Miércoles, 3 may (RV).- “El mes de mayo nos estimula a pensar y a hablar de modo particular
de Ella. En efecto, este es su mes. Así pues, el período del año litúrgico, y el corriente
mes llaman e invitan nuestros corazones a abrirse de manera singular a María” (Juan
Pablo II, Mayo 1979)
Con estas palabras un recién electo Juan Pablo II evocaba
en este mes de mayo a María, a quien tantas veces pidió su intercesión. Nosotros en
el programa de hoy queremos rendirle también este pequeño homenaje.
Aconteció
en Roma, una hermosa noche de Mayo a fines del siglo XVIII. Un niño pobre reunió a
sus compañeros y los guió a una estatua de María, a cuyos pies ardía una lámpara según
costumbre de esa santa ciudad. Ahí, esas voces frescas cantaron la Letanía de Nuestra
Señora. El pequeño grupo se volvió a reunir al día siguiente. Esta vez los acompañaban
más niños. La siguiente vez las mamás se unieron a la pequeña asamblea. Pronto nuevos
grupos se formaron y la devoción se popularizó rápidamente. Así fue fundado el Mes
de María.
“Es el mes en que, en los templos y en las casas particulares, sube
a María desde el corazón de los cristianos el más ferviente y afectuoso homenaje de
su oración y veneración –como señalaba Pablo VI- Es también el mes en el que desde
su trono descienden hasta nosotros los dones más generosos y abundantes de la Divina
Misericordia”.
Por este motivo los cristianos, que queremos estar siempre cerca
de María, le ofrecemos algo especial durante el mes de mayo: romerías, visitas a alguna
iglesia dedicada a la Virgen, pequeños sacrificios en su honor, ofrecimiento del estudio
o del trabajo bien acabado o el rezo más atento del Santo Rosario. Precisamente
en este mes de mayo conmemoramos a Nuestra Señora de Fátima, el próximo día 13. La
devoción de la Virgen de Fátima tiene su origen en la apariciones de la Virgen a tres
pastorcitos en Cova de Iria, cerca de Fátima (Portugal): Lucia, Jacinta, y Francisco.
La primera aparición sucedió el 13 de mayo de 1917. Se les apareció sobre una encina
prometiéndole hacerlo siempre allí cada 13 de los meses siguientes, hasta octubre,
pidiéndoles que rezaran por la paz en el mundo. Otra conmemoración importante es
la del 8 de mayo: Nuestra Señora de Luján.
En 1630, Antonio Farías de Sáa,,
un portugués residente en Argentina, pidió a un amigo que le enviase desde Brasil
una imagen de la Purísima y Limpia Concepción de María, para entronizarla en la capilla
de su estancia. El amigo cumplió el encargo y mando dos imágenes acondicionadas
en sendos cajoncitos: una de la Inmaculada y otra de la Madre de Dios. La carreta
que las transportaba acampó después de dos días de marcha, cerca de río Luján, al
norte de la actual ciudad de Pilar. A la mañana siguiente, al querer reanudar la marcha,
los bueyes no fueron capaces de poner en movimiento la carreta, a pesar de los esfuerzos,
pudiendo solo moverse cuando fue quitada una de las cajas que contenía una de las
Vírgenes de la carreta. Al abrirla descubrieron la imagen de la Purísima y Limpia
Concepción de María. Los viajeros percibieron que era una señal del cielo, y acataron
la voluntad de la Virgen de ser venerada en ese lugar. La condujeron a la vivienda
más cercana: la casa de la familia de Don Rosendo, entronizándola en un humilde oratorio;
confiándola al Negro Manuel, quien cumplió su cometido hasta la muerte (1685). Al
enterarse del milagroso suceso muchos fueron los que acudieron a venerar la imagen. Y
con este reportaje de la importancia de la Madre Dios en este mes de mayo les dejamos
que reflexionen sobre su importancia en nuestras vidas, como la tuvo durante toda
la vida de Juan Pablo II.