Jueves, 17 ago (RV).- Jacinto nació en Kamien, Polonia, poco después del 1200. Descendía
de la noble familia de Odrowaz, y era sobrino del entonces obispo de Cracovia. Este
influyente obispo, envió a Jacinto a estudiar a los grandes centros culturales del
momento y ya de vuelta en Polonia le nombró canónigo de la catedral. En 1220 viajan
juntos a Roma, donde conoce a santo Domingo de Guzmán y poco después se unirá a la
naciente Orden de los Dominicos.
Después de unos meses de formación junto
al fundador, Jacinto vuelve a Polonia para predicar y fundar nuevos conventos. El
camino lo hace a pie junto con otros compañeros y va esparciendo la buena semilla
en los poblados por los que pasa. Sus palabras convierten y sus milagros certifican
que era un hombre de Dios. Por el camino suele quedarse uno del grupo al que se unen
nuevas vocaciones y se fundan nuevos conventos. Finalmente sólo Jacinto llega a Cracovia.
En esta ciudad funda el convento que será la cuna de la Orden de los Predicadores
en el Norte de Europa.
Pero todo esto no basta a Jacinto, que se lanza a predicar
a Prusia y Rusia y de allí pasa hasta Kiev. En esta ciudad, devuelve la vista a la
hija del gran príncipe Vladimiro. Cuenta además la tradición que un día, cuando el
santo terminó de celebrar la Misa, alguien le dijo que los tártaros habían invadido
la ciudad de Kiev, saqueando casas y asesinando los habitantes. Instintivamente,
Jacinto tomó el sagrario con el Santísimo Sacramento del Altar y quiso huir cuando
oyó una voz que le decía: "Jacinto, ¿has tomado a mi Hijo pero me estás dejando?".
Entonces tomó la estatua de Santa María, que pareció no tener peso bajo su brazo,
y habiendo dejado sin peligro la ciudad, retornó a Cracovia.
Muchos son los
milagros que le hicieron ganarse la fama del mayor prodigioso de su siglo. Entre otros,
en la bula de su canonización se cuenta cómo resucitó al hijo de una viuda, ahogado
en un rió 24 horas antes, o la curación de una mujer paralítica cuya hija había quedado
en la ruina intentando devolverle la salud.
Jacinto murió el 15 de agosto de
1257 y fue sepultado en la Iglesia Dominica de Cracovia donde en la actualidad recibe
culto como patrono de los polacos. En 1594 el Papa Clemente VIII le canonizó convirtiéndose
así en el primer santo polaco de la historia de la Iglesia.