Escuchar el programa Viernes, 14 abr
(RV).- Amigos oyentes, nuestro cordial saludo. Hoy viernes santo, día de la pasión
de Cristo, hablaremos de las pruebas de dolor y de esperanza, obviamente pruebas de
vida y de amor que nos recuerdan esa prueba inmensa a la que Nuestro Señor se sometió
por amor a los hombres, una prueba de sufrimiento, de dolor, de abandono, y sin embargo
la mayor prueba de esperanza, de fe y de amor. Una prueba completamente humana, vivida
en el cuerpo y alma de Cristo, pero también el alma de María, quien en silencio sufrió
el dolor de su hijo, sin abandonarlo en ningún momento.
Antonia, es una mujer
fuerte sin duda, pero en los últimos 5 años su vida ha cambiado en todo sentido debido
a las pruebas duras que ha sobrellevado como dice ella poniéndole amor a todo lo que
hace.
“Yo disfrutaba todo, mi vida era deliciosa y aún lo es”, dice. Detrás
de sus ojos y una actitud tímida hay una historia que pasó rápidamente en frente de
ella y que podría remitir a la simple pregunta de ¿por qué a mí? A sus 46 años, Antonia
sonríe y asegura que mirar atrás no tiene sentido. Se casó a los 19 años y cuando
pasó los 30 decidió estudiar, al tiempo que trabajaba, tenía un hogar y tres hijos.
Pero a los pocos meses se dio cuenta de lo difícil que esa situación era para ella
y sus hijos, por lo que decidió regresar a su casa, tomando el control de todo. Graduada
de tecnóloga en administración de empresas y con hijos universitarios, decidió con
su esposo que querían tener otro hijo. “Fue planeado, hablado con los médicos pues
tenía 40 años y le pedimos a Dios que fuera una niña”, cuenta Antonia. Su hija nació
con síndrome de Down. Luego de la rabia y la impotencia, decidió volcar todas sus
energías hacia la niña y pedirle a Dios sabiduría para manejar la situación, inteligencia
para aprender lo que necesitaba, salud, vida, herramientas para sacar a esa hija adelante,
y poder hacerla lo más feliz posible.
Pero las pruebas de Antonia no terminaron
con su lucha diaria por su hija con síndrome de Down. Su matrimonio se deterioró y
terminaron ella y su esposo caminando en vías diferentes. Antonia y sus cuatro hijos
comenzaron otra etapa, mientras trataba de reintegrarse a un trabajo, cualquiera que
fuera, pues aparte de superar lo que significa el abandono de su esposo, tenía que
rebuscar lo que hacía falta en la casa.
Y mientras estaba en este nuevo período
de adaptación su hijo menor, de 16 años, se suicidó. Antonio tampoco encontró la respuesta
al ¿qué pasó?, volvió a pelearse con Dios pero fue diferente y concluyó que muy seguramente
que para su hijo era el momento de morirse. Y sin haber superado el duelo, en menos
de 9 meses Antonia enfrentó otra pérdida, la de su mamá. No cabe duda que se debe
ser muy fuerte ante las pruebas que diariamente nos pone el Señor ante nuestros ojos,
pero sobre todo se debe tener sabiduría para entender esos momentos difíciles. Antonia
solo atina decir, después de todas estas pruebas, que ama la vida con todo lo que
tiene y que no cabe duda que aquí estamos con un propósito.
El amor hace que
nos fortalezcamos en el dolor, que nos llenemos de energías para enfrentar las dificultades
y salir adelante, el amor nos impulsa cada día a buscar la cara amable a las situaciones
difíciles, a ver en la precariedad y las dificultades los aprendizajes y valoraciones
que aún los momentos más difíciles puedan tener.
No cabe duda entonces que
frente a los problemas y las pruebas duras y difíciles, la fórmula no es complicada
y se resume en “amar a las personas, la vida y lo que uno hace cada día”. Bien
amigos oyentes, llegamos al final de nuestro programa, volveremos la próxima semana.
Hasta pronto.