Viernes,
4 ago (RV).- Hoy hablaremos del miedo, una emoción que se puede moldear a través de
la educación, la cultura e incluso el medio ambiente que nos rodea. El miedo puede
ir desde el terror intenso, que inmoviliza o paraliza emocional y físicamente, hasta
una ligera aprensión. El miedo tiene como función la de alertarnos, ponernos en
guardia y hasta llega a protegernos de algún peligro real. Gracias a él sobrevivimos
como especie. Nos permite reconocer situaciones que nos pueden poner en peligro. Nuestro
cuerpo sufre cambios a nivel físico y hormonal al encontrarnos en una situación de
miedo: nuestro corazón palpita más fuerte, nos sudan las manos y a nivel hormonal
producimos, entre algunas hormonas, la adrenalina. Sentimos miedo frente al fracaso,
al rechazo, a las pérdidas y mucho miedo frente a los cambios. Con todos estos ejemplos
nos damos cuenta que el miedo nos acompaña a través de nuestra vida y madurez manifestándose
en ocasiones cuando tenemos incertidumbres sobre nuestras relaciones, nuestra vida
futura; es decir cuando sentimos inseguridad. Esa sensación hace que evitemos
a toda consta los cambios, que evitemos las confrontaciones, que huyamos de los compromisos,
que nos encerremos como en urnas de cristal para no arriesgarnos frente a lo desconocido,
que incluso al amor le cerremos la puerta por el miedo al fracaso o la frustración.
El miedo, así como nos previene y alerta del peligro, a veces se convierte en un límite
a lo que somos y deseamos ser. Para manejar el miedo es importante reconocer y
aceptar que se tiene miedo a algo, a una situación o a veces es una persona la que
nos produce miedo. Una vez reconocidos los síntomas –físicos y psicológicos-, pasamos
entonces a reconocer a qué le tememos. La mayoría de las veces nos cuesta mucho reconocer
exactamente a qué le tememos miedo, porque se juntan varias situaciones y circunstancias.
Pero es muy importante tratar de analizarlo para poder resolver esa situación. Incluso
nuestra mente nos ayuda a hacer más difícil la situación de lo que en realidad es.
Si sentimos que estamos frente a una posible amenaza es mejor estar claros qué es
lo peor que nos puede pasar en esa situación, ello nos va preparando para manejar
la situación y sus consecuencias de una manera más productiva e inteligente. Cuando
tenemos miedo nuestro sistema se bloquea y no podremos pensar ni actuar con lo mejor
que tenemos. La incertidumbre es la experiencia más común que experimentamos con
respecto al miedo, y este sentimiento se presenta de manera cotidiana, lo sentimos
cuando nos cruzamos en la calle con un desconocido, cuando no tenemos todos los elementos
para tomar una decisión, cuando nos sentimos presionados por el tiempo, por la cantidad
de información y de acontecimientos que no permiten que con claridad pensemos y decidamos.
La familia está llamada a atender conjuntamente estas situaciones, particularmente
frente a los adolescentes y los niños, para que ellos no sólo aprendan a controlar
y dominar sus temores, sino que puedan enfrentarlos de la mejor manera. Desde una
pesadilla, hasta el no querer asistir a la escuela, son síntomas de que algo puede
estar pasando. Para los adolescentes el miedo a los cambios, a las nuevas situaciones,
puede ocasionar temor expresado de muchas maneras. La comunicación permanente
y abierta es el mejor antídoto frente al miedo, porque en ella se expresan y reconocen
los temores, pero también la solidaridad de la familia, el acompañamiento, y la orientación.
Y esto es importante cuando se es niño, pero también cuando pasamos por la adolescencia,
y más aún en la edad adulta.