Audiencia General.- “El hombre vive como si Dios no existiera. Sólo la apertura a
la eternidad y al misterio de Dios, que es Amor, puede colmar la sed de verdad y felicidad
de nuestro corazón”
Miércoles, 16 ago (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI ha presidido esta mañana la
habitual Audiencia General de los miércoles en Castelgandolfo, donde está pasando
un periodo de descanso veraniego. Estaban presentes al menos cuatro mil fieles y peregrinos
llegados de todo el mundo, entre ellos muchos españoles. El Pontífice ha dedicado
hoy una catequesis especial a la Asunción de la Beata Virgen María, en el clima de
la solemnidad que celebramos ayer.
El Santo Padre ha invitado a los fieles
a fijar una vez más la mirada en la Madre celestial, que ayer la liturgia nos hizo
contemplar triunfante con Cristo en el Cielo. “Una fiesta muy sentida desde siempre
por el pueblo cristiano, desde los primeros siglos del cristianismo, que celebra la
glorificación incluso corporal de aquella criatura que Dios eligió como Madre y que
Jesús, sobre la Cruz, entregó como Madre a toda la humanidad.
“La Asunción
-ha dicho el Papa- evoca el misterio que interesa a cada uno de nosotros porque, como
afirma el Concilio Vaticano II, María brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como
señal de esperanza y de consuelo”. “Pero estamos tan imbuidos por los asuntos cotidianos,
que olvidamos a menudo esta consoladora realidad espiritual, que constituye una importante
verdad de fe”. “¿Cómo hacer entonces para que este signo luminoso de esperanza sea
mejor percibido por nuestra sociedad?” se ha preguntado el Santo Padre. “Hoy en día
hay gente que vive como si no tuviera que morir nunca, o como si todo tuviera que
acabar con la muerte. Algunos se comportan como si el hombre fuera el único artífice
de su propio destino, como si Dios no existiese, incluso llegando a negar que haya
espacio para Él en el mundo”.
Los grandes descubrimientos de la técnica y
de la ciencia, que han mejorado notablemente las condiciones de la humanidad, dejan
sin solución en cambio, ha subrayado el Papa, las preguntas más profundas del alma
humana. “Sólo la apertura al misterio de Dios, que es Amor, puede colmar la sed de
verdad y de felicidad de nuestro corazón; solo la perspectiva de eternidad puede
dar valor auténtico a los eventos históricos y sobre todo al misterio de la fragilidad
humana, del sufrimiento y de la muerte.
Contemplando a María en la gloria
celestial, comprendemos que también para nosotros la tierra no es la patria definitiva
y que, si vivimos totalmente entregados a los bienes terrenos, un día viviremos su
misma gloria. Por ello entre mil dificultades cotidianas, no debemos perder la serenidad
y la paz. “El signo luminoso de la Asunción en el cielo brilla todavía más cuando
parecen acumularse en el horizonte sombras tristes de dolor y de violencia. Porque
estamos seguros, -ha señalado Benedicto XVI- que desde lo alto, María sigue nuestros
pasos con dulce trepidación, nos calma en los momentos de oscuridad y de agitación,
y nos protege con su mano materna. Seguros de este apoyo, proseguimos confiados nuestro
camino de compromiso cristiano, allí donde nos conduce la Providencia”.
Pero
escuchemos el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para
los peregrinos de nuestra lengua presentes en la audiencia: Queridos hermanos
y hermanas: Recordando la festividad de ayer, la Asunción de la Virgen María, la contemplamos
triunfante con Cristo en el Cielo. Esta celebración evoca un misterio que afecta a
cada uno de nosotros, como enseña el Concilio Vaticano II, María “brilla ante el Pueblo
de Dios en marcha, como señal de esperanza y de consuelo” (LG, 68). Sólo la apertura
a la eternidad y al misterio de Dios, que es Amor, puede colmar la sed de verdad y
felicidad de nuestro corazón. María, que sigue nuestros pasos, nos ayuda con su mano
materna, especialmente en las dificultades diarias y las situaciones de dolor o violencia.
Así podemos seguir confiados en nuestro camino cristiano. Gracias por vuestra atención
Como
siempre el Santo Padre tras saludar en varias lenguas se ha dirigido a los jóvenes,
a los enfermos y a los recién casados presentes en la audiencia. Dirigiéndose a todos
ellos, Benedicto XVI les ha manifestado que la luz de Cristo, que hemos contemplado
ayer reflejado en María Santísima Asunta al Cielo, ilumine siempre vuestra vida y
la haga fecunda de bien.
Al final de la Audiencia, Benedicto XVI ha querido
rendir homenaje y recordar a Frere Roger, el anciano religioso francés asesinado por
una desequilibrada el 16 de agosto del año pasado en Taize: que su ejemplo -ha dicho
el Papa- ayude ''a consolidar el compromiso de paz y de solidaridad de todos aquellos
que tienen en gran estima el futuro de la humanidad. Su testimonio de fe cristiana
y de diálogo ecuménico ha sido una preciosa enseñanza para enteras generaciones de
jóvenes”.