Entrevista del Papa Benedicto XVI a la Bayerischer Rundfunk (ARD), ZDF, Deutsche Welle;
Radio Vaticano.
Pregunta: Santo Padre, en septiembre usted visitará Alemania o, con más precisión,
naturalmente Baviera. “El Papa tiene nostalgia de su patria”, así han dicho sus colaboradores
en el curso de la preparación de este viaje. ¿Qué temas desearía tocar en particular
durante la visita, y el concepto de “patria” forma parte de los valores que desea
proponer en particular?
Benedicto XVI: Ciertamente. El motivo de la visita
es precisamente que quería volver a ver los lugares, las personas con las que he crecido,
que me han marcado y han formado parte de mi vida. Personas a las que quería agradecer.
Y naturalmente también expresar un mensaje que vaya mas allá de mi tierra, como es
coherente con mi ministerio. Simplemente he dejado que las conmemoraciones litúrgicas
me indicaran los temas. El asunto fundamental es que debemos redescubrir a Dios, no
a un Dios cualquiera, sino al Dios con el rostro humano, porque cuando vemos a Jesucristo
vemos a Dios. Y partiendo de esto debemos encontrar los caminos para encontrarnos
en la familia, entre las generaciones y también entre las culturas y los pueblos,
entre los caminos de la reconciliación y la convivencia pacifica en este mundo, y
los caminos que conducen hacia el futuro. Y estos caminos hacia el futuro no los encontraremos
si no recibimos la luz desde lo alto. Por tanto, no he decidido temas muy específicos,
pero, por así decirlo, es la liturgia la que me guía a expresar el mensaje fundamental
de la fe, que naturalmente se inserta en la actualidad de hoy, en la que sobre todo
queremos buscar la colaboración de los pueblos y los caminos posibles hacia la reconciliación
y la paz.
Pregunta: Como Papa, usted es responsable de la Iglesia en el mundo
entero. Pero naturalmente su visita hace que la atención se dirija a la situación
de los católicos en Alemania. Ahora todos los observadores concuerdan que la atmósfera
es buena, también gracias a su elección. Pero naturalmente los antiguos problemas
permanecen. Sólo por poner algunos ejemplos: cada vez menos practicantes, cada vez
menos bautizados, sobre todo cada vez menos influencia en la vida social. ¿Cómo ve
la actual situación de la Iglesia católica en Alemania?
Benedicto XVI: Ante
todo diría que Alemania forma parte de Occidente, si bien con sus características
particulares, y en el mundo occidental hoy vivimos una ola de un nuevo iluminismo
drástico o laicidad, o como se le quiera llamar. Creer se ha vuelto más difícil, porque
el mundo en el que nos encontramos está hecho completamente por nosotros mismos y
en el que, por decirlo así, Dios ya no aparece directamente. Ya no se bebe directamente
de la fuente, sino del recipiente que se nos presenta ya lleno, etc. Los hombres se
han construido el propio mundo, y encontrar a Él en este mundo se ha convertido en
algo muy difícil. Esto no es específico de Alemania, si no que es algo que se constata
en todo el mundo, de manera particular en el occidental. Por otra parte, Occidente
viene hoy tocado fuertemente por otras culturas, en las que el elemento religioso
de origen es muy poderoso, y quedan horrorizadas por la frialdad que encuentran en
Occidente en lo que respecta a Dios. Y esta presencia de lo sagrado en otras culturas,
aunque si velada de muchas maneras, toca nuevamente al mundo occidental, nos toca
a nosotros, que nos encontramos en el “cruce” de tantas culturas. Y también de lo
más profundo del hombre en Occidente, y en Alemania, surge la pregunta de algo “más
grande”. Vemos que en la juventud aparece la búsqueda de ese “más”; vemos cómo en
cierto modo el fenómeno religión -como se dice- vuelve, también si se trata de un
movimiento de búsqueda a menudo indeterminado. Pero con todo esto la Iglesia está
de nuevo presente, la fe se ofrece como respuesta. Pienso que justamente esta visita,
como ya la de Colonia, será una oportunidad para que se vea que creer es algo bello,
que el gozo de una gran comunidad universal posee una fuerza que arrastra, que tras
ella hay algo de importante y que por lo tanto junto a los nuevos movimientos de búsqueda,
existen también nuevas desembocaduras de la fe que nos llevan los unos hacia los otros
y que son positivas también para la sociedad en su conjunto.
Pregunta: Santo
Padre, hace exactamente un año usted estaba en Colonia con los jóvenes, y creo que
en esa oportunidad haya experimentado que la juventud está extraordinariamente lista
a acoger, y que usted haya sido muy bien acogido. En este próximo viaje ¿lleva quizá
un mensaje especial para los jóvenes?
