Mayo: intención general para el Apostolado de la oración
Lunes, 8 may (RV).- «Para que la riqueza de dones que el Espíritu dispensa a la Iglesia
contribuya al crecimiento de la paz y la justicia en el mundo». Es la intención general
que nos dejó el Siervo de Dios Juan Pablo II para el Apostolado de la oración de este
mes de mayo. Paz y justicia en el mundo, dos de las cuestiones que preocuparon constantemente
al Santo Padre, que invocaba infatigablemente estos dones preciosos para la humanidad.
Como en su último discurso al cuerpo diplomático ante la Santa Sede, el 10 de enero
de 2005.
Cuando faltaban menos de tres meses a su retorno a la casa del Padre,
Juan Pablo II destacaba que «la paz es uno de los grandes desafíos que enfrenta hoy
la humanidad, pues este bien supremo es condición para la consecución de otros muchos
bienes esenciales».
«La paz es el sueño de todas las generaciones», enfatizaba,
añadiendo luego que «la guerra es una pesadilla que provoca víctimas inocentes y
origina otros muchos males». «La falta de paz provoca injusticias, que a su vez alimentan
los conflictos haciendo crecer el muro que nos separa de la paz», advertía también
Juan Pablo II. Tras señalar que son muchos los medios que la comunidad internacional
posee para alcanzar la paz, el Pontífice destacaba asimismo que «para construir una
paz verdadera y duradera en nuestro planeta ensangrentado, es necesaria una fuerza
de paz que no retroceda ante ninguna dificultad. Una fuerza que el hombre por sí solo
no consigue alcanzar ni conservar: es un don de Dios... Cristo vino precisamente para
ofrecerla al hombre... Dios ama al hombre y quiere para él la paz. Nosotros estamos
invitados a ser instrumentos activos de la misma, venciendo al mal con el bien».
Reflexionando
sobre esta intención general de Juan Pablo II para el Apostolado de la Oración, el
Pontificio Consejo Justicia y Paz, recuerda que, según el magisterio de la Iglesia
y su doctrina social, «la paz exige, en primer lugar, la conversión del corazón como
presupuesto para la renovación de los sistemas». Como se lee en Catecismo de la Iglesia
Católica (2304) «La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el
equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra sin la salvaguardia
de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto
de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad.
Es la ‘tranquilidad del orden (San Agustín, De civitate Dei 19,13). Es obra de la
justicia (cf Is 32,17) y efecto de la caridad (cf GS 78)».
Así pues, la Paz:
es un don del amor de Dios, obtenida para nosotros por Jesucristo y que se nos comunica
como fruto del Espíritu Santo, para recibirla se necesita una sincera adhesión al
Señor. Es un acto propio y específico de caridad (cf Compendio de la doctrina social
de la Iglesia, 494), porque la caridad destruyendo el pecado, reconcilia al hombre
con Dios y con el prójimo, al contrario, el origen de los conflictos es el egoísmo;
requiere el reconocimiento de la dignidad humana de cada persona (cf Juan Pablo II,
Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1995 I/4-5); y «no se construye solamente
con la política y con el equilibrio de las fuerzas y de los intereses, sino con el
espíritu, con las ideas, con las obras de la paz» (Pablo VI, Discurso ante la ONU,
4 de octubre de 1965, 7/2).
El Pontificio Consejo Justicia y paz evoca asimismo
las enseñanzas del beato Juan XXIII y de los Siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo
II y las sintetiza con estas palabras: «La visión cristiana de la paz no descuida
que la justicia, el desarrollo y la solidaridad son tres valores de los cuales no
puede prescindir el perfil de una paz que se desea para nuestros tiempos, para nuestro
mundo». (cfr pacem in terris, parte III – Populorum Progressio, 76 – Centesimus annus,
5 y Sollicitudo rei socialis, 39).
Hoy, ante tantos desafíos y tan desafiantes
conflictos, odios e injusticias, es necesaria - señala también Benedicto XVI - una
gran y verdadera obra educativa para la paz, a fin de crear una nueva mentalidad universal
de convivencia humana... Obra educativa que comienza con educar en la oración por
la paz, en la liturgia sacramental y en la espiritualidad de la paz... Sin olvidar
nunca el papel de la familia como gran educadora para la vida social, la vida moral
y como agente fundamental para un futuro de paz...