El Papa pone de relieve el verdadero significado de las palabras y del silencio en
su homilía a la Comisión Teológica Internacional
Viernes, 6 oct (RV).- Benedicto XVI ha concelebrado, a primera hora de esta mañana,
la Santa Misa en la capilla Redemptoris Mater del Vaticano con los miembros de la
Comisión Teológica Internacional. Improvisando unas palabras durante su homilía el
Papa ha hecho una meditación sobre la misión de san Bruno, cuya memoria litúrgica
la Iglesia recuerda hoy.
“La misión de san Bruno de Calabria fue el silencio
y la contemplación”, ha recordado el Papa, añadiendo que “el silencio y la contemplación
tienen un objetivo: sirven para conservar, en la dispersión de la vida cotidiana,
una permanente unión con Dios”. Según ha proseguido el Obispo de Roma “el objetivo
es que siempre en nuestra alma la unión con Dios esté presente y trasforme todo nuestro
ser”.
El Papa ha proseguido poniendo de relieve que “la vocación del teólogo
es hablar. Ésta es su misión en un tiempo locuaz como el nuestro en que la inflación
de las palabras, tiene que hacer presentes palabras esenciales”.
“¿Pero cómo
podremos hacer posible esto, sino es a través de un proceso de purificación de nuestro
pensamiento, que sobre todo debe ser también un proceso de purificación de nuestras
palabras?”, “¿Cómo podremos conocer el mundo y a nosotros mismos, sin entrar en el
silencio de Dios, del que procede su palabra?, se ha preguntado el Pontífice.
Para
la purificación de nuestras palabras, y por tanto para la purificación de las palabras
del mundo, el Santo Padre señala que antes tenemos la necesidad de aquel silencio
que se convierte en contemplación y nos hace entrar en el silencio de Dios.
Santo
Tomás de Aquino dice que en la teología, Dios no es el objeto de quien hablamos sino
el sujeto mismo de la teología, y por tanto, nuestro hablar y nuestro pensar deberían
servir solo para que pueda ser escuchada la Palabra de Dios. Benedicto XVI ha invitado
a seguir este camino de la renuncia de nuestras palabras, y su purificación para que
“nuestras palabras sean sólo instrumento para que pueda hablar Dios, y sea Dios realmente
el sujeto de la teología”.
El Papa ha recordado también la primera carta de
San Pedro: “castificantes animas nostras in obedientia veritatis”… Ésta es la virtud
fundamental del teólogo, esta disciplina dura, de la obediencia a la verdad que nos
hace colaboradores de la verdad, para que no seamos nosotros los que hablemos en este
río de palabras de hoy sino que, purificados, y castificados en la obediencia a la
verdad, sea la verdad la que hable en nosotros y nosotros podamos ser realmente sólo
portadores de la verdad.
Finalmente, el Pontífice ha mencionado a san Ignacio
de Antioquia cuando decía que: “quien entiende las palabras del Señor, entiende su
silencio, porque el Señor va conocido por su silencio”. Es decir, “el análisis de
las palabras de Jesús llega hasta un cierto punto -ha dicho el Papa- pero sólo cuando
llegamos al silencio del Señor, a su ser con el Padre, del cual provienen las palabras,
podemos realmente empezar a entender la profundidad de estas palabras. Ante la verdadera
grandeza de Dios todo nuestro hablar es sólo pobreza…pobreza porque nuestras palabras
son demasiado pequeñas”.