2006-07-05 15:36:41

Audiencia general: el Papa denuncia el continuo derramamiento de sangre inocente en el mundo y pide las oraciones de los fieles para que el corazón del hombre deje de albergar odio, desprecio y vejación


Miércoles, 5 jul (RV).- Benedicto XVI ha denunciado esta mañana el continuo derramamiento de sangre inocente en el mundo “porque en el corazón del hombre, a menudo y con más frecuencia demora el odio, el desprecio y la vejación”. En su saludo a los peregrinos polacos el Papa ha aprovechado la tradicional celebración de la preciosísima Sangre de Cristo durante el mes de julio para lamentar cómo en el mundo, continuamente viene derramada la sangre humana inocente. El Papa ha denunciado que en lugar del amor evangélico los corazones de los hombres demasiado a menudo albergan sólo odio y ha pedido la oración de los fieles para “que la humanidad contemporánea experimente la fuerza de la Sangre de Cristo versada en la Cruz para nuestra salvación”.

Un miércoles más, Benedicto XVI siguiendo la galería de retratos de los 12 Apóstoles elegidos directamente por Jesús, ha centrado la catequesis de la Audiencia General de hoy en la figura de otro importante miembro del colegio apostólico: Juan, hijo de Zebedeo, y hermano de Santiago. Su nombre, típicamente hebreo, significa “el Señor ha dado su gracia”. San Juan forma parte del grupo reducido de apóstoles que Jesús lleva consigo en determinadas ocasiones.

Está junto a Pedro y Santiago cuando Jesús en Cafarnaún entra en casa de Pedro para curar a su suegra; con los otros dos sigue también al Maestro en casa de Jairo donde resucitará a su hija; está con Jesús cuando sube a la montaña para ser transfigurado; lo encontramos asimismo a su lado en el Monte de los Olivos, cuando delante de la imponencia del Templo de Jerusalén pronuncia su discurso sobre el final de la ciudad y del mundo; y finalmente, está al lado del Maestro cuando en el huerto de Getsemaní se retira para rezar al Padre antes de la Pasión. Poco antes de Pascua, cuando Jesús elige a dos discípulos para que preparen la sala para la cena, a él y a Pedro confiará esta tarea.

Esta posición destacada en el grupo de los Doce, hace comprensible aquella escena que lleva a la madre de Juan y de Santiago a pedir a Jesús que sus dos hijos puedan sentarse uno a la derecha y el otro a su izquierda en el Reino de los Cielos. Jesús le responde haciéndole a su vez una pregunta. Le dice si sus dos hijos estarán dispuestos a beber del cáliz que Él está por beber. Es decir, si estarán dispuestos a seguirle, a ser sus testigos hasta el final. Benedicto XVI ha recordado que “no podemos callar lo que hemos visto y escuchado”. “Esta franqueza en confesar la propia fe es un ejemplo y un aviso para todos nosotros en el estar siempre dispuestos a declarar con decisión nuestra inquebrantable adhesión a Cristo”.

Según la tradición Juan es el discípulo predilecto, que apoya la cabeza el pecho del maestro en la última cena, se encuentra a los pies de la Cruz junto a la Madre de Jesús y es el testigo de la Tumba vacía y al mismo tiempo de la presencia del Resucitado. Dejando dirimir a los exegetas la cuestión de la discusión de la predilección, el Papa dice: “el Señor desea hacer de cada uno de nosotros un discípulo que vive una personal amistad con Él”. Para realizar esto “basta seguirlo y escucharlo; es necesario vivir con Él y como Él”.

En los apócrifos Hechos de Juan el Apóstol, viene presentado no como fundador de Iglesias o guía de comunidades, sino en continuo camino como comunicador de la fe en el encuentro con “almas capaces de esperar y ser salvadas”. De hecho en la Iglesia Oriental es llamado el Teólogo, es decir, aquel capaz de hablar en términos accesibles de las cosas divinas.

El culto de Juan se afirmó a partir de la ciudad de Efeso, donde, según una antigua tradición, habría vivido. Y allí murió en edad muy avanzada en época del emperador Trajano. En Efeso, el emperador Justiniano, en el siglo VI, hizo construir en su honor una gran basílica de la que quedan aún imponentes ruinas. Y es precisamente en Oriente donde Juan gozó y goza todavía de gran veneración.

En la iconografía bizantina viene a menudo representado muy anciano y en acto de intensa contemplación, en una postura que invita al silencio. Esto explica porqué hace años, el patriarca Ecuménico de Constantinopla Atenágoras, aquel que abrazó al Papa Pablo VI en un memorable encuentro había afirmado: “Juan está en el origen de nuestra más alta espiritualidad”. “Que el Señor -ha terminado diciendo Benedicto XVI- nos ayude a entrar en la escuela de Juan para aprender la gran lección del amor, para sentirnos amados por Jesús hasta el final y dar nuestra vida por Él”.

Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua presentes en la Plaza de San Pedro: RealAudioMP3

Queridos hermanos y hermanas:

 
Hoy recordamos al apóstol Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Su nombre significa “el Señor ha dado su gracia”. Formó parte del reducido grupo que Jesús llevaba consigo en determinadas ocasiones. Esto hace comprensible que su madre le pidiese a Jesús que sus dos hijos, pudiesen sentarse uno a la derecha y otro a su izquierda en el Reino.

 
En la Iglesia de Jerusalén ocupó un puesto relevante. Para Pablo es una de las “columnas” de la comunidad. Ante el Sanedrín afirma: “No podemos dejar de hablar de aquello que hemos visto y oído”. Esta confesión de fe es una invitación para todos nosotros a confesar decididamente nuestra firme adhesión a Cristo, anteponiendo la fe a todo interés humano.

 
Según la tradición, Juan es el “discípulo predilecto”. De esto podemos concluir otra importante lección: el Señor desea hacer de cada uno de nosotros un discípulo que viva una amistad personal y una confianza total con Él. Para ello no basta seguirlo y escucharlo exteriormente; es necesario también vivir con Él y como Él.

 
Saludo a los peregrinos de España y Latinoamérica, especialmente a los miembros de la Escolanía del Temple de la Sagrada Familia de Barcelona, y a los feligreses de las parroquias de Santo Domingo de Guzmán, de Valmojado, España, y Sagrada Familia de Bayamón, Puerto Rico. Que el Señor os ayude a aprender del apóstol Juan la gran lección de amor: sentirnos amados por Cristo “hasta el fin” y gastar nuestra vida por Él.


Y como siempre, el Santo Padre, al final de la audiencia, se ha dirigido a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Ayer, celebramos la memoria litúrgica del beato Piergiorgio Frassati. Que su ejemplo de fidelidad a Cristo suscite en vosotros, queridos jóvenes, propósitos de valiente testimonio evangélico. Que a vosotros, queridos enfermos, os ayude a ofrecer los sufrimientos cotidianos, para que en el mundo se realice la civilización del amor. Y que a vosotros, queridos recién casados, os sostenga en el compromiso de poner los fundamentos de vuestra familia, en intima unión con Dios.

Mi pensamiento de augurio se dirige, ha dicho finalmente el Papa, a cuantos participan en el Simposio sobre la salvaguarda de lo creado, que tendrá lugar próximamente en Brasil. “Deseo que tan importante iniciativa, querida por el patriarca de Constantinopla Bartolomé I, contribuya a promover un respeto cada vez mayor por la naturaleza, confiada por Dios a las manos trabajadoras y responsables del hombre.







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