Inauguración del Año Académico del Instituto Católico de París
Viernes, 6 oct.- “La luz del Evangelio es todavía el principal motor para el desarrollo
humano, no sólo de las relaciones personales y sociales, sino también a nivel internacional
y mundial”. Esta es la convicción expresada por el presidente del Consejo Pontificio
Justicia y Paz, cardenal Martino, durante la inauguración, esta semana, del Año Académico
del Instituto Católico de París.
En su intervención ante la Facultad de Ciencias
Sociales, el purpurado trató el tema de las “Lecturas e interpretaciones de las relaciones
internacionales contemporáneas” a la luz de la doctrina social de la Iglesia. Refiriéndose,
en concreto, al Compendio de la doctrina social de la Iglesia, el cardenal Martino
recordó los cuatro principios fundamentales: dignidad y libertad del ser humano, bien
común, subsidiariedad y solidaridad. En este contexto el purpurado se detuvo en tres
conceptos innovativos de tal doctrina haciendo referencias particulares al actual
panorama internacional.
En primer lugar el presidente de “Justicia y Paz” abordó
el concepto de ciudadanía mundial, que viene antes de cualquier otra ciudadanía legal
o nacional y constituye un patrimonio de derechos y deberes de cada persona en función
de su simple pertenencia a la familia humana. Para el cardenal Martino, la condena
del racismo, la tutela de las minorías, la asistencia a los prófugos y refugiados,
la movilización de la solidaridad internacional en favor de los necesitados, independientemente
del hecho de que sean o no ciudadanos de un Estado, son ejemplos de aplicación del
principio de la ciudadanía mundial.
También se refirió el purpurado al capital
social global, entendido como la confianza recíproca, la colaboración, la solidaridad,
compartir los valores comunes y la reciprocidad en las relaciones, que constituyen
el principal recurso de una comunidad. El presidente de Justicia y Paz sostuvo que
el concepto de capital social se tiene que extender a nivel global como el principal
recurso de la comunidad mundial.
En este sentido el purpurado citó como ejemplos
la Corte Penal Internacional, el proceso de consolidación de un derecho europeo, los
numerosos casos de leyes de un Estado que adquieren valor en otra nación, normas y
sanciones impuestas por los Organismos internacionales, el aumento de Tratados firmados
por muchos estados. Todos ellos ejemplos de un recorrido que sostiene y se dirige
hacia una colaboración regulada por el derecho y orientada al bien común.
Finalmente
el cardenal corroboró de forma especial la necesidad de una autoridad política mundial,
porque ningún poder nacional, por fuerte que sea, puede poner sólo las bases para
la paz mundial y el bien común universal. No se trata de escribir la constitución
de un super-estado mundial o de interpretar erróneamente el papel de la ONU en este
sentido. Para el purpurado se trata de continuar profundizando en un proceso de construcción
participativa de niveles trasparentes y subsidiarios de autoridad.