2006-04-28 15:31:00

En su mensaje a la Congregación para las Causas de los Santos el Papa resalta la necesidad de agilizar los procedimientos, conservando y garantizando la solidez de las investigaciones


Jueves, 27 abr (RV).- Los santos son «los verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, de esperanza y de amor». Con estas palabras de su primera Encíclica, Dios es Amor, Benedicto XVI saluda en un mensaje al cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y a todos los que participan en la sesión plenaria de este dicasterio.

Reiterando que desde sus comienzos la Iglesia dedica gran honor a la memoria y al culto de los santos, el Papa recuerda que, precisamente por ello, a lo largo de los siglos ha dedicado y sigue dedicando también «una atención cada vez más vigilante a los procedimientos que conducen a los Siervos de Dios a los honores de los altares».

En este mensaje, el Santo Padre se refiere a la «Instrucción para el desarrollo de la investigación diocesana en las Causa de los Santos», documento dirigido a los obispos diocesanos, realizado por la misma Congregación y que constituye el primer tema de la plenaria. Confirmando todo lo establecido en dicho documento y todo lo que se ha aplicado hasta el momento en lo que respecta a la evaluación de los candidatos a los honores de los altares, Benedicto XVI hace hincapié en la necesidad de que se establezca realmente «una sólida y difundida fama de santidad, así como el reconocimiento de los milagros o del martirio».

«El milagro en las Causas de los Santos», el Santo Padre expresa su deseo de que se profundice en éste que es el segundo tema de los trabajos de la misma Congregación. Teniendo en cuenta la tradición de la Iglesia, la Teología actual y los logros más acreditados de la ciencia, «hay que tener en cuenta claramente también que la práctica constante de la Iglesia establece la necesidad de un milagro físico y que no basta un milagro moral», recomienda Benedicto XVI, señalando luego el tercer tema, el que se refiere «al martirio, don del Espíritu y patrimonio de la Iglesia de toda época».

Así como es necesario contar con pruebas indiscutibles sobre la disposición al martirio, como efusión de la sangre, también es indispensable que surja con certeza directa o indirecta el «odio a la fe», por parte del persecutor. Evocando las numerosas intervenciones y documentos de sus predecesores, en especial a Benedicto XIV y al siervo de Dios Juan Pablo II, el Papa pone de relieve luego la necesidad de dar mayor agilidad a los procedimientos, sin dejar por ello de conservar y garantizar la solidez de las investigaciones.

El Mensaje finaliza recordando el papel de los Obispos en lo que respecta a las Causas de los santos, y la decisión del mismo Papa de subrayar, con las diferentes celebraciones, la diferencia substancial entre la beatificación y la canonización. De forma que en los ritos de beatificación se implique más visiblemente a las Iglesias particulares, quedando en firme que sólo al Romano Pontífice le compete conceder el culto a un Siervo de Dios.







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