Escuchar el programa Viernes, 8 sep
(RV).- Nuestro tema de hoy tiene que ver con los duelos, las ausencias, las despedidas,
las separaciones y la manera como emocionalmente procesamos esos momentos difíciles,
que sin duda alguna siempre nos conducen a otros inicios, a nuevas etapas y renacimientos.
No
hay despedidas fáciles ni ciclos que puedan cerrarse sin pasar por esa dosis de sabiduría
que propone el dolor. A veces se trata sólo de pequeños adioses que no conllevan
más que una distancia corta y un rápido reencuentro. Otras veces en un “hasta luego”
se comprometen los años, casi una vida, y en otras ocasiones aún sin despedidas las
separaciones son definitivas. Son despedidas que ponen a circular las tristezas, los
miedos al abandono y la frialdad que caracteriza la soledad. Grande o pequeño, el
dolor en estos casos es inevitable.
Por eso, saber dejar partir se convierte
en un aprendizaje casi obligado para quien quiere atisbar la serenidad de la vida.
No sólo hay que desapegarse de momentos especiales o de los juguetes de la infancia;
hay que decirles adiós a los novios, a las madres y a los hijos, y también habrá que
darles la espalda al cuerpo, al dinero y al poder. Sin duda, cualquier pérdida es
irreparable, pero aprender a soltar se convierte en una exigencia cotidiana de sabiduría
consciente y sabia.
Es claro que no en todos los casos se experimenta la misma
situación, porque la conducta humana varía mucho de una persona a otra, y además porque
la separación, la ausencia y el dolor sentimental que producen está relacionado con
la intensidad del compromiso existente entre las personas comprometidas. La ruptura
y el dolor se relacionan con lo que se llama cambio afectivo, este se determina por
la cantidad de tiempo que uno ha pasado con la otra persona y por la profundidad del
compromiso. Es importante que en los periodos de rompimiento, la persona siga desarrollando
sus actividades y funcionamiento normal mientras que las heridas se curan. Sabemos
que no siempre es así, cuando el dolor es profundo la persona pasa por períodos largos
de sentimientos confusos y vaivenes emocionales. Los dolores por las ausencias y las
rupturas se vuelven mas problemáticos cuando se intenta reprimirlos o inhibirlos a
través de la negación o a través de los excesos, como son las drogas o el alcohol.
El fracaso en reconocer y expresar el sufrimiento emocional puede perjudicar la salud
psicológica y emocional de las personas, ya que serán afectadas sus posibilidades
reales de formar nuevas relaciones amorosas en el futuro.
La secuencia de un
rompimiento emocional mal resuelto puede afectar algo más que a la salud emocional.
Cuando la vida se llena de sufrimiento por la pérdida y no se puede afrontar los sentimientos
que acompañan a este sufrimiento, el cuerpo recibe la señal de que no se quiere recuperar.
Las penas no resueltas, la represión y la desesperación debilitan el sistema inmunológico,
acarreando padecimientos en el organismo y dejando espacio a las enfermedades. Así
que el dolor de la separación, aunque difícil, es necesario vivirlo, se debe recuperar
al igual que otras heridas la capacidad de sanación de las emociones. El perdón, la
conciencia de vivir un momento difícil, incluso los recuerdos de momentos felices
compartidos tienen que convertirse en fuentes de recuperación, de permitir seguir
adelante y procesar el dolor y recuperar la capacidad de amar, de confiar, de estar
expuesto al amor y todo lo que ello trae. Es importante ser concientes de que el dolor
no siempre permanecerá en nuestra vida, es algo que se transformara al pasar el tiempo.
Y no cabe duda que en el momento de la pérdida los amigos, la familia, el trabajo,
son los mejores aliados.