El Papa recuerda al nuevo embajador español el derecho de los padres a que sus hijos
reciban una educación acorde con sus propios valores y creencias, sin discriminaciones
ni exclusiones
Sábado, 20 may (RV).- “La Iglesia proclama sin reservas el derecho primordial a la
vida, desde su concepción hasta su ocaso natural, el derecho a nacer, a formar y vivir
en familia, sin que ésta se vea suplantada u ofuscada por otras formas o instituciones
diversas”. En su audiencia esta mañana al nuevo embajador de España ante la Santa
Sede, Francisco Vázquez, Benedicto XVI ha recordado “la Iglesia insiste en el derecho
inalienable de las personas a profesar sin obstáculos, tanto pública como privadamente,
la propia fe religiosa, así como el derecho de los padres a que sus hijos reciban
una educación acorde con sus propios valores y creencias, sin discriminación o exclusión
explícita o encubierta”.
Benedicto XVI ha recibido esta mañana en el Vaticano
al nuevo Embajador de España ante al Santa Sede con motivo de la presentación de sus
cartas credenciales. El Santo Padre en su discurso le ha pedido, en primer lugar,
que transmita a las autoridades de su país sus mejores deseos de prosperidad y de
bien espiritual para ellos y todos los españoles, a los que tiene, le ha dicho, muy
presentes en sus plegarias. Seguidamente Benedicto XVI, ha recordado al nuevo embajador,
las impresiones que tiene de España tras visitarla varias veces cuando era cardenal:
He
tenido ocasión de visitar varias veces su país, del cual guardo un recuerdo muy grato,
tanto por la amabilidad de las personas con quienes me he encontrado, como por la
abundancia y alto valor de las numerosas obras de arte y expresiones culturales diseminadas
por su geografía. Es un patrimonio envidiable, que denota una brillante historia,
imbuida profundamente de valores cristianos y enriquecidos también por la vida de
eximios testigos del Evangelio, dentro y fuera de sus fronteras. Este patrimonio comprende
obras en las que sus creadores han plasmado sus ideales y su fe. Si esto se ignorara
o acallara, perdería buena parte de su atractivo y significado, pero seguirían siendo,
por decirlo así, «piedras que hablan».
Después el Papa ha abordado las multiseculares
relaciones diplomáticas entre España y la Santa Sede, subrayando el camino trazado
por los Acuerdos suscritos entre el Estado Español y la Santa Sede:
“Reflejan
el vínculo constante del pueblo español con la fe católica. La gran vitalidad que
la Iglesia ha tenido y tiene en su país es como una invitación especial a reforzar
dichas relaciones y fomentar la colaboración estrecha entre ella y las instituciones
públicas, de manera respetuosa y leal, desde las respectivas competencias y autonomía,
con el fin de lograr el bien integral de las personas que, siendo ciudadanos de su
patria, son también en gran medida hijos muy queridos de la Iglesia. Un camino importante
para esta cooperación está trazado por los Acuerdos suscritos entre el Estado Español
y la Santa Sede para garantizar a la Iglesia Católica «el libre y público ejercicio
de las actividades que le son propias y en especial las de culto, jurisdicción y magisterio»
(art. I del primer Acuerdo, 3 de enero de 1979).
También el Santo Padre ha
recordado, al embajador español, que la Iglesia impulsa a los creyentes a que amen
la justicia y participen honestamente en la vida pública o profesional con sentido
de respeto y solidaridad, para «promover orgánica e institucionalmente el bien común»
(Encíclica Deus caritas est, 29). Y que asimismo la Iglesia está comprometida en la
promoción y defensa de los derechos humanos, por la alta consideración que tiene de
la dignidad de la persona en su integridad, en cualquier lugar o situación en que
se encuentre. Pone todo su empeño, con los medios que le son propios, en que ninguno
de esos derechos sea violado o excluido, tanto por parte de los individuos como de
las instituciones. De esta manera se lo ha recordado al embajador Francisco Vázquez:
La
Iglesia proclama sin reservas el derecho primordial a la vida, desde su concepción
hasta su ocaso natural, el derecho a nacer, a formar y vivir en familia, sin que ésta
se vea suplantada u ofuscada por otras formas o instituciones diversas. A este respecto,
el Encuentro Mundial de las Familias, que tendrá lugar próximamente en territorio
español, en Valencia, y que espero con ilusión, me dará oportunidad de celebrar la
belleza y la fecundidad de la familia fundada en el matrimonio, su altísima vocación
y su imprescindible valor social.
Y ante los obstáculos que puedan encontrarse
los creyentes para profesar la propia fe y el derecho de los padres a que sus hijos
reciban una educación acorde con sus creencia, siempre sin discriminaciones, el Papa
ha insistido al nuevo embajador sobre la enseñanza de la religión católica en las
escuelas públicas.
La Iglesia insiste también en el derecho inalienable de
las personas a profesar sin obstáculos, tanto pública como privadamente, la propia
fe religiosa, así como el derecho de los padres a que sus hijos reciban una educación
acorde con sus propios valores y creencias, sin discriminación o exclusión explícita
o encubierta. A este propósito, es para mí un motivo de satisfacción constatar la
gran demanda de la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas españolas,
lo cual significa que la población reconoce la importancia de dicha asignatura para
el crecimiento y formación personal y cultural de los jóvenes. Esta importancia para
el desarrollo de la personalidad del alumno es el principio básico del Acuerdo entre
el Estado español y la Santa Sede sobre la enseñanza y asuntos culturales, en el cual
se establece que la enseñanza de la religión católica se impartirá «en condiciones
equiparables a las demás disciplinas fundamentales» (art. 2).
Dentro de su
misión evangelizadora, ha dicho Benedicto XVI, la Iglesia tiene también como tarea
propia la acción caritativa, la atención a cualquier necesitado que espera una mano
amiga, fraterna y desinteresada que alivie su situación. En la España de hoy, como
en su larga historia, este aspecto se manifiesta particularmente fecundo por sus numerosas
obras asistenciales, en todos los campos y con gran amplitud de miras. Y, puesto que
esta labor no se inspira en estrategias políticas o ideológicas (cf. Encíclica Deus
caritas est, 31,b; 33), encuentra en su camino personas e instituciones de cualquier
procedencia, sensibles también al deber de socorrer al desvalido, quienquiera que
sea. Basándose en este «deber de humanidad», la colaboración en el campo de la asistencia
y ayuda humanitaria ha conseguido muchos logros, y es de esperar que se fomente cada
vez más.
Benedicto XVI ha concluido su discurso al Embajador de España ante
la Santa Sede reiterándole sus mejores deseos en el desempeño de la alta misión que
se le ha encomendado, para que las relaciones entre España y la Santa Sede se refuercen
y progresen, reflejando el respeto y el entrañable afecto de tantos españoles por
el Papa. También espero, le ha dicho, que su estancia en Roma sea fecunda en experiencias
humanas, culturales y cristianas, y usted y su distinguida familia se sientan como
en su casa, aunque sin olvidar las hermosas tierras del extremo occidental de Europa,
de donde provienen, y en las que arraigó muy pronto el Evangelio, cuya difusión después,
bajo el patrocinio del apóstol Santiago, contribuyó a promover y mantener vivas las
raíces cristianas de Europa y que se haga intérprete de sus sentimientos a Sus Majestades
los Reyes de España y a las Autoridades de tan noble Nación.