2006-05-13 15:56:01

La Santísima Trinidad y la Familia


LA FAMILIA, TRANSMISORA DE LA FE
Catequesis preparatorias para el
V Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, España


La Santísima Trinidad y la Familia
De nuevo con ustedes para reflexionar juntos las catequesis preparadas por el Pontificio consejo para la Familia, con motivo del encuentro que tendrá lugar en Valencia la primera semana de Julio.
Vamos a tratar un tema de profundidad teológica, como es el que nos propone la segunda catequesis:
“El misterio de Dios, Uno y Trino, se encuentra en el centro mismo de la familia cristiana”.
¿Qué quiere decir esta frase? Si la traducimos en palabras vulgares sólo quiere decir esto: que una familia es una unidad, pero compuesta por varios miembros. Es la misma sangre, los rasgos nos hacen parecidos, nos alimentamos en la misma mesa, jugamos juntos y sufrimos juntos. Esta es la unidad; aunque cada uno tenga un nombre distinto y sus particularidades, sus gustos, sus rarezas… formamos parte de la misma familia.
Esto mismo lo confesamos en la Santísima Trinidad:
“Gracias a la Revelación, podemos profesar que Dios Padre en toda la eternidad engendra al Hijo, que el Hijo es engendrado y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo como Amor sempiterno de ambos. Las tres Personas divinas, por tanto, son eternas e iguales entre sí; así mismo la vida y felicidad de Dios es participada totalmente por cada una de ellas y, en consecuencia, siempre es necesario venerar la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad”
Es verdad que nuestras palabras, aunque sean de teólogos muy expertos, nunca podrán desvelar el misterio que esconde la Trinidad. Pero sí podemos decir que Jesucristo, el que está en el seno del Padre, pero que al mismo tiempo es el Hijo de Dios encarnado, es quien nos ha manifestado ese plan de Dios sobre los hombres: que como hijos también nosotros participemos de de ese amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
El mismo Jesucristo sugiere una cierta semejanza entre las Personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad, cuando ruega al Padre que "todos sean uno como nosotros también somos uno". Esta semejanza muestra que el hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega de sí mismo a los demás. Esta semejanza con Dios, por la autoentrega, la unidad y el amor, es la perfección de la familia”.


El misterio de la familia divina lo vemos personificado de una forma más cercana a nosotros, en la Sagrada Familia de Jesús, María y José. La familia humana modelo para todos nosotros.
En un mundo como el nuestro, en el que se relativizan los valores más fundamentales, no es raro encontrar familias rotas, matrimonios enfrentados, malos tratos a mujeres y a los niños. Por eso tomamos como modelo a la familia de Nazaret, en ella lo que priva es el respeto mutuo, la búsqueda de la voluntad de Dios, la entrega por el servicio… Esto es lo que subraya la catequesis familiar:
“El matrimonio, que implica una entrega total de los esposos entre sí y de los padres para con los hijos, es, por ello, un perfecto reflejo de la comunión trinitaria. Por eso, la dinámica de la vida en familia ha de manifestar esta unión íntima entre las Personas divinas”.
No es moneda común hoy, aceptar que la felicidad nos llegue por la entrega y la generosidad. Es más fácil pensar en diversiones de los sentidos, en la distracción exterior. Pero si reflexionamos un poco enseguida vemos que nunca la felicidad nos llega desde el exterior. Parece más fácil y demasiadas voces nos lo proponen, ser feliz dejándose llevar por el instinto. Como nos recuerda insistentemente el Papa Benedicto XVI, en su reciente Encíclica, el deseo de felicidad buscado por un camino indisciplinado no es elevación, sino caída, degradación del hombre. Necesitamos disciplina y purificación para dar al hombre, no el placer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar en cierta manera lo más alto de su existencia, esa felicidad a la que tiende todo nuestro ser.


Queridos amigos, nos falta reflexionar y rezar juntos, interesarnos unos por otros y querernos unos a otros, celebrar juntos tantos motivos y ocasiones que se nos presentan a lo largo de nuestras vidas. Por eso les proponemos rezar con la Oración por la familia:
Dios Padre todopoderoso que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio; concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su Unidad todopoderosa. Por Jesucristo nuestro Señor.








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