Miércoles, 16 ago (RV).- Nació en Montpellier y fue un peregrino que se desplazo a
Roma. Formo parte de una familia cristiana acaudalada. Huérfano en su juventud, decidió
vender sus pertenencias y donar el dinero a los necesitados. A fin de pasar inadvertido,
vistió túnica burda, peregrinó a Italia y a Tierra Santa.
Se dice que predicaba
el evangelio y detenía su viaje en los lugares donde había enfermos, a quienes curaba
con solo orar por ellos y bendecirlos. Antes de llegar a Roma, se cuenta que paso
por la ciudad italiana de Cesanea, donde curo a un cardenal que mas tarde le presentó
al Papa. En la ciudad de Piacenza, el santo enfermo, y para no infectar a los vecinos
de la ciudad se trasladó al bosque. La historia cuenta que cada día recibía la visita
de un perro que le llevaba un panecillo. El animalito lo tomaba cada día de la mesa
de su amo, un hombre bien acomodado llamado Gottardo Pallastrelli, el cual después
de ver la escena repetidamente, decidió un día seguir a su mascota. De esta forma,
entró en el bosque donde encontró al pobre moribundo. Ante la sorpresa se lo llevó
a casa, lo alimentó y le curó.
El mismo Gottardo, después de comprobar la
sencillez de aquel hombre y de haber escuchado las palabras del evangelio que le enseñó,
decidió peregrinar como él. La curación definitiva de Roque fue gracias a un ángel
que se le apareció. Existen otras versiones populares que afirman que fue el mismo
perro quien le curo, después de lamerle la herida de su pierna varias veces cuando
el santo estaba en el bosque. Una vez curado, Roque decidió volver definitivamente
a Montpellier, pero en el norte de Italia, en el pueblo de Angera, a orillas del lago
Maggiore, unos soldados, acusándole de espía, lo arrestaron. Fue encerrado y moriría
en prisión entre los años 1376 y 1379. Algunos cuentan que tenía 32 años de edad.
San
Roque había pertenecido a la Tercera Orden de los franciscanos, una rama de esta congregación
reservada a las personas laicas que quieren vivir bajo la espiritualidad de san Francisco
de Asís. Así lo reconoció el Papa Pío IV en 1547.