Benedicto XVI renueva el acto de entrega de Baviera a la Madre de Dios y pide a la
Virgen ayuda para que “nos ayude a encontrar fuerzas para la reconciliación y el perdón”
Sábado, 9 sep (RV).- Benedicto XVI ha renovado el acto de entrega de Baviera a la
Madre de Dios, en un momento de oración a las 5 y media de esta tarde, en la plaza
de María, de Múnich, precisamente donde el cardenal Joseph Ratzinger fue arzobispo
desde 1977 a 1982, año en el que, su predecesor, el siervo de Dios Juan Pablo II,
le nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Cuando llegó
el Papa a la plaza, pudo ver una gran fiesta alzando todos los fieles presentes sus
banderas vaticanas pero también de sus países de origen como banderas latinoamericanas,
de Ecuador, colombianas, pero sobre todo fue recibido con una ovación y un fuerte
cariño, ovaciones que siguieron incluso en las palabras de saludo del primer ministro
bávaro, interrumpiendo varias veces su discurso con vivas. Edmundo Stoiber, sobre
todo agradeció a todos por este magno evento espiritual, esta fiesta de la fe como
dijo. Retomó el lema del viaje y dijo que con el Papa fieles orarán con él, y millones
de personas del mundo por medio de los medios de comunicación acompañarán al Papa
en los lugares que marcaron su vida. Le agradeció por haber cambiado el rostro cristiano
de la Baviera. “Toda la Baviera le da la bienvenida con abrazos y corazón abiertos”.
Estas últimas palabras fueron interrumpidas con una fuerte ovación.
Al momento
del saludo del arzobispo de Munich-Freising, cardenal Friedrich Wetter, recordó que
en 1977 tras su ordenación episcopal el Papa invocó a la patrona bávara la protección
de este país y de esta diócesis. También recordó en 1982 cuando el entonces cardenal
Ratzinger dejaba esta diócesis para trasladarse a Roma, y rezó a la Virgen pidiendo
la protección de la Baviera, motivo por el cual ha sido este su primera cita en su
tierra natal. Seguidamente, el Papa saludó a los presentes.
A todos dijo que
era para él un motivo de particular emoción encontrarse de nuevo en esta bellísima
plaza a los pies de la Mariensäule – un lugar, que ya otras dos veces, ha dicho, ha
presenciado eventos decisivos en su vida. Hace 30 años, aquí dijo los fieles me acogieron
con cordialidad y gozo como su nuevo arzobispo desde entonces comencé mi servicio
con una oración a la Virgen. Aquí dijo también es cuando cinco años después al ser
llamado por el Papa a Roma, me despedí de mi diócesis, dirigiendo una vez más una
oración a la Patrona Bavariae, para confiar a su protección mi ciudad y mi patria.
Hoy me encuentro de nuevo aquí esta vez como Sucesor de Pedro.
Tras saludar
a las autoridades civiles y eclesiales, así como al clero, el Papa se dirigió a todos
sus amigos y compatriotas y todos los que hicieron posible este viaje. También recordó
el momento en que fue sucesor de San Corbiniano, y de su leyenda, que desde que era
niño le encantó. Cuando un oso habría aniquilado el caballo del santo, como castigo
el santo cargó su equipaje sobre el lomo del oso. El oso lo transportó hasta Roma,
y sólo entonces lo dejó ir. Recordó que en 1977 tenía delante de él la difícil elección
de aceptar o no su nombramiento como arzobispo de esta diócesis que lo habría alejado
de su querida universidad.
Tras recordar la interpretación de san Agustín el
salmo 22 y afirmar que el pensamiento del obispo de Ippona, y el oso de san Corbiniano
lo alientan siempre a cumplir su servicio con gozo y confianza. Hace 30 años con su
nuevo cargo, diciendo día a día Sí a Dios, y bromeó luego para decir que el oso de
san Corbiniano fue dejado en libertad en su caso el dueño ha decidido diversamente.
Me encuentro por tanto de nuevo a los pies de la Mariensäule para implorar la intercesión
y la bendición de la Madre de Dios, esta vez no solo para la ciudad y la Baviera sino
para la Iglesia universal y para todos los hombres de buena voluntad. Tras el canto
mariano popular Ave Dulce María, el Papa, al pie de la columna de María dirigió una
nueva oración pública.
La columna de la Virgen surge en medio de la plaza,
está construida en mármol, la punta está embellecida por cuatro ángeles, del siglo
XVII, estilo barroco, y se encuentra la estatua en bronce dorado de la Virgen, patrona
de Baviera. Esta estatua fue erigida en 1638 por Maximiliano I, como signo de agradecimiento
por el final de la ocupación sueca de la ciudad durante la guerra de los años 30.
Llegó
el momento de la oración, donde el Papa pidió que todos aprendamos de Ella, cómo poder
encontrar a Dios para hallar el acuerdo entre ellos. Asimismo le pidió que les enseñe
a todos a vivir con humildad y servicio nuestra responsabilidad. Que nos ayude a encontrar
la fuerza para la reconciliación y para el perdón. Ayúdanos a convertirnos pacientes
y humildes, pero también libres y valientes como lo fuiste tú en la hora de la Cruz.
Tras la oración del Papa, se procedió a la bendición final. Antes de dejar
la Marienplatz, saludaron al Santo Padre el alcalde y otras personalidades eclesiales
y ortodoxas y luego firmó el libro de honor de la ciudad, un libro que firman todas
las personalidades que pasan por esta ciudad, el Papa recibió también la estatua de
un santo.