Benedicto XVI: Quisiera decir antes que
nada: que estoy muy contento de que haya jóvenes que quieran estar juntos, que quieran
estar juntos en la fe, y que quieran hacer el bien. La disponibilidad al bien es muy
fuerte en la juventud, basta pensar en las diversas formas de voluntariado. El compromiso
para ofrecer en primera persona una contribución propia ante las necesidades de este
mundo es una gran cosa. Un primer impulso puede ser por lo tanto alentar a esto: ¡id
adelante! ¡Buscad las ocasiones para hacer el bien! ¡El mundo necesita de esta voluntad,
necesita de este compromiso! Y luego quizás una palabra sería: ¡el valor de decisiones
definitivas! En la juventud hay mucha generosidad, pero ante el riesgo de comprometerse
por toda la vida, ya sea en el matrimonio o en el sacerdocio, se experimenta miedo.
El mundo está en movimiento de manera dramática: ahora puedo disponer continuamente
de mi vida entera con todos sus imprevisibles eventos futuros: con una decisión definitiva
¿no ato mi libertad y no me privo de la libertad de movimiento? Despertar el valor
de osar decisiones definitivas, que en realidad son las únicas que hacen posible el
crecimiento, el camino hacia adelante y el alcanzar cualquier cosa importante en
la vida, las únicas que no destruyen la libertad, si no que le ofrecen la justa dirección
en el espacio. Arriesgar esto, este salto -por así decir- en el definitivo, y con
eso acoger plenamente la vida, esto es algo que con dicha quisiera poder comunicar.
Pregunta:
Santo Padre, una pregunta sobre la política exterior. La esperanza de la paz en Oriente
Medio en las pasadas semanas se ha nuevamente debilitado. ¿Qué posibilidades ve usted
para la Santa Sede en relación a la actual situación? ¿Qué influencia puede ejercer
ésta en el desarrollarse de la situación en Oriente Medio?
Benedicto XVI: Naturalmente
no tenemos ninguna posibilidad política, y no queremos ningún poder político. Pero
queremos hacer un llamamiento a los cristianos y a todos aquellos que se sienten de
alguna manera interpelados por la palabra de la Santa Sede, para que sean movilizadas
todas las fuerzas que reconocen que la guerra es la peor solución para todos. No aporta
nada bueno para nadie, ni siquiera para los supuestos “vencedores”. En Europa lo sabemos
muy bien, como consecuencia de las dos Guerras Mundiales. La paz es lo que todos necesitan.
Existe una fuerte comunidad cristiana en el Líbano, hay cristianos también entre los
árabes, hay cristianos en Israel, y los cristianos de todo el mundo se empeñan por
estos países tan queridos a todos nosotros. Existen fuerzas morales listas a hacer
comprender que la única solución es que debemos vivir juntos. Estas son las fuerzas
que nosotros queremos movilizar: los políticos deben encontrar los caminos para que
esto pueda acontecer lo más pronto posible y sobre todo de forma duradera.
Pregunta:
Como Obispo de Roma usted es sucesor de san Pedro. ¿Cómo puede mostrarse en los tiempos
actuales el ministerio de Pedro? ¿Cómo ve usted la relación de tensión y equilibrio
entre el primado del Papa por una parte y la colegialidad de los obispos por otra?
Benedicto XVI: Una relación de tensión y equilibrio existe naturalmente, y
nosotros decimos que así debe ser. Multiplicidad y unidad deben siempre encontrar
nuevamente su relación recíproca, y esta relación debe incluirse de una manera siempre
nueva en las cambiantes situaciones del mundo. Hoy en día existe una nueva polifonía
de las culturas, en la cual Europa ya no es más la única que determina, sino que las
comunidades cristianas de los diversos continentes están adquiriendo su propio peso,
su propio color. Debemos aprender siempre de esta fusión de los diversos componentes.
Por esto hemos desarrollado diversos instrumentos; las llamadas “visitas ad limina”
de los obispos, que han existido siempre, son en la actualidad mucho más aprovechadas
para hablar con todas las instancias de la Santa Sede y también conmigo. Yo hablo
personalmente con cada obispo. Ya he hablado con casi todos los obispos de África
y con muchos de los de Asia. Ahora vendrán los de Europa central, Alemania, Suiza,
y en estos encuentros, en los que precisamente el centro y las afueras se encuentran
juntos en un intercambio franco, yo pienso que crezca la correcta relación recíproca
en esta tensión equilibrada. Además tenemos otros instrumentos, como el Sínodo, o
el Consistorio, que mantendré regularmente y que querría desarrollar. En ellos, aún
no teniendo un orden del día importantísimo, se discutirán juntos los problemas actuales,
intentando encontrar soluciones. Por un lado sabemos que el Papa no es un monarca
absoluto, pero tiene que –por decirlo de alguna forma- personificar la totalidad que
se une en escucha de Cristo. Pero la conciencia de la necesidad de una instancia unificadora,
que garantice también la independencia de las fuerzas políticas y que los “cristianismos”
no se identifiquen demasiado con la nacionalidad, esta conciencia precisamente, que
necesita de una tal instancia amplia y superior, que cree unidad en la integración
dinámica del todo, y por otro lado que acoja y promueva la multiplicidad, esta conciencia
es muy fuerte. Por eso creo que se trata una adhesión íntima al ministerio petrino
que se expresa en la voluntad de desarrollarlo ulteriormente, de forma que responda
tanto a la voluntad del Señor, como a las necesidades de los tiempos.
