Escuchar el programa Viernes, 25 ago
(RV).- Hoy hablaremos de la fuerza interior que tenemos todos los seres humanos para
seguir adelante pese a las dificultades, esa fuerza que permite sobreponernos a una
pena o aflicción. Esa fuerza que solo sabemos controlar y potenciar cada uno de nosotros,
y que incluso a veces no sabemos que la tenemos.
Muchas personas piensan
que el alma es como el acero, que se tiempla con el fuego, y enfrentan así los obstáculos,
con la idea que el sufrimiento y el dolor nos hace fuertes. Otras consideran que somos
como el árbol que con el invierno pierde sus hojas y hay que enfrentar lo que viene
con serenidad, con toda la naturalidad del vaivén de los acontecimientos.
Lo
obvio es que los seres humanos tenemos el ideal de vivir tranquilos, disfrutar relaciones
afectivas estables, construir un proyecto laboral próspero, morir de muerte natural.
Desde luego, aunque no queramos vivir la desolación que con frecuencia se siente cuando
un ser querido se muere o nos abandona, y en estos momentos es cuando sentimos que
somos o no capaces de superar estas dificultades, estos momentos.
Sorprende,
entonces, ver como frente a la adversidad algunas personas demuestran una fortaleza
que les permite salir adelante, mientras que otras se desmoronan. ¿Por qué se da esa
diferencia? De qué depende el que tengamos o no esa fuerza interior que nos permite
asumir los acontecimientos con mayor o menor valentía?
Al parecer, las
situaciones difíciles y dolorosas, se enfrentan de manera diferente debido a las relaciones
que se han establecido con esas personas o esos hechos. La pérdida de los padres,
la ausencia o separación de la pareja, la ausencia de los hijos, son eventos que pueden
marcar emotivamente a una persona de maneras diversas.
Y ello sin duda
tiene que ver con las maneras de entender la vida, con las creencias, que en definitiva
permiten asumir con valor y fortaleza las perdidas o dificultades en la vida. Para
algunas personas por ejemplo, la pérdida de sus padres o incluso la ausencia de los
hijos cuando crecen y hacen sus vidas es mucho más soportable que la pérdida del esposo,
porque simplemente no pueden imaginar la felicidad sin la presencia de la pareja.
De pronto sería diferente el que pudiéramos imaginar por ejemplo ante
la relación de pareja que la vida de una persona va mucho más allá que una relación
de pareja, es importante, pero también existen otras esferas y realizaciones para
el ser humano. Esto obviamente cambiaría de perspectiva con la cual medimos y asumimos
esos momentos difíciles en la vida.
Entonces, lo claro es que la vida
trae dolores inevitables, como la pérdida de un ser querido. La vida trae dolores
innecesarios que provienen, por ejemplo, de suponer que somos inválidos o de creer
que la tranquilidad tiene un único camino y éste es externo a nosotros mismos.
La
fuerza con que afrontamos lo que nos sucede, malo o bueno, está en nuestro interior,
está en la manera con que miramos y vivimos la vida. Pensar que ante una situación
existen múltiples caminos, que podemos abrir nuestras formas de pensar y sentir frente
a los eventos puede marcar la diferencia, puede enriquecer nuestra propia experiencia
de vida y fortalecernos mucho más cuando se nos presenta la adversidad o el dolor,
pues sin duda tendremos muchas más herramientas para enfrentarlo.
En fin,
si queremos estar tranquilos hay que elegir con cuidado el cristal con que miramos
las cosas sencillas y complejas que nos suceden y lo mejor sería que al escogerlo
lo tiñéramos con la idea de que nuestros recursos internos son suficientes y variados
para afrontar los obstáculos que la existencia nos propone.