ser santos, ha
recordado el Papa, no es necesario cumplir acciones y obras extraordinarias, ni poseer
carismas excepcionales: es necesario simplemente “servir” a Jesús, escucharlo y seguirlo
sin desfallecer ante las dificultades. Quién se fía de Él y lo ama con sinceridad,
acepta morir así mismo. La experiencia de la iglesia demuestra que cualquier forma
de santidad, aún siguiendo vías diferentes, pasa siempre por el camino de la Cruz.
Pero la historia muestra que no existe obstáculo y dificultad que pueda detener el
camino del cristiano empeñado en seguir las huellas de Cristo.
Los nombres
de los santos están inscritos en el Libro de la Vida; su eterna demora es el Paraíso.
El ejemplo de los santos es para nosotros un acicate para seguir las mismas huellas
para experimentar la alegría de quién se fía de Dios, ya que la única y verdadera
causa de tristeza y de infelicidad para el hombre es vivir lejos de Él. La santidad
sin embargo exige un esfuerzo constante, ha afirmado el Papa, pero es posible que
todos la alcancen, ya que más que obra del hombre es un don Dios, poque es Dios el
primero en amarnos y en Jesús nos ha hecho sus hijos adoptivos. En nuestra vida todo
es don de su amor. “¿Cómo permanecer indiferentes ante un misterio grande como este?
¿Cómo no responder al amor del Padre Celestial con una vida de hijos agradecidos?”,
se ha preguntado el Santo Padre.
En Cristo se ha manifestado y comunicado su
eterna y perfecta santidad que nos llama a una relación personal y profunda con Él.
Cuanto más imitamos a Jesús más entramos en el misterio de la santidad divina. Ante
la grandeza del don recibido, es normal que advirtamos la pobreza de nuestros medios.
Aunque nos consuela la certeza de que Dios nos ha elegido, nos ha querido en el mundo
para que fuéramos santos.
El camino que conduce a la santidad está iluminado
por el camino de las Bienaventuranzas. Con las Bienaventuranzas Jesús nos indica como
seguirlo e imitarlo. En la medida en la que acojamos su propuesta y nos pongamos a
seguirle, también nosotros podremos participar de su Beatitud. “Con Él, lo imposible
es posible, y hasta un camello puede pasar por el ojo de la aguja con su ayuda –ha
finalizado el Pontífice- Sólo con su ayuda se nos ha dado el ser perfectos, como es
perfecto el Padre celestial”.