Ante la dramática situación en Oriente Medio, el Papa subraya la misión de los cristianos
de impulsar la paz testimoniando que la «violencia se vence con el amor y la caridad,
gracias al mensaje de esperanza y de no-violencia de Jesucristo»
Lunes, 24 (jul).- Ante la dramática situación en Oriente Medio, los cristianos tenemos
la misión de impulsar la paz y de testimoniar al mundo que la «violencia se vence
con el amor y la caridad, gracias al mensaje de esperanza y de no-violencia de Jesucristo».
Esta fue la nueva apremiante exhortación de Benedicto XVI para implorar de Dios el
don de la paz en de la jornada mundial que él mismo convocó para el día de ayer.
Precisamente
en momentos como éste, ante la dramática situación en Oriente Medio, los cristianos
tenemos la misión de impulsar la paz y de testimoniar al mundo que la «violencia se
vence con el amor y la caridad, gracias al mensaje de esperanza y de no-violencia
de Jesucristo». Esta era la nueva y apremiante exhortación de Benedicto XVI en la
tarde de ayer, cuando acudió a la iglesita de Rehemes Saint George, que se encuentra
en el Parque del Gran Paraíso, en el valle italiano de Aosta, para implorar de Dios
el don de la paz en esta atormentada región, en el marco de la jornada mundial que
él mismo convocó para el día de ayer.
Tras lamentar la falta de reconciliación,
la perduración de la violencia y las guerras entre cristianos, musulmanes y judíos,
en un mundo todavía lleno de enemistad, el Santo Padre hizo hincapié en que «Cristo
es nuestra paz». Él que «reconcilió los unos a los otros, judíos y paganos, uniéndolos
en su Cuerpo, Él superó la enemistad en su Cuerpo, en la Cruz. Con su muerte superó
la enemistad y nos unió a todos en su paz». Benedicto XVI destacó la importancia de
confiar en el mensaje cristiano de la esperanza: «Tenemos que encomendarnos a este
amor divino que vence la violencia. Encomendarnos quiere decir entrar de forma activa
en este amor divino. Participar en este trabajo de pacificación para ser como dice
el Señor - bienaventurados los pacificadores - los que construyen la paz, porque ellos
son hijos de Dios».
Una vez más, Benedicto XVI recordó que «la reconciliación
y el sacrificio de amor que Jesús presenta a la humanidad no se han quedado sin frutos
y sin resultado». «Lo demuestra la realidad de la comunión de la Iglesia universal,
de todos los pueblos», pues «la red de la Comunión Eucarística que trasciende las
fronteras de las culturas, de las civilizaciones, de los pueblos y de los tiempos»
- «esta comunión, estas ‘las islas de paz’ en el cuerpo de Cristo», representan «las
fuerzas de paz en el mundo». Desde siempre, y los grandes santos lo demuestran, en
los peores momentos de la historia humana, el amor cristiano ha construido oasis de
paz, respondiendo a la violencia con «la forma humilde del amor divino. Con la Cruz
y no con un imperio más fuerte». En particular, los cristianos tenemos que llevar
nuestro amor a todos los que sufren... en ellos está Cristo: «Tenemos que llevar nuestro
amor a todos los que sufren sabiendo que el juez del juicio último se identifica con
los que sufren, por lo tanto todo lo que hacemos en favor de los que sufren lo hacemos
al juez último de nuestra historia. Esto es lo importante en este momento, debemos
llevar esta victoria suya al mundo, participando activamente en su caridad».
Benedicto
XVI señaló que «en el mundo multicultural y ‘multireligioso’ de hoy, algunos piensan
que sería mejor para la paz no hablar demasiado de la especificidad del cristianismo,
es decir de Jesús, de la Iglesia y de los Sacramentos. Sino que habría que destacar
las cosas que podrían ser más o menos comunes. Pero no es verdad»: «Precisamente ahora,
ante el gran abuso del nombre de Dios, tenemos necesidad del Dios que vence con la
Cruz. Que vence no con la violencia, sino con su Amor. Justo en este momento tenemos
necesidad del rostro de Cristo para conocer el verdadero rostro de Dios y brindar
así reconciliación y luz a este mundo, junto con el amor y con el mensaje de amor,
con todo lo que podemos hacer por los que sufren en este mundo, tenemos que testimoniar
también a este Dios, para la victoria de Dios, precisamente en la no violencia, de
su Cruz».