Pregunta:
Alemania como tierra de Reforma está marcada naturalmente y de forma particular por
las relaciones entre las distintas confesiones. Las relaciones ecuménicas son una
realidad sensible, que encuentra siempre nuevas dificultades. ¿Qué posibilidad ve
de mejorar la relación con la Iglesia evangélica, o qué dificultad ve en este camino?.
Benedicto
XVI: Quizá sea importante decir, antes que nada, que la Iglesia evangélica presenta
una notable variedad. En Alemania tenemos, si no me equivoco, tres comunidades principales:
Luteranos; Reformistas; y la Unión Prusiana. Además hoy se forman numerosas Iglesias
libres (Freikirchen) y, en el interior de las Iglesias clásicas, movimientos, como
la “Iglesia confesante” entre otras. Por lo tanto, se trata también de un conjunto
con muchas voces, con las cuales tenemos que entrar en diálogo en la búsqueda de unidad
con respecto a la multiplicidad de voces, y con las que quiero colaborar. Creo que
lo primero que hay que hacer es que en esta sociedad, todos juntos nos preocupemos
por hacer que sena claras, de encontrar y de traducir en hechos, las grandes directrices
éticas, para garantizar de este modo la consistencia ética de la sociedad, sin la
cual ésta no puede llevar a cabo las finalidades de la política, que son la justicia
para todos, una buena convivencia y la paz. En este sentido creo que ya se ha conseguido
mucho, que nosotros nos encontramos realmente unidos bajo un pilar cristiano común,
frente a los grandes desafíos morales. Naturalmente, después hay que testimoniar a
Dios en el mundo, que tiene dificultades a la hora de encontrarle, como ya hemos dicho,
y de hacer visible a Dios en el rostro humano de Jesucristo, y de ofrecer a los hombres
el acceso a esas fuentes, sin las cuales la moral se aridece y pierde sus referencias,
y también donar la felicidad, porque no estamos solos en este mundo. Sólo de este
modo nace la felicidad ante la grandeza del hombre, que no es un producto mal conseguido
de la evolución, sino imagen de Dios. Nos tenemos que mover en estos dos sentidos
–por decirlo de algún modo- el de las grandes referencias éticas, y el que muestra
–a partir del interior y orientándose hacía el- la presencia de Dios, de un Dios concreto.
Si lo hacemos, y sobre todo, si en todos nuestros agrupamientos singulares buscamos
no vivir la fe de forma industrial, sino a partir de raíces más profundas, entonces
quizá no lleguemos tan rápido a las manifestaciones externas de unidad, sino que maduraremos
hacia una unidad interior, que si Dios quiere un día llegará también a exteriorizarse. Pregunta:
Tema: la familia. Hace un mes usted estuvo en Valencia para celebrar el Encuentro
Mundial de las Familias. Quien ha escuchado con atención –como hemos intentado hacerlo
desde Radio Vaticana- se ha dado cuenta de que usted no ha pronunciado la palabra
“matrimonio homosexual”, no ha hablado de aborto, ni de contraconcepción. Atentos
observadores se han dicho: ¡Interesante!, evidentemente su intención es anunciar la
fe y no dar la vuelta al mundo como “apóstol de la moral”. ¿Nos puede hacer un comentario
al respecto?.
