Misa de la Cena del Señor: El Papa recuerda que el lavatorio de los pies significa
sobre todo perdonarnos incansablemente, comenzar de nuevo juntos, una y otra vez,
aunque pueda parecer inútil
Jueves, 13 abr (RV).- Benedicto XVI ha lavado los pies a doce hombres esta tarde en
la Misa de