Ángelus: Reflexionando sobre la figura de san Bernardo, Benedicto XVI invoca a la
Virgen para que obtenga el don de la paz verdadera y duradera para el mundo entero
Domingo, 20 ago (RV).- Como cada domingo el Santo Padre se ha reunido, en el patio
del palacio apostólico de Castelgandolfo, para rezar el Ángelus con los fieles presentes
en esta pequeña ciudad lacial. Benedicto XVI ha comenzado su alocución previa a la
oración mariana aludiendo a los santos de hoy, en particular a san Bernardo de Claraval,
gran Doctor de la Iglesia, que vivió entre los siglos XI y XII. Su ejemplo y sus enseñanzas,
ha manifestado el Papa, nos demuestran cuan útiles son también en nuestro tiempo.
Retirándose del mundo después de un periodo de tribulación interior, fue elegido abad
del monasterio cisterciense de Claraval cuando tenía 25 años, guiándolo durante 38
años, hasta su muerte. La dedicación y el silencio no le impidieron desarrollar una
intensa actividad apostólica.
El Santo Padre ha recordado también de este Santo
su esfuerzo por dominar su impetuoso temperamento, así como su humildad reconociendo
sus limitaciones. “La riqueza y el prestigio de su teología –ha proseguido el Papa-
se encuentran en el haber conseguido proponer la verdad de la fe con un estilo claro
e incisivo capaz de fascinar al que escucha y de disponer el ánimo al recogimiento
y a la oración”. Se detecta en cada uno de sus escritos el eco de una rica experiencia
interior, que san Bernardo conseguía comunicar a los demás con sorprendente capacidad
persuasiva. Para él la fuerza más grande de la vida espiritual es el amor. Dios, que
es Amor, crea al hombre por amor, y por amor lo rescata; la salvación de todos los
seres humanos, mortalmente heridos por la culpa original y agravados por los pecados
personales, consiste en la adhesión firme a la divina caridad, revelándose plenamente
en Cristo crucificado y resucitado.
Con su amor Dios resana nuestra voluntad
y nuestra inteligencia enfermas elevándolas al más alto grado de unión con Él, es
decir a la santidad y a la unión mística. De esto san Bernardo, ha recordado el Papa,
se ocupa entre otras cosas, en el breve pero sustancioso “Liber de diligendo Deo”.
Tiene también otro escrito, ha querido señalar Benedicto XVI, el “De cosideratione”,
dirigido al Papa Eugenio III. Aquí el tema dominante es la importancia del recogimiento
interior, elemento esencial de la piedad. Es menester guardarse, observa el santo,
de los peligros de una actividad excesiva, cualquiera que sea la condición y el oficio
que se desempeña, porque las muchas ocupaciones conducen muchas veces a la “dureza
del corazón”, “son sufrimientos del espíritu, dispersión de al inteligencia, y de
la gracia”.
La admonición, ha subrayado Benedicto XVI vale para todo tipo
de ocupación, incluidas las ingerentes al gobierno de la Iglesia. La palabra que,
a este respecto, Bernardo dirige al Pontífice, discípulo suyo en Claraval, es provocativa:
“”Mira -le escribe– donde te pueden arrastrar estas malditas ocupaciones, si continuas
a perderte en ellas . . . no reservando tiempo para ti mismo”. ¡Cuán útil es también
para nosotros esta llamada a la oración! Que nos ayude a concretar en nuestra experiencia
san Bernardo, que supo armonizar la aspiración del monje a la soledad y a la quietud
del claustro con la urgencia de misiones importantes y complejas al servicio de la
Iglesia. Encomendemos este deseo a la intercesión de la Virgen, que desde muchacho
amó con ternura y filial devoción hasta merecer el título de “Doctor mariano”.”Invoquémosla
para que obtenga el don de la paz verdadera y duradera para el mundo entero”.
Tras
el rezo del Ángelus y del responso de los fieles difuntos el Papa ha saludado en varias
lenguas. Este ha sido su saludo en español: “Saludo con afecto a
los peregrinos de lengua española aquí presentes en Castelgandolfo, en especial al
Grupo Asociación Pro-vida, de Mairena del Alcor, Sevilla; así como a quienes participan
en esta oración mariana en la Plaza de San Pedro y a través de la radio o la televisión.
Queridos hermanos: que la devoción a la Virgen María os ayude a recibir cada día con
más fe y amor el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, fuente de la verdadera
vida y prenda de la gloria del cielo. ¡Que Dios os bendiga!”