Benedicto XVI: Claro que sí. Sobre todo tengo que decir que tuve
solamente dos ocasiones de veinte minutos para hablar. Teniendo tan poco tiempo no
se puede abarcar todo. Sobre todo tenemos que saber qué es lo que queremos decir,
¿no es así?. Y el cristianismo, el catolicismo no es un cúmulo de prohibiciones, sino
una opción positiva. Y es muy importante que esto se vea nuevamente, ya que hoy esta
conciencia ha desaparecido casi completamente. Hemos oído tanto hablar de lo que no
está permitido que ahora hay que decir: Pero nosotros tenemos una idea positiva que
proponer; que el hombre y la mujer están hechos el uno para el otro, que la escala
–por decir de algún modo-: sexualidad, éros, ágape, indica las dimensiones del amor
y sobre este camino crece desde siempre el matrimonio, como encuentro entre un hombre
y una mujer, culmen de la felicidad y de la bendición, y después la familia, que garantiza
la continuidad entre generaciones, en la que las generaciones se reconcilian entre
ellas y en la que también las culturas se pueden encontrar. Por lo tanto, sobre todo
es importante poner de relieve lo que queremos. En segundo lugar, se puede ver después
también el porqué nosotros no queramos algo. Y yo creo que sea necesario ver y reflexionar,
ya que no se trata de una invención católica el hecho de que un hombre y una mujer
estén hechos el uno para el otro para que la humanidad continúe a vivir: lo saben
todas las culturas. En relación al aborto, no pertenece al sexto, sino al quinto mandamiento:
“No matarás”. Y esto tenemos que presuponerlo como obvio y tenemos que rebatir siempre
que: la persona humana inicia en el seno materno y permanece persona humana hasta
su último respiro. El hombre tiene que ser respetado siempre como hombre. Pero todo
esto queda más claro, si antes hemos explicado lo positivo.
Pregunta: Santo
Padre, mi pregunta se une en cierto modo a la del padre von Gemmingen. En todo el
mundo los creyentes esperan de la Iglesia católica respuestas a los problemas globales
más urgentes, como el SIDA y la superpoblación. ¿Por qué la Iglesia católica insiste
tanto sobre la moral en lugar de intentar soluciones concretas para estos problemas
cruciales de la humanidad, por ejemplo en el continente africano?
Benedicto
XVI: Ya, éste es el problema: ¿insistimos realmente tanto sobre la moral?. Yo diría
–cada vez estoy más convencido tras mi diálogo con los obispos africanos- que la cuestión
fundamental, si queremos dar pasos adelante en este sentido, se llama educación, formación.
El progreso puede ser progreso real sólo si sirve a la persona humana y si la propia
persona humana crece, no crece sólo su poder técnico, sino también su capacidad moral.
Y creo que el verdadero problema de nuestra situación histórica sea el desequilibrio
entre el crecimiento increíblemente rápido de nuestro poder técnico y el de nuestra
capacidad moral, que no crece de forma proporcional. Por eso la formación de la persona
humana es la verdadera receta, la llave de todo diría, y ésta es también nuestra vida.
Y esta formación tiene –para resumir- dos dimensiones. Sobre todo naturalmente tenemos
que aprender, adquirir saber, capacidad, “know-how” como se suele decir. En esta dirección
Europa, y en los últimos decenios América, han hecho mucho, y se trata de una cosa
importante. Pero si sólo se difunde el “know-how”, si sólo se enseña como se construyen
y se usan las máquinas, y como se emplean los métodos de contracepción, entonces no
hay que maravillarse de que al final nos encontremos con guerras y con epidemias de
SIDA. Porque nosotros necesitamos dos dimensiones: es necesaria al mismo tiempo la
formación del corazón –si me puedo expresar de este modo- con el que la persona humana
adquiere referencias y aprende también de este modo a usar correctamente su técnica.
Y esto es lo que estamos intentando hacer. En toda África, y también en muchos países
de Asia, tenemos una gran red de escuelas de todos los niveles, donde sobre todo se
puede aprender, adquirir verdadero conocimiento, capacidad profesional, y con ello
alcanzar autonomía y libertad. Pero en estas escuelas nosotros intentamos precisamente
comunicar no sólo el “know-how”, sino formar a personas humanas que quieran reconciliarse,
que sepan que tenemos que construir y no destruir, y que tenemos las referencias necesarias
para saber convivir. En gran parte de África, las relaciones entre musulmanes y cristianos
son ejemplares. Los obispos han formado comités comunes junto a los musulmanes para
ver como crear paz en las situaciones de conflicto. Y esta red de escuelas, de aprendizaje
y formación humana, que es muy importante, viene completada por una red de hospitales
y de centros de asistencia, que alcanzan de forma capilar a las aldeas más remotas.
Y en muchos lugares, a pesar de las destrucciones de la guerra, la Iglesia es la única
fuerza que ha permanecido intacta. ¡Ésta es una realidad!”. Es donde se cura, donde
se cura también el SIDA, y por otro lado se ofrece educación, que ayuda a establecer
relaciones justas con los demás. Por eso creo que se debería corregir la imagen según
la cual sembramos entorno a nosotros rígidos No. Justo en África se trabaja mucho,
para que las diferentes dimensiones de la formación se puedan integrar y así sea posible
la superación de la violencia y también de la epidemia, entre las que están también
la malaria y la tuberculosis.
