2006-08-22 15:52:16

Reflexiones en familia


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Viernes, 18 ago (RV).- Hoy reflexionaremos sobre el poder. La mayoría de las ocasiones, pensamos que solucionar un conflicto o una dificultad tiene que ver con ganar o perder. De ahí que pensar en que todos ganamos es simplemente una ilusión, generalmente pensamos, incluso en las decisiones de alta gerencia, que siempre tiene que haber un perdedor. Es así como funcionan nuestros intercambios, hasta los asuntos de supervivencia dependen en muchas ocasiones de nuestra habilidad para hacer que no hallan perdedores.

No cabe duda que esta es una mirada de poder, una mirada que nos señala la meta a conquistar, a obtener, una mirada fijada siempre en los resultados, en las ganancias muy por encima de los procesos, de los caminos recorridos, de los métodos.

Y es que la dificultad para encontrar los límites del ganar y vencer, la dificultad para conciliar y ceder, nos lleva por el camino de la adicción al poder, nos conduce a creer que nuestra autoestima, nuestro propio valor, dependen única y exclusivamente de ser poderosos, de lograr estar por encima de los demás, a cualquier precio.
De suerte tal que, cuando alguien se opone a nuestros intereses, no es raro que el orgullo dirija nuestras acciones y en ese escenario vencer, derrotar, aniquilar al oponente y, en muchas ocasiones, también a todo su entorno, parece ser el único objetivo.

Durante las últimas semanas las noticias sobre la violencia nos inundan: el marido celoso que le pega a su esposa hasta desfigurarla, las guerras en el Medio Oriente. Sus imágenes llegan hasta nuestras alcobas. Sentimos desesperanza al ver que seres humanos, iguales a nosotros, son víctimas inocentes de estos conflictos y experimentamos horror al notar que los victimarios son también seres humanos como nosotros, educados tal vez de la misma manera y con la misma herencia cultural.

Esta creencia tiene consecuencias más graves, cuando una persona o una institución logran transmitir estas percepciones violentas, agresivas, competitivas como naturales, cuando se cree que detrás de la agresión hay un sentimiento heroico, de justificación y triunfo. En esta circunstancia esa persona o institución serán capaces de usar la fuerza para acabar con los seres humanos, con la naturaleza o con el planeta, siempre y cuando cumplan con la condición de que sea eficaz para ganar la guerra. O peor aún: para ganar una batalla de una guerra que, en no pocas circunstancias, ya se sabe perdida.

Cuando el poder domina el enfoque de nuestras acciones, cuando lo único viable es la meta, llegar a cumplir nuestros objetivos, entonces se pierden de vista los contextos, las variables, los matices. Esta es la actitud que lleva incluso a las acciones violentas, a pasar por encima de quien sea y hacer lo que sea por lograr nuestros propósitos.

Como se ha dicho siempre, una violencia lleva a la otra y, como en cualquier círculo vicioso, es imposible saber dónde comienza y dónde termina. La violencia se convierte en un ciclo sin fin. Quien obstaculizó mi camino, que se interpuso en mi camino, quien me impidió avanzar, etc son las preguntas que desde esta mirada de poder nos hacemos, para con toda tranquilidad y conciencia empezar a superar, a cobrar las deudas, a hacer pagar a los culpables.

¿Será que la tendencia a ganar batallas es más importante que conservar el planeta y un futuro en el que nuestros descendientes puedan vivir?, que conservar las relaciones amables en el pleno derecho de nuestros deberes y derechos? Si seguimos respondiendo agresión con agresión, lo único que sembraremos es desolación y muerte.
 Es urgente que encontremos la fuerza de la sabiduría para detener la mirada de poder, se avanzar a consta de lo que sea y de quien sea, es necesario que nuestras sociedades, nuestro núcleo de amigos y por supuesto en nuestras familias empecemos a construir alianzas que nos permitan la prosperidad y la vida, viviendo a conciencia los procesos para llegar, buscando intereses y sueños claro esta, pero sin perder de vista todo lo que se enriquece y vivencia en el transcurso. Que el poder no nos limite, nos ciegue y nos destruya.

Texto: Alma García
Locución: Alina Tufani
 







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