2006-04-23 14:51:58

Regina Coeli: Llamamiento del Papa para que no se olviden a las víctimas de las inundaciones en Serbia, Rumania y Bulgaria


Domingo, 23 abr (RV).- Puntualmente a mediodía, como cada domingo, Benedicto XVI, fiel a su cita con los peregrinos en la plaza de san Pedro, se ha asomado a la ventana de su estudio para presidir la oración del Regina Coeli. “En el clima alegre de este día –ha dicho el Papa tras la oración mariana que sustituye al Ángelus en el periodo Pascual- quiero recordar sin embargo, que muchas poblaciones en Serbia, Rumania y Bulgaria, sufren a causa de las inundaciones de los pasados días. Estoy cercano a ellos a través de la oración y deseo vivamente que, gracias a la contribución de todos, puedan superar rápidamente estos difíciles momentos”.

En la alocución previa al Regina Coeli, el Papa ha querido recordar los orígenes de la festividad de este II Domingo de Pascua dedicado a la Divina Misericordia. “En este domingo, el Evangelio de Juan -ha explicado el Papa- narra como Jesús resucitado se apareció a los discípulos en el Cenáculo, la noche del primer día después del sábado, mostrándose a ellos nuevamente en el mismo lugar, ocho días después”. “Desde el inicio -ha proseguido Benedicto XVI- la comunidad cristiana comenzó a vivir un ritmo semanal, marcado por el encuentro con el Señor resucitado”.

El Santo Padre ha subrayado que este hecho viene recogido en la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la liturgia (Sacrosanctum Concilium, 106) donde se afirma que: “según la tradición apostólica, que tiene su origen en el día mismo de la Resurrección de Cristo, la Iglesia celebra el misterio Pascual cada ocho días, en lo que se llama justamente día del Señor o, domingo".

Y en ambas apariciones, recuerda también el Evangelista Juan, el Señor Jesús mostró a los discípulos los signos de la crucifixión, bien visibles y tangibles en su cuerpo glorioso. “Aquellas sagradas llagas, en las manos, en los pies y en el costado, son el manantial inagotable de fe, de esperanza y de amor al que todos pueden acceder, especialmente las almas más sedientas de la divina misericordia”, ha exhortado el Obispo de Roma.

“Y en consideración a este hecho -ha explicado el Papa- el siervo de Dios Juan Pablo II, valorando la experiencia espiritual de una humilde religiosa polaca, Santa Faustina Kowalska, quiso que el Domingo después de Pascua fuese dedicado de manera especial a la Divina Misericordia”.

Benedicto XVI ha señalado que ha sido la Providencia quien dispuso que el fallecimiento de Juan Pablo II se produjera, precisamente, en la vigilia de este día, porque “el misterio del amor misericordioso de Dios ha estado en el centro del pontificado de mi venerado Predecesor”.

En este sentido el Santo Padre ha recordado en particular la Encíclica Dives in Misericordia de 1980, y la dedicación del nuevo Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, en el año 2002. “Las palabras que Juan Pablo II pronunció en esta última ocasión han sido una síntesis de su magisterio, -ha subrayado Benedicto XVI- y han puesto en evidencia que el culto de la Misericordia Divina no es una devoción secundaria, sino una devoción integrante de la fe”.

Que María Santísima, Madre de la Iglesia, a la que nos dirigimos ahora con el rezo del Regina Coeli, obtenga para todos los cristianos vivir en plenitud el Domingo como “Pascua de la semana”, gustando la belleza del encuentro con el Señor resucitado y alcanzando la fuente de su amor misericordioso, para ser apóstoles de su paz.

Y tras la oración mariana del Regina Coeli el Papa ha dirigido un cordial saludo a los hermanos de las Iglesias orientales que celebran hoy la Pascua: “Que el Señor Resucitado muestre a todos, los dones de su luz y de la paz”. Por último el Obispo de Roma ha deseado en distintas lenguas un feliz domingo a los miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, estas han sido sus palabras en español: RealAudioMP3 Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En este domingo de la octava de Pascua contemplamos a Cristo resucitado que entrega a su Iglesia el don de su amor misericordioso: «A quiénes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados». Pidamos a la Virgen María que, confiando cada vez más en la misericordia divina, nuestra vida cristiana progrese en el camino hacia la santidad. ¡Feliz Día del Señor!








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