2006-05-06 15:51:54

Reflexiones en familia


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Viernes, 5 may (RV).- En diversas ocasiones hemos hablado de la violencia intrafamiliar, insistiendo en sus consecuencias, la manera como afecta de manera individual y grupal a todo en núcleo familiar, y lo peor es que se extiende cada vez más, con la complicidad del miedo de las víctimas que no denuncian en la mayoría de las ocasiones a sus agresores.

Hoy volvemos a insistir en el tema, porque en diversos países de América Latina la violencia intrafamiliar registra cifras preocupantes y es preciso que ante ello estemos atentos, tomemos las medidas necesarias, seamos cooperantes con las víctimas de la violencia para romper los ciclos de agresión y atropello que se viven en tantos hogares.

Ninguna agresión se justifica al interior de la familia, ni entre esposos, ni entre padres e hijos. Caer en una situación de violencia realmente es fácil, generalmente se empieza con abuso psicológico o emocional, denigrando a la persona, para pasar a los gritos o los celos, y después a la violencia física e incluso sexual.

Sin duda, la manera más efectiva de ayudar a una persona que se encuentra inmersa en una situación de violencia intrafamiliar es a través de la comunicación franca y abierta, que genere confianza y permita que se haga efectiva la ayuda en caso de ser necesaria.

Durante la etapa inicial de la relación entre Juana y Miguel empezaron a aparecer algunas señales que ella decidió ignorar. "Cuando empezamos a salir, un día estaba borracho y me dijo que si yo lo engañaba, me iba a matar y que iba a matar a mi familia. Pero yo pensé, 'está borracho, no sabe lo que dice', así que no pensé que fuera malo", recuerda Juana.

Una vez casados, la violencia y las amenazas se volvieron algo cotidiano. "Dejó de ser cariñoso conmigo, subraya Juana. Me empezó a gritar, me empujaba, me pegaba, me dejaba marcas en los brazos".

Mientras esto pasaba cuando estaban solos, en público Juana ocultaba lo que ocurría. "Yo hablaba con él y me decía: 'perdóname por lo que te hice anoche, voy a cambiar, te quiero', y yo pensaba, pues a lo mejor si cambia esta vez".

Lejos de mejorar, la situación se ponía más tensa. Miguel se negaba a trabajar; él hablaba con otras chicas, pero se enojaba si su esposa hablaba con cualquier otra persona, y conforme avanzaba el embarazo de su primer hijo se ponía más violento, la empujaba y la celaba.

Sin lugar a dudas todas estas manifestaciones son señales típicas de abuso y maltrato –primero psicológico y luego físico- que sólo pueden empeorar la situación familiar, y en casos donde la víctima no tiene a quién acudir, o teme ser hostigada si se va con un familiar, es peor, por ello cada vez existen más albergues donde las víctimas de agresiones y violencia intrafamiliar pueden hospedarse y alejarse de la situación.

La búsqueda de ayuda no solamente significa tomar medidas de castigo contra la persona agresora, significa sobre todo para la víctima reconocer inicialmente que no merece ser tratada mal, que tiene derecho a tener una relación saludable, en el marco del respeto mutuo.
Es importante romper los patrones de agresiones y violencia, sobre todo cuando hay hijos presenciando la violencia, porque está comprobado que quienes crecen en un hogar violento generarán a su vez hogares violentos.

Un clima de agresiones, de maltratos, insultos, golpes es un ambiente en el que definitivamente el amor no florece, tampoco hay espacio para la felicidad y menos para la armonía, condiciones esenciales para un hogar vinculado por el amor y que es el espacio fundamental donde se forman las bases esenciales del ser humano.

Textos: Alma García
Locución: Alina Tufani Díaz








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