Pregunta: Santa Padre, el cristianismo se ha
difundido por todo el mundo partiendo de Europa. Ahora, muchos piensan que el futuro
de la Iglesia se encuentra en los otros continentes. ¿Es verdad? O en otras palabras,
¿qué futuro tiene el cristianismo en Europa, donde parece que se está reduciendo a
asunto privado de una minoría?
Benedicto XVI: Sobre todo yo querría introducir
algún matiz. En realidad, como sabemos, el cristianismo nació en Oriente Próximo,
y durante mucho tiempo su desarrollo principal se quedó allí difundiéndose por Asia
mucho más de lo que nosotros pensamos tras los cambios traídos por el Islam. Por otro
lado, justo por este motivo su eje se trasladó sensiblemente hacia Occidente y Europa,
y Europa –estamos orgullosos y nos alegramos- ha desarrollado ulteriormente el cristianismo
en sus grandes dimensiones también intelectual y cultural. Pero creo que es importante
que recordemos a los cristianos de Oriente, ya que es el periodo en el que ellos,
que han sido siempre una minoría importante, en relación fructuosa con el contexto
circunstante, ahora emigren. Existe el peligro de que justo estos lugares que dieron
origen al cristianismo se queden sin cristianos. Pienso que debemos ayudar mucho para
que se puedan quedar. Pero ahora contesto a su pregunta. Europa se ha transformado
sin lugar a dudas en el centro del cristianismo y de su movimiento misionero. Hoy
los demás continentes, las otras culturas, entran con igual peso en el concierto de
la historia del mundo. De este modo crece el número de voces de la Iglesia, y este
es un bien. Es bueno que se puedan expresar los diferentes caracteres, los dones propios
de África, de Asia y de América, en particular de América Latina. Naturalmente todos
ellos tocados no sólo por la palabra del cristianismo, sino también por el mensaje
secular de este mundo, que lleva también a los demás continentes la prueba irrebatible
que hemos vivido en nosotros mismos. Todos los obispos del resto del mundo dicen:
todavía necesitamos a Europa, aunque si Europa es sólo una parte de un todo más grande.
Todavía tenemos la responsabilidad que nos da nuestra experiencia, de la ciencia teológica
que ha sido desarrollada aquí, de nuestra experiencia litúrgica, de nuestras tradiciones,
y también de las experiencias ecuménicas que hemos acumulado: todo esto es muy importante
también para los otros continentes. Por eso es necesario que nosotros no nos rindamos,
compadeciéndonos y diciendo: “Ya está, somos sólo una minoría, intentemos al menos
conservar nuestro número reducido”; sino que tenemos que conservar vivo el dinamismo,
abrir relaciones de intercambio, para que en consecuencia de ahí nos lleguen nuevas
fuerzas. Hoy hay sacerdotes indios y africanos en Europa, también en Canadá, donde
muchos sacerdotes africanos trabajan de modo muy intenso. Es un dar y recibir recíprocos.
Pero si nosotros en un futuro recibimos más, tendremos que continuar a dar con un
valor y un dinamismo crecientes.
Pregunta: Se trata de un argumento que ha
sido ya tocado, Santo Padre. Las sociedades modernas en las decisiones importantes
sobre política y ciencia no se orientan en valores cristianos y la Iglesia –lo sabemos
por las encuestas- está considerada la mayor parte de las veces sólo como una voz
que amonesta o que incluso frena. ¿La Iglesia no debería salir de esta posición defensiva
y asumir una actitud más positiva en lo relacionado al futuro y a su construcción?.
Benedicto
XVI: Diría que en cualquier caso tenemos nuestro deber de poner de relieve lo que
nosotros queremos de positivo. Y esto sobre todo tenemos que hacerlo a través del
diálogo de culturas y de religiones, ya que, como ya he dicho, el continente africano,
el alma africana y también el alma asiática están horrorizadas de la frialdad de nuestra
racionalidad. Es importante que vean que aquí no hay sólo esto. De forma recíproca
es importante que nuestro mundo laicista se de cuenta de que la fe cristiana no es
un impedimento, sino un puente para el diálogo con los otros mundos. No es justo pensar
que la cultura puramente racional, gracias a su tolerancia, tenga un acercamiento
más fácil a las otras religiones. Le falta en gran parte “el órgano religioso” y con
este el punto de enganche a partir del cual y hacia el cual los otros quieren entrar
en relación. Por eso debemos y podemos mostrar que justo por la nueva interculturalidad
en la que vivimos la pura racionalidad desenganchada de Dios no es suficiente, sino
que es necesaria una racionalidad más amplia, que ve a Dios en armonía con la razón,
y es consciente de que la fe cristiana que se ha desarrollado en Europa es también
un medio para hacer confluir juntas razón y cultura y para integrarlas también con
las acciones en una visión unitaria y comprensiva. En este sentido creo que tenemos
un gran deber, es decir, mostrar que esta Palabra, que nosotros poseemos, no pertenece
–por decirlo de algún modo- a los trastos de la historia, sino que es necesaria precisamente
hoy”.
