Audiencia general: el Papa denuncia el continuo derramamiento de sangre inocente en
el mundo y pide las oraciones de los fieles para que el corazón del hombre deje de
albergar odio, desprecio y vejación
Miércoles, 5 jul (RV).- Benedicto XVI ha denunciado esta mañana el continuo derramamiento
de sangre inocente en el mundo “porque en el corazón del hombre, a menudo y con más
frecuencia demora el odio, el desprecio y la vejación”. En su saludo a los peregrinos
polacos el Papa ha aprovechado la tradicional celebración de la preciosísima Sangre
de Cristo durante el mes de julio para lamentar cómo en el mundo, continuamente viene
derramada la sangre humana inocente. El Papa ha denunciado que en lugar del amor evangélico
los corazones de los hombres demasiado a menudo albergan sólo odio y ha pedido la
oración de los fieles para “que la humanidad contemporánea experimente la fuerza de
la Sangre de Cristo versada en la Cruz para nuestra salvación”.
Un miércoles
más, Benedicto XVI siguiendo la galería de retratos de los 12 Apóstoles elegidos directamente
por Jesús, ha centrado la catequesis de la Audiencia General de hoy en la figura de
otro importante miembro del colegio apostólico: Juan, hijo de Zebedeo, y hermano de
Santiago. Su nombre, típicamente hebreo, significa “el Señor ha dado su gracia”. San
Juan forma parte del grupo reducido de apóstoles que Jesús lleva consigo en determinadas
ocasiones.
Está junto a Pedro y Santiago cuando Jesús en Cafarnaún entra en
casa de Pedro para curar a su suegra; con los otros dos sigue también al Maestro en
casa de Jairo donde resucitará a su hija; está con Jesús cuando sube a la montaña
para ser transfigurado; lo encontramos asimismo a su lado en el Monte de los Olivos,
cuando delante de la imponencia del Templo de Jerusalén pronuncia su discurso sobre
el final de la ciudad y del mundo; y finalmente, está al lado del Maestro cuando en
el huerto de Getsemaní se retira para rezar al Padre antes de la Pasión. Poco antes
de Pascua, cuando Jesús elige a dos discípulos para que preparen la sala para la cena,
a él y a Pedro confiará esta tarea.
Esta posición destacada en el grupo de
los Doce, hace comprensible aquella escena que lleva a la madre de Juan y de Santiago
a pedir a Jesús que sus dos hijos puedan sentarse uno a la derecha y el otro a su
izquierda en el Reino de los Cielos. Jesús le responde haciéndole a su vez una pregunta.
Le dice si sus dos hijos estarán dispuestos a beber del cáliz que Él está por beber.
Es decir, si estarán dispuestos a seguirle, a ser sus testigos hasta el final. Benedicto
XVI ha recordado que “no podemos callar lo que hemos visto y escuchado”. “Esta franqueza
en confesar la propia fe es un ejemplo y un aviso para todos nosotros en el estar
siempre dispuestos a declarar con decisión nuestra inquebrantable adhesión a Cristo”.
Según la tradición Juan es el discípulo predilecto, que apoya la cabeza el
pecho del maestro en la última cena, se encuentra a los pies de la Cruz junto a la
Madre de Jesús y es el testigo de la Tumba vacía y al mismo tiempo de la presencia
del Resucitado. Dejando dirimir a los exegetas la cuestión de la discusión de la predilección,
el Papa dice: “el Señor desea hacer de cada uno de nosotros un discípulo que vive
una personal amistad con Él”. Para realizar esto “basta seguirlo y escucharlo; es
necesario vivir con Él y como Él”.
En los apócrifos Hechos de Juan el Apóstol,
viene presentado no como fundador de Iglesias o guía de comunidades, sino en continuo
camino como comunicador de la fe en el encuentro con “almas capaces de esperar y ser
salvadas”. De hecho en la Iglesia Oriental es llamado el Teólogo, es decir, aquel
capaz de hablar en términos accesibles de las cosas divinas.
El culto de Juan
se afirmó a partir de la ciudad de Efeso, donde, según una antigua tradición, habría
vivido. Y allí murió en edad muy avanzada en época del emperador Trajano. En Efeso,
el emperador Justiniano, en el siglo VI, hizo construir en su honor una gran basílica
de la que quedan aún imponentes ruinas. Y es precisamente en Oriente donde Juan gozó
y goza todavía de gran veneración.
En la iconografía bizantina viene a menudo
representado muy anciano y en acto de intensa contemplación, en una postura que invita
al silencio. Esto explica porqué hace años, el patriarca Ecuménico de Constantinopla
Atenágoras, aquel que abrazó al Papa Pablo VI en un memorable encuentro había afirmado:
“Juan está en el origen de nuestra más alta espiritualidad”. “Que el Señor -ha terminado
diciendo Benedicto XVI- nos ayude a entrar en la escuela de Juan para aprender la
gran lección del amor, para sentirnos amados por Jesús hasta el final y dar nuestra
vida por Él”.
Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo
Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua presentes en la Plaza de San
Pedro:
Queridos
hermanos y hermanas:
Hoy recordamos al apóstol Juan,
hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Su nombre significa “el Señor ha dado su gracia”.
Formó parte del reducido grupo que Jesús llevaba consigo en determinadas ocasiones.
Esto hace comprensible que su madre le pidiese a Jesús que sus dos hijos, pudiesen
sentarse uno a la derecha y otro a su izquierda en el Reino.
En
la Iglesia de Jerusalén ocupó un puesto relevante. Para Pablo es una de las “columnas”
de la comunidad. Ante el Sanedrín afirma: “No podemos dejar de hablar de aquello que
hemos visto y oído”. Esta confesión de fe es una invitación para todos nosotros a
confesar decididamente nuestra firme adhesión a Cristo, anteponiendo la fe a todo
interés humano.
Según la tradición, Juan es el “discípulo
predilecto”. De esto podemos concluir otra importante lección: el Señor desea hacer
de cada uno de nosotros un discípulo que viva una amistad personal y una confianza
total con Él. Para ello no basta seguirlo y escucharlo exteriormente; es necesario
también vivir con Él y como Él.
Saludo a los peregrinos
de España y Latinoamérica, especialmente a los miembros de la Escolanía del Temple
de la Sagrada Familia de Barcelona, y a los feligreses de las parroquias de Santo
Domingo de Guzmán, de Valmojado, España, y Sagrada Familia de Bayamón, Puerto Rico.
Que el Señor os ayude a aprender del apóstol Juan la gran lección de amor: sentirnos
amados por Cristo “hasta el fin” y gastar nuestra vida por Él.
Y como
siempre, el Santo Padre, al final de la audiencia, se ha dirigido a los jóvenes, a
los enfermos y a los recién casados. Ayer, celebramos la memoria litúrgica del beato
Piergiorgio Frassati. Que su ejemplo de fidelidad a Cristo suscite en vosotros, queridos
jóvenes, propósitos de valiente testimonio evangélico. Que a vosotros, queridos enfermos,
os ayude a ofrecer los sufrimientos cotidianos, para que en el mundo se realice la
civilización del amor. Y que a vosotros, queridos recién casados, os sostenga en el
compromiso de poner los fundamentos de vuestra familia, en intima unión con Dios.
Mi
pensamiento de augurio se dirige, ha dicho finalmente el Papa, a cuantos participan
en el Simposio sobre la salvaguarda de lo creado, que tendrá lugar próximamente en
Brasil. “Deseo que tan importante iniciativa, querida por el patriarca de Constantinopla
Bartolomé I, contribuya a promover un respeto cada vez mayor por la naturaleza, confiada
por Dios a las manos trabajadoras y responsables del hombre.