El Papa advierte que los niños y jóvenes son a menudo los primeros en experimentar
y sufrir las consecuencias «del eclipse de amor y de esperanza» de la sociedad actual
Viernes, 28 abr (RV).- Los niños y los jóvenes son a menudo los primeros en sufrir
las consecuencias «del eclipse de amor y de esperanza» que se verifica en la sociedad
actual que olvida a Dios. En su mensaje a la plenaria de la Pontificia Academia para
las Ciencias Sociales, Benedicto XVI exhorta a impulsar el testimonio cristiano y
la solidaridad intergeneracional para construir juntos la civilización del amor.
Los
niños y los jóvenes son a menudo los primeros en experimentar y sufrir las consecuencias
«del eclipse de amor y de esperanza» que se verifica en la sociedad actual. Una sociedad
que olvida a Dios y la inalienable dignidad humana de toda persona, hecha precisamente
a imagen y semejanza de Dios. Lo recuerda Benedicto XVI en un Mensaje a la presidenta
de la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales, profesora Mary Ann Glendon,
con motivo de la duodécima sesión plenaria que esta insigne Academia celebra a partir
de hoy y hasta el próximo martes en el Vaticano.
Poniendo de relieve el tema
elegido para estos trabajos, «¿Juventud que desaparece? Solidaridad para con los niños
y los jóvenes en una época de turbulencia» Benedicto XVI recuerda que ciertos informes
demográficos indican la «urgente necesidad» de reflexionar sobre esta realidad del
mundo de hoy. Es decir, ante un aumento de la población según estadísticas abiertas
a distintas interpretaciones, en lo que se suele coincidir a «nivel planetario» es
en que hay «dos tendencias significativas que se enlazan entre sí». Por un lado, «un
aumento de la esperanza de vida y, por otro, una disminución de los índices de natalidad».
Es
decir, que ante el envejecimiento de las sociedades, numerosas naciones carecen de
un número suficiente de jóvenes para renovar sus respectivas poblaciones, señala el
Papa, añadiendo luego que si bien esta situación nace de «múltiples y complejas causas,
a menudo de carácter económico, social y cultural», no se pueden olvidar «las raíces
morales y espirituales, enlazadas con un preocupante déficit de fe, esperanza e, incluso,
amor». Quizás, advierte el Santo Padre, la carencia de amor creativo, que supera todo
egoísmo y que tiende a la eternidad es la razón por la cual hoy muchas parejas deciden
no casarse, fracasan tantos matrimonios o disminuyen tan significativamente los índices
de natalidad.
Lamentando que a menudo los niños y los jóvenes en lugar de sentirse
amados y protegidos, en el mejor de los casos, apenas se sienten tolerados, Benedicto
XVI recuerda también que el mundo de los adultos no les ofrece la adecuada dirección
moral que ellos necesitan ante las dificultades de la edad de la niñez y juvenil.
Perjudicando seriamente, de este modo, su desarrollo intelectual y espiritual. En
un mundo envuelto en los procesos rápidos de la globalización – insiste el Santo
Padre – los menores están expuestos únicamente a visiones materialistas en lo que
respecta al universo, a la vida y a la dignidad humana en su plenitud».
Y,
puesto que los niños y los jóvenes son generosos, idealistas y abiertos a lo trascendente,
Benedicto XVI hace hincapié en que ante todo necesitan estar rodeados de amor y crecer
en una sana ecología humana. Necesitan comprender que no han llegado a este mundo
por casualidad, sino como un don que forma parte del plan divino de amor. En este
contexto, el Papa recuerda la responsabilidad de los padres, de los educadores y de
los líderes de las comunidades. Pues tienen que ser fieles a la llamada que han recibido
sin renunciar nunca a su deber de brindar a los niños y a los jóvenes la capacidad
de saber elegir un proyecto de vida que tienda a los valores que conducen a la felicidad
auténtica. Es decir que sepan distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre el bien
y el mal, entre la justicia y la injusticia, entre el mundo real y el mundo de la
‘realidad virtual’.
En su denso mensaje, el Papa exhorta a los participantes
en esta sesión plenaria de la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales a profundizar
en estos temas, con particular referencia al verdadero significado y alcance de la
libertad humana. Pues cuando falta o cuando es menospreciada esta condición indispensable
para el auténtico desarrollo humano, los jóvenes heridos se sienten impulsados a la
rebelión, desviándose así su inmenso y generoso potencial humano.
Benedicto
XVI destaca también el deber de los cristianos de testimoniar activamente el Evangelio
con sus propias vidas, sin olvidar nunca las dimensiones filosófica y teológica de
estos temas. Y la necesidad de considerar la fundamental oposición entre el pecado
y la gracia, que abraza todos los demás conflictos que atormentan el corazón humano.
Es decir, «la lucha entre el error y la verdad, entre vicio y virtud, entre rebelión
y cooperación, y entre guerra y paz». El Papa exhorta a impulsar el testimonio cristiano
del amor hacia las nuevas generaciones para construir todos juntos un futuro mejor,
basado en la solidaridad intergeneracional y en el anhelo de la civilización del amor.
El Papa hace hincapié en la importancia del trabajo realizado por la Pontificia
Academia para las Ciencias Sociales - fundada por su predecesor, Juan Pablo II el
1 de enero de 1994, con el Motu Propio Socialum Scientiarum. Su objetivo, dice el
artículo nº 1 de su estatuto, es «promover el estudio y el progreso de las ciencias
sociales, económicas, políticas y jurídicas a la luz de la doctrina social de la Iglesia».
La misma Academia se propone afrontar algunos desafíos de la sociedad moderna: quiere
ser un gran centro de 'diálogo interdisciplinar' sobre los problemas cada vez más
complejos, que influyen sobre el hombre.