Benedicto XVI elogia el trabajo de la Pontificia Comisión Bíblica y subraya que “la
ley de Dios no elimina la libertad del hombre”
Jueves, 27 abr (RV).- “La ley de Dios no elimina la libertad del hombre”. Así lo ha
manifestado Benedicto XVI en su discurso a los 25 miembros de la Pontificia Comisión
Bíblica, a quienes ha recibido esta mañana en la sala de los Papas del Vaticano, en
la clausura de la anual sesión Plenaria de esta institución, fundada en 1902 por León
XIII y reformada por Pablo VI y unida a la Congregación para la doctrina de la fe,
cuyo prefecto es su presidente.
Un encuentro afectuoso el del santo Padre con
los biblistas a quienes ya conocía personalmente durante los años en los que en el
entonces cardenal Ratzinger presidió la Comisión. “Reconocimiento y aprecio – les
ha expresado el Papa – por el importante trabajo” que desarrollan “al servicio de
la Iglesia y por el bien de las almas”. También por el argumento tan importante”,
en el que han profundizado en la Plenaria: “la relación entre Biblia y moral”, argumento
importante no solamente para los creyentes sino también para toda persona.
Si
en efecto “el impulso primordial del hombre” es su deseo de felicidad – ha observado
Benedicto XVI – hoy muchos piensan poder alcanzar “una vida plena” “de manera autónoma,
sin referencia alguna a Dios y a su ley”, y algunos llegan a teorizar sobre “una ética
solamente humana”, “una soberanía absoluta de la razón y de la libertad en el ámbito
de las normas morales; para “los teóricos de esta “moral laica” “el hombre, como ser
racional, no solamente puede, es más debe decidir libremente el valor de sus comportamientos”.
Una convicción “errónea” – ha subrayado el Papa – basada “sobre un presunto conflicto
entre la libertad humana y toda forma de ley”.
“En realidad, el Creador ha
inscrito en nuestro mismo ser la “ley natural”, reflejo de su idea creadora en nuestro
corazón, como brújula y medida interior de nuestra vida”. Por esto como indica la
Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia “la vocación y la plena
realización del hombre consiste no en el rechazo de la ley de Dios, sino en la vida
según la nueva ley, que consiste en la gracia del Espíritu Santo, “que se manifiesta
en la fe que actúa por medio de la caridad”.
“Es precisamente en esta acogida
de la caridad que viene de Dios (Deus caritas est) donde la libertad del hombre encuentra
su más alta realización. La ley de Dios no atenúa ni mucho menos elimina la libertad
del hombre, al contrario, la garantiza y la promueve”.
Es el comportamiento
de Jesucristo el “modelo de este auténtico actuar moral”, “que hace coincidir su voluntad
con la voluntad de Dios Padre”. Una ética que “encuentra en el encuentro con Cristo,
que nos da la nueva alianza”, su perfección.