El Papa exhorta a los miembros de la Pontificia Academia Eclesiástica a ser testigos
de Cristo y portadores de su Evangelio de amor, capaz de renovar los corazones y de
hacer plenamente humana la convivencia de los pueblos del mundo
Viernes, 2 jun (RV).- Sed testigos de Cristo y portadores de su Evangelio de amor,
capaz de renovar los corazones y de hacer plenamente humana la convivencia de los
pueblos del mundo. Esta ha sido la exhortación del Santo Padre en su audiencia del
Papa a la Academia Eclesiástica que forma cultural y teológicamente a los sacerdotes
del servicio diplomático de la Santa Sede.
En su audiencia a los miembros
de la Pontificia Academia Eclesiástica Benedicto XVI ha reiterado, esta mañana, la
importancia de esta institución, que es comunidad de oración y en la que se brinda
la formación humana, cultural y teológica que requieren los sacerdotes que desarrollan
el servicio diplomático de la Santa Sede, en las Nunciaturas Apostólicas o en la Secretaría
de Estado.
Tras manifestar su cordial bienvenida a los alumnos de esta Academia,
encabezados por su presidente, el arzobispo español Justo Mullor García, el Papa ha
destacado su aprecio por esta institución y el importante servicio de transmitir a
las Iglesias y a los pueblos del mundo el testimonio solícito del Pontífice: «Vuestra
visita me ofrece la oportunidad de expresaros la atención con la cual sigo vuestra
Academia. En ella os preparáis con empeño y entrega a ese particular modo de ejercer
el ministerio sacerdotal que es el servicio a la Santa Sede. Es un servicio importante
porque se propone hacer llegar a las Iglesias particulares y a las naciones de todo
el mundo el testimonio de la solicitud del Sucesor de Pedro».
Misión ésta que
requiere una preparación adecuada y, en primer lugar, el impulso que sólo puede dar
una comunidad de oración. En constante, fiel e intensa relación con Dios, centrada
en la Eucaristía cotidiana, ha recordado Benedicto XVI, exhortando luego a los miembros
de la Pontificia Academia Eclesiástica a hacer que el sacramento eucarístico sea
cada día «el centro vital, el manantial y la raíz de todas sus actividades». En estos
años de formación y en el futuro, cuando desarrollen su ministerio sacerdotal al servicio
de la Santa Sede en distintos países, testimoniando a Cristo como portadores de su
Evangelio de amor:
«En efecto, vuestra acción será eficaz en la medida en que
os esforcéis en ser testigos de Cristo. Verdad que ilumina y orienta el camino de
los pueblos. Sed, pues, portadores de su Evangelio de amor, capaz de renovar los corazones
y de hacer plenamente humana la convivencia en cada sociedad. Sólo si permanecéis
fieles a vuestra vocación podréis brindar un servicio válido a la Sede Apostólica».
Y
además de ser escuela de oración, esta Pontificia Academia quiere ser lugar de auténtica
formación humana y teológica, ha insistido el Papa. Pues «hoy más que nunca es indispensable
una sólida cultura, que prevea, junto con la necesaria formación teológica, una profundización
en la doctrina perenne de la Iglesia y de las líneas directrices de la actividad de
la Santa Sede, en ámbito eclesial e internacional».
Aún más, Benedicto XVI
ha puesto de relieve que esta Academia, que tiene más de tres siglos de historia,
debe seguir siendo un lugar de comunión. Característica que sus alumnos que provienen
de los cinco continentes perciben de forma especial, al tener la posibilidad de residir
en Roma, donde se manifiesta la catolicidad, es decir la universalidad de la Iglesia.
Experiencia
que deberán aplicar luego, cuando desarrollen su ministerio sacerdotal en otros países,
cuando - como ha exhortado el Papa a los alumnos de esta institución - deberán «comprender,
amar, sostener y alentar a todas las comunidades cristianas, para ser por doquier
fieles servidores del carisma de Pedro, que es carisma de unidad y de cohesión para
todo el conjunto eclesial».
En este contexto, Benedicto XVI los ha alentado
también a hacer todo lo posible para que su estancia en esta Academia transcurra en
verdadera fraternidad sacerdotal, impulsando la maduración del sentido pastoral de
la comunión y de la unidad. Y abriendo, cada vez más sus mentes y corazones a la universalidad
de la Iglesia, para superar toda tentación de particularismo e individualismo.