Pregunta: Santo Padre hablemos de sus viajes. Usted está en el Vaticano,
posiblemente le cueste estar un poco lejos de la gente y separado del mundo, también
aquí en el bellísimo ambiente de Castelgandolfo. Pero usted dentro de poco tendrá
80 años. ¿Piensa, con la ayuda de Dios, poder realizar muchos viajes? ¿Tiene idea
de los que piensa realizar? ¿A Tierra Santa, Brasil? ¿Lo sabe?
Benedicto XVI:
Verdaderamente no estoy tan solo. Efectivamente existen – por decirlo de alguna manera
– las murallas que dificultan el acceso, pero hay una “familia pontificia”, todos
los días muchas visitas, en particular cuando estoy en Roma. Llegan obispos, otras
personas, hay visitas de Estado, de personalidades que quieren hablar conmigo también
personalmente y no solamente de cuestiones políticas. En este sentido hay una multiplicidad
de encuentros que gracias a Dios se me dan continuamente. Y es también importante
que la sede del Sucesor de Pedro sea un lugar de encuentro, ¿no es verdad? Desde el
tiempo de Juan XXIII, después el péndulo ha cambiado en otra dirección: son los papas
los que han comenzado a visitar. Debo decir que no me siento tan fuerte de apuntar
en la agenda muchos y grandes viajes, pero donde estos permiten dirigir un mensaje,
donde – digamos así – responden a un verdadero deseo, los quisiera hacer, con la “dosis”
que me es posible. Alguna cosa está ya prevista: el próximo año en Brasil hay un encuentro
del CELAM, el consejo Episcopal Latino Americano, y pienso que estar allí sea un paso
importante en el contexto de las vicisitudes que América del Sur está viviendo intensamente,
y para reforzar la esperanza que está viva en aquella región. Después quisiera ir
a Tierra Santa, y espero poder visitarla en tiempo de paz, y del resto veremos que
me reserva la Providencia. Pregunta: Permítame insistirle. Los austriacos hablan
también alemán y Le esperan en Mariazell.
Benedicto XVI: Si, ha sido concordado.
Yo lo he prometido sencillamente, de manera un poco imprudente. Es un lugar que me
ha gustado tanto que he dicho: Sí, volveré a la Magna Mater Austriae. Naturalmente
ésta se ha convertido inmediatamente en una promesa, que mantendré, y la mantendré
con gusto.
Pregunta: Insisto todavía. Yo Le admiro cada miércoles, cuando celebra
la audiencia general. Hay 50.000 personas. Debe ser cansino, muy cansino. ¿Usted consigue
resistir?
Benedicto XVI: Sí, el Buen Dios me da la fuerza necesaria. Y cuando
se ve la acogida cordial, naturalmente se queda uno animado.
Pregunta DW: Santo
Padre, usted acaba de decir que ha hecho una promesa un poco imprudente. Quiere decir
que a pesar de Su ministerio, con sus abundantes vínculos protocolarios, ¿No se deja
arrebatar su espontaneidad?
Benedicto XVI: De todas formas, yo lo intento.
Además, aunque las cosas puedan estar concretadas, yo quisiera conservar y realizar
también alguna cosa personal.
Pregunta: Santo Padre, las mujeres son muy activas
en las diversas funciones en la Iglesia católica. ¿Su aportación no quedaría más visible,
también, en lugares de mayor responsabilidad en la Iglesia?
Benedicto XVI:
Sobre este argumento naturalmente se reflexiona mucho. Como usted sabe, nosotros pensamos
que nuestra fe, la constitución del Colegio de los Apóstoles, nos obliga y no nos
permite conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres. Pero además no hay que pensar
que en la Iglesia la única posibilidad de tener un papel sea la de ser sacerdote.
En la historia de la Iglesia hay muchísimos deberes y funciones. Para comenzar las
hermanas de los Padres de la Iglesia, para llegar a la Edad Media, cuando grandes
mujeres han desarrollado un papel determinante, hasta la época moderna. Pensemos en
Ildegarda de Bingen, que con fuerza protestaba respecto a los obispos y del Papa;
a Catalina de Siena y a Brígida de Suecia. También en los tiempos modernos las mujeres
deben – y nosotros con ellas – buscar por decirlo de alguna manera su justo lugar.
