Lunes, 14 ago (RV).- Raimundo Kolbe nació en Pabiance, Polonia, en 1894. Cuando sólo
tenía 12 años, sucede un acontecimiento que marcará el resto de su vida. Su madre
contaba que después de regañarle por una travesura reprochó al pequeño “niño mío,
¡quién sabe lo que será de ti!”. A partir de ese momento, cambia la actitud del niño
que se retiraba para rezar con frecuencia y al hacerlo estallaba en lágrimas. La madre
angustiada, le preguntó la razón de su preocupación y fue entonces cuando el pequeño
Raimundo le contó “Mamá, cuando me reprochaste, pedí mucho a la Virgen que me dijese
que sería de mí. Entonces se me apareció teniendo en las manos dos coronas: una blanca
y una roja. La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que sería
mártir. Me miró con cariño y me preguntó que si las quería y yo acepté (las dos)”.
Un año más tarde, Maximiliano sentía su vocación ya preparada por la Virgen
y por la vida franciscana, que tanto había vivido en su casa. Junto con su hermano
mayor es recibido en la Orden y tomó el nombre de Maximiliano. A los 23 años, san
Maximiliano fue inspirado a fundar una asociación pía de fieles conocida como “La
Milicia de la Inmaculada”. Su propósito es promover el amor y el servicio a la Inmaculada
y la conversión de las almas a Cristo. Un año más tarde sería ordenado sacerdote en
Roma.
En 1929, el Padre Kolbe se lanza a una nueva fundación, su ciudad mariana:
Niepokalanow. Consistía en un convento de sacerdotes y hermanos franciscanos comprometidos
a promover la Milicia por todas partes por medio de los medios de comunicación que
estuviesen a su alcance. En 1936 y bajo su dirección crece el número de frailes hasta
900, se lanzan a diario 125 mil ejemplares de su boletín, “Caballeros de la Inmaculada”
destinados para los ya más de un millón de miembros de la Milicia en el mundo. Pero
se acercan tiempos difíciles, en 1938 el padre Kolbe prepara a sus hermanos para dar
su vida por la Virgen.
Estalla la II Guerra Mundial y a poco tiempo Polonia
cae en manos de los nazis, que saquean Niepokalanow y se llevan a sus frailes. Dos
meses después, después de haber pasado por varios campos de concentración, son milagrosamente
liberados un 8 de diciembre, día de la Inmaculada. Pero el padre Kolbe continuará
estando en la lista negra de la Policía Secreta por su enorme influencia en Polonia.
Finalmente, en febrero de 1941 es arrestado. Meses más tarde, será conducido al campo
de concentración de Auschwitz. Allí, el Padre Kolbe, enfermo de tuberculosis, sufre
constantes palizas hasta llegar a ser hospitalizado y con una neumonía que casi acaba
con él, pero no era su momento. Meses más tarde, se escapó un preso de su bloque,
y ello suponía, que por su fuga, otros 10 presos elegidos al hazar serían condenados
a acabar sus días en el bunker donde morirían lentamente por no recibir ningún alimento
ni bebida.
El día después de la desaparición del preso, el comandante del
campo, con total desprecio a la vida humana, escogió los condenados al azar, que iban
saliendo de su fila. Uno de ellos se lamentaba por perder a su esposa y dejar a sus
hijos huérfanos. El hecho conmovió el corazón del padre Kolbe que salió de las filas
y quitándose la gorra se puso en actitud firme ante el comandante y dijo “soy sacerdote
católico polaco, soy anciano, quiero tomar su lugar, porque él tiene esposa e hijos…”.
Increíblemente, el comandante devolvió a su fila al padre de familia y se llevo al
sacerdote polaco al bunker.
Según cuenta el encargado de retirar los cadáveres
del bunker, desde que entró el padre Kolbe se escuchaban diariamente las oraciones
recitadas en voz alta a las que el resto respondían. A lo largo de las dos semanas
posteriores fueron muriendo todos los presos del bunker hasta que en la tercera semana,
milagrosamente todavía sobrevivían cuatro de ellos, entre ellos Maximiliano Kolbe.
Las autoridades, cansadas decidieron acabar con sus vidas con una inyección
letal. Con la oración entre los labios, el mismo santo ofreció su brazo al verdugo
y murió en paz. Era el 14 de agosto, víspera de la Asunción de Maria. Tenía 47 años.
En 1982 fue canonizado como “mártir de la caridad” por Juan Pablo II.