ONU: el arzobispo Lajolo destaca la necesidad promover la libertad religiosa para
desarmar a los extremistas
Jueves, 28 sep (RV).- El compromiso de Benedicto XVI en favor del diálogo; el mundo
de hoy y la ideología del poder; los viejos y nuevos desafíos de Naciones Unidas;
el desarrollo camino para la paz; los derechos humanos, pilares para la paz y el diálogo
entre las religiones, centraron la intervención, ayer, del presidente del Gobernatorato
de la Ciudad del Vaticano, el Arzobispo Giovanni Lajolo, ante la Asamblea General
de la ONU.
Mons. Lajolo destacó el inquebrantable compromiso de Benedicto XVI
en el impulso inequívoco del diálogo interreligioso e intercultural, recordando que,
el pasado miércoles 20 de septiembre, el Papa reiteró su esperanza de que sus palabras
en la Universidad de Ratisbona pudiera «ser un nuevo impulso y estímulo para el diálogo
positivo y también autocrítico, tanto entre las religiones como entre la razón moderna
y la fe de los cristianos».
Haciendo hincapié en el pesar del Papa ante la
mala interpretación de algunas partes de su discurso a los universitarios de Baviera,
Mons. Lajolo puso de relieve - que como el mismo Pontífice había aclarado - la verdadera
intención del Santo Padre era la de reiterar que «nunca se puede unir la religión
a la violencia, y que las que sí deben caminar juntas son la religión y la razón.
Ello en el contexto de una visión crítica de una sociedad que procura excluir a Dios
de la vida pública».
El presidente del Gobernatorato de la Ciudad del Vaticano,
se refirió asimismo a las palabras de Benedicto XVI al recibir a los embajadores de
los países de mayoría musulmana acreditados ante la Santa Sede. Encuentro en el que
el Santo Padre hizo hincapié en que «las lecciones del pasado deben ayudarnos a buscar
los caminos de reconciliación, para vivir en el respeto de la identidad y la libertad
de cada individuo, y colaborando en favor del verdadero y fructuoso servicio por el
bien de toda la humanidad. Sin olvidar que el diálogo requiere «reciprocidad en todos
los campos, sobre todo en lo que concierne a las libertades fundamentales, en particular,
a la libertad religiosa».
En este contexto, Mons. Lajolo recordó la necesidad
de rechazar firmemente cualquier justificación religiosa de la violencia, provenga
de donde provenga, teniendo en cuenta, al mismo tiempo que no se puede prescindir
ni olvidar la verdadera contribución de la visión religiosa del mundo y de humanidad.
Pues, como el mismo Papa ha recordado el permanecer sordos ante lo divino y relegar
a la religión en el ámbito de subculturas, provocaría automáticamente reacciones violentas,
que son siempre una falsificación de la religión verdadera. El anhelo del Santo Padre
es el de dar una aportación decisiva al diálogo entre las culturas, ayudando a abrir
el pensamiento occidental a la riqueza del patrimonio de todas las religiones.
El
Arzobispo Giovanni Lajolo destacó también ante la ONU la necesidad de que todas las
partes interesadas – la sociedad civil y los responsables de los estados - «promuevan
la libertad religiosa y una sana tolerancia social capaces de desarmar a los extremistas
antes de que éstos puedan emponzoñar con el odio la vida y la libertad de los demás».
Tarea esta que «será una contribución significativa para impulsar la paz entre los
pueblos, porque la paz puede nacer sólo de los corazones de los seres humanos».
Ante
la cínica explotación de la religión con fines políticos, Mons. Lajolo insistió en
que la religión es una fuerza vital para impulsar el bien, la armonía y la paz entre
los pueblos. Evocando las oraciones por la paz convocadas por Juan Pablo II y sus
exhortaciones a los líderes religiosos a ser testimonios de paz - también durante
la guerra de Bosnia y las trágicas consecuencias de los bárbaros atentados terroristas
del 11 de septiembre en Nueva York y Washington - el prelado recordó la reciente convocación,
por parte de Benedicto XVI, de una jornada de oración y penitencia, para implorar
de Dios el don de la paz en Tierra Santa y Oriente Medio.
Mons. Lajolo insistió
en que las religiones del mundo, sus líderes y sus seguidores, deben ser testimonios
de verdadera voluntad de diálogo, promoviendo también la armonía entre los pueblos.
Juntas, las religiones deben ofrecer al mundo un verdadero ejemplo de servicio y diálogo
sincero, analizando también de forma autocrítica las estancias sociales, políticas
y económicas.
Mons. Lajolo comenzó su intervención, señalando que se debe
trabajar sin desmayo para superar las divisiones que se presentan en el mundo de
hoy, por razones de cultura, fe, desarrollo y afán de poder. Divisiones que ponen
a dura prueba los esfuerzos de la Organización de las Naciones Unidas y de la comunidad
internacional para mantener la paz, como ha demostrado trágicamente el reciente conflicto
entre Israel y Hizbulá.
Tras destacar los peligros que se derivan de las acciones
de los grupos terroristas, Mons. Lajolo se refirió también a la amenaza contra la
humanidad que representan las armas nucleares. En este contexto, el presidente del
Gobernatorato de la Ciudad del Vaticano recordó que en la actualidad ocho países –
y son muchos más los que lo están intentado – poseen armas nucleares capaces de destruir
nuestro planeta. Ante este panorama, Mons. Lajolo destacó la situación de estancamiento
en que se encuentra el Tratado de No-proliferación de Armas Nucleares y el Tratado
de prohibición de estas mismas armas.
Analizando los viejos y nuevos desafíos
que tiene ante sí la ONU, Mons. Lajolo reiteró la necesidad de que esta Organización
impulse la reforma de sus organismos para impulsar a su vez la construcción de la
paz y la tutela de los derechos humanos de los pueblos. Puesto que demasiado a menudo
las poblaciones civiles acaban siendo víctimas indefensas, cuyos inalienables derechos
humanos son violados. Como demuestran los gravísimos y trágicos ejemplos que se han
visto en Europa, Asia y África.
Haciendo hincapié en la apremiante necesidad
de impulsar el desarrollo integral de los pueblos, desarraigando la pobreza e impulsando
la justicia, Mons. Lajolo puso de relieve asimismo que los derechos humanos son pilares
de la paz. Entre ellos, el presidente del Gobernatorato de la Ciudad del Vaticano
destacó el derecho a la vida, el derecho a la libertad religiosa el de pensamiento
y expresión.