Hoy, están bien presentes también en los Dicasterios de la Santa Sede. Pero existe
un problema jurídico: el de la jurisdicción, es decir el hecho que según el Derecho
Canónico el poder de tomar decisiones jurídicamente vinculantes va unido al Orden
sagrado. Desde este punto de vista hay límites, pero creo que las mismas mujeres,
con su empuje y su fuerza, con su superioridad, con aquella que definiría su “potencia
espiritual”, sabrán hacerse espacio. Y nosotros deberemos intentar ponernos a la escucha
de Dios, para que no seamos nosotros a impedirlo, es más nos alegramos de que el elemento
femenino obtenga en la Iglesia el pleno lugar de eficacia que le conviene, comenzando
por la Madre de Dios y de María Magdalena.
Pregunta: Santo Padre, en tiempos
más recientes se habla de una nueva fascinación del catolicismo. ¿De qué y de dónde
la vitalidad y la capacidad de futuro de esta institución por otra parte antiquísima?
Benedicto
XVI: Diría que ya todo el pontificado de Juan Pablo II ha impactado a los hombres
y les ha reunido. Aquello que ha ocurrido en ocasión de su muerte permanece como muy
especial históricamente: como cientos de miles de personas se dirigían disciplinadamente
hacia la Plaza de San Pedro, permanecían de pie por horas, y en lugar de desfallecer
resistían movidas por una fuerza interior. Y después, lo hemos revivido en ocasión
de mi pontificado y después en Colonia. Es muy hermoso que la experiencia de la comunidad
se convierta al mismo tiempo en una experiencia de fe, que se haga experiencia de
la comunidad no solamente en un lugar cualquiera, sino que esta experiencia se convierta
en más viva y de al catolicismo su luminosidad intensa precisamente allí donde son
los lugares de la fe. Naturalmente esto debe durar también en la vida cotidiana. Las
dos cosas deben ir juntas. Por una parte los grandes momentos, en los que se experimenta
que es hermoso estar aquí, que el Señor está presente y que nosotros formamos una
gran comunidad reconciliada más allá de todos los confines. Pero después desde aquí
es menester también coger el empuje, para resistir durante las fatigosas peregrinaciones
cotidianas, y vivir a partir de estos puntos luminosos y orientarse hacia ellos, y
saber invitar también a otros a formar parte de la comunidad en camino. Pero quiero
aprovechar esta ocasión para decir: yo me siento enrojecer por todo aquello que se
hace en preparación a mi visita, por todo aquello que la gente está haciendo. Mi casa
ha sido pintada nuevamente, una escuela profesional ha rehecho el recinto. El profesor
de religión evangélico ha colaborado para mi recinto. Estos son pequeños particulares,
pero son la señal de lo muchísimo que se hace. Todo esto lo encuentro extraordinario,
y no me refiero a mi mismo, lo considero signo de una voluntad de pertenecer a esta
comunidad en la fe y de servir todos a otro. Demostrar esta solidaridad y dejarse
inspirar en esto por el Señor: Es una cosa que me afecta y por ello quiero también
dar gracias de todo corazón.
Pregunta: Santo Padre, usted ha hablado de la
experiencia de la comunidad. Usted vendrá ahora a Alemania, ya por segunda vez tras
Su elección. En la Jornada Mundial de la Juventud, y posiblemente también, por otra
cuestión, por el campeonato mundial de fútbol, la atmósfera en un cierto sentido ha
cambiado. Se tiene la impresión de que los alemanes se hayan convertido en más abiertos
al mundo, más tolerantes, más alegres. ¿Qué cosa desea Usted todavía para nosotros
los alemanes?
Benedicto XVI: Diría que naturalmente con el final de la segunda
Guerra Mundial comenzó una transformación interior de la sociedad alemana, también
la mentalidad alemana, que ha sido reforzada además por la reunificación. Nosotros
nos hemos inserido mucho más profundamente en la sociedad mundial y naturalmente hemos
sido transformados por esta mentalidad. Y de esta forma salen a la luz también aspectos
del carácter alemán del que antes los demás desconocían. Y posiblemente hemos sido
caracterizados un poco como si todos fuéramos siempre disciplinados y reservados,
cosa que también tiene su fundamento. Pero si ahora se ve mejor aquello que todos
estamos viendo, lo encuentro hermoso: los alemanes no solamente son reservados, puntuales
y disciplinados, también son espontáneos, alegres y hospitalarios. Esto es muy bonito.
Y esto deseo: que estas virtudes crezcan todavía, y que reciban empuje y permanencia
también en la fe cristiana.
Pregunta: Santo Padre, su Predecesor ha declarado
beatos y santos a un grandísimo número de cristianos. Algunos piensan, que demasiados.
Aquí mi pregunta: las beatificaciones y las canonizaciones aportan a la Iglesia algo
de nuevo, sólo si las personas pueden ser consideradas como verdaderos modelos. Alemania
da relativamente pocos santos y beatos respecto a otros países. ¿Se puede hacer algo
para que esta dimensión pastoral se desarrolle, y para que la necesidad de beatificaciones
y canonizaciones den un verdadero fruto pastoral?
Benedicto XVI: Al inicio
yo también era de la idea de que la gran cantidad de beatificaciones casi nos aplastase
y que a lo mejor era necesario elegir más figuras que entrasen más claramente en nuestra
conciencia. Entre tanto he descentralizado las beatificaciones, para que se hagan
más visibles estas figuras en los lugares específicos a los que estas pertenecen.
Quizá un santo de Guatemala no interesa en Alemania y viceversa, uno de Altötting
quizá no interesa en Los Ángeles, ¿no es así?. Además creo que esta descentralización
sea afín a la colegialidad del episcopado, con su estructura colegial, y que sea una
cosa oportuna justamente para poner de relieve que los diferentes países tienen sus
propias figuras y que estas son eficaces en particular en sus propios países. También
he observado, que estas beatificaciones en diferentes lugares, tocan a innumerables
personas y que la gente dice: “¡Finalmente es uno de nosotros!” y va a él y vuelve
inspirada. El beato pertenece a ellos, y nosotros estamos contentos de que haya muchos.
Y si gradualmente también nosotros, con el desarrollo de la sociedad mundial, les
conocemos mejor, es hermoso. Pero sobre todo es importante que también en este campo
exista la multiplicidad y por eso es importantísimo que también nosotros en Alemania
aprendamos a conocer a nuestras propias figuras y a alegrarnos de ellas. Cerca de
estas están las canonizaciones de las figuras más grandes, que son de relieve para
toda la Iglesia. Yo diría que cada Conferencia episcopal debería elegir, debería ver
que es apto para nosotros, que nos transmite realmente algo y deberían volverse visibles
estas figuras –no demasiado numerosas- que dejan una profunda impresión. Pueden hacerlo
a través de la catequesis, la predicación, quizá se podrían presentar también a través
de una película. Puedo imaginarme películas muy hermosas. Yo naturalmente sólo conozco
muy bien a los Padres de la Iglesia: una película sobre Agustín, también una sobre
Gregorio Nacianceno y su particular figura, su escapar continuo de las responsabilidades
cada vez mayores que le venían asignadas etc.… Hay que estudiar: no existen sólo situaciones
desagradables entorno a las cuales hablan tantas películas nuestras, sino que hay
figuras maravillosas de la historia, que no son para nada aburridas, y que son de
gran actualidad. Por último, hay que intentar no cargar demasiado a la gente, y hacer
visible para muchos las figuras que son actuales y que nos inspiran.
Pregunta:
¿Historias en las que haya también humor? En 1989 en Munich se le hizo entrega de
la condecoración del Kart Valentin Orden. ¿Qué papel juega en la vida de un Papa el
humor y la ligereza del ser?.
Benedicto XVI: (ríe) Yo no soy un hombre al que
le vengan en mente continuamente chistes. Pero saber ver también el aspecto divertido
de la vida y la dimensión feliz y no tomarse todo de forma trágica, esto lo considero
muy importante, y diría que es también necesario para mi ministerio. Un escritor dijo
que los ángeles pueden volar porque no se toman demasiado en serio. Y nosotros quizá
podríamos volar un poco más, sino nos diéramos tanta importancia.
Pregunta:
Cuando se tiene un deber tan importante como el suyo, Santo Padre, se viene de forma
natural observado. Los demás hablan de usted. Y leyendo, me sorprendió lo que dicen
muchos observadores, que el Papa Benedicto es una personalidad diferente del cardenal
Ratzinger. ¿Cómo se ve a si mismo?, si me puedo permitir hacerle esta pregunta.
Benedicto
XVI: He sido ya seccionado en diferentes ocasiones: como profesor durante un primer
periodo y el periodo intermedio, como cardenal primero y en el periodo sucesivo. Ahora
llega una nueva división. Naturalmente las circunstancias y las situaciones y también
los hombres influyen, ya que se asumen responsabilidades diferentes. Pero –digamos
así- mi personalidad fundamental y mi visión fundamental han crecido, pero en todo
aquello que es esencial se han quedado idénticas, y yo me alegro de que ahora se pongan
de relieve aspectos, que antes nadie notaba.
Pregunta: ¿Se podría decir qué
su deber le gusta, qué no es un peso para usted?
Benedicto XVI: Esto sería
decir demasiado, porque en realidad es cansado, pero de todas formas intento encontrar
la felicidad también en esto.
Conclusión (Bellut – ZDF): También en nombre
de mis compañeros le agradezco muy sinceramente esta entrevista, en esta primicia
mundial. Estamos orgullosos de su próxima visita a Alemania, en Baviera. ¡Hasta pronto!.