LA FAMILIA, TRANSMISORA DE LA FE Catequesis preparatorias para el V Encuentro
Mundial de las Familias en Valencia, España
La piedad popular
Aunque
la liturgia es la cumbre a la que tiende toda la actividad de la Iglesia y la fuente
de donde mana toda su fuerza, no agota toda su actividad ni la vida espiritual de
los fieles. Liturgia es celebración donde damos culto a Dios como hijos agradecidos,
y donde celebramos los ritos conmemorativos de la historia de la salvación, historia
de nuestros padres, y nuestra propia salvación. El rito actualiza aquellos momentos
importantes, que aun perteneciendo al pasado se hacen presentes en nuestra vida. Pero
nuestra vida sigue, nuestra época es distinta, tenemos otros gustos y otras formas,
y por eso, la Iglesia, además de la participación en la liturgia, fomenta y recomienda
celebraciones y otros ejercicios de piedad popular.
La Iglesia, unas veces,
asume sin más ciertas manifestaciones que brotan de la genuina experiencia de la fe
y religiosidad del pueblo cristiano; otras debe purificarlas de omisiones, acentuaciones
excesivas o incluso de manifestaciones supersticiosas.
He aquí la pregunta
catequética: ¿Por qué tiene importancia la piedad popular en la vida cristiana? ¿No
es algo de poco valor? La experiencia secular de la Iglesia atestigua que este
tipo de piedad ha producido abundantes frutos de vida cristiana en las familias y
en los pueblos. Apoyada por esta experiencia y la luz del Espíritu Santo, la Iglesia
cree que esta piedad puede seguir prestando grandes servicios a una fe verdaderamente
inculturada, según la diversidad de los pueblos y continentes. Cada uno podría
recordar aquí cuáles son las manifestaciones de la piedad popular que más le ayudan,
incluso aquellas que menos le ayudan y que habría que corregir o cambiar, y después
comentarlo con el sacerdote y con otros amigos.
La piedad popular tiene múltiples
manifestaciones a lo largo del curso del Año Litúrgico, especialmente durante la Cuaresma,
Semana Santa y el Triduo Pascual. Durante el Tiempo Ordinario son múltiples las manifestaciones
en torno a la Virgen María, los fieles difuntos y los Santos. Forman parte inseparable
de esta piedad las peregrinaciones, las romerías a los santuarios, la visita a los
cementerios, las procesiones, etcétera.
La familia cristiana ha estado muy
vinculada con estas manifestaciones de piedad, especialmente con las peregrinaciones
y romerías a los santuarios marianos, algunos de los cuales son mundialmente famosos;
y ha trasmitido estas costumbres de padres a hijos.
Todavía hoy no son pocas
las familias cristianas que acuden con sus hijos a los santuarios de la Virgen y allí,
además de realizar sus devociones, reciben los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.
Cabría
en este momento otra pregunta para la reflexión, y para intentar cambiar los excesos
piadosos ¿Lleva la piedad popular a exaltar a María y a los Santos por encima de Dios?
La respuesta que si María es la Madre de Dios y patrona de nuestro pueblo o ciudad,
sin embargo es mediadora entre Dios y nosotros, y la más grande intercesora; como
los santos también son nuestros modelos y nuestros protectores.
Junto a estas
manifestaciones, existen otras más cotidianas, como la bendición de la mesa en las
comidas, el rezo del santo rosario en familia, la bendición de las casas o de los
vehículos, la romería al santuario de la Patrona, la petición de la lluvia o la protección
frente a las calamidades públicas, etc.
Puesto que la fe ha informado estas
costumbres y prácticas religiosas, es conveniente que los padres continúen viviéndolas
y trasmitan a los hijos ese espíritu sencillo y recio, de vivir sus relaciones con
Dios en medio de las situaciones de su vida, no sólo extraordinarias sino más comunes.
Además,
la fuerza de estas prácticas ha ejercido y ejerce una gran labor en la identidad de
los pueblos y en la expresión externa de la fe profesada. Cuando tales manifestaciones
se traducen en expresión social, se convierten en testimonio gozoso de la propia fe
para los no creyentes y estímulo para los débiles.
Oración por la familia:
Dios Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo
a los ojos de tu pueblo: concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas
y unidos por los lazos del amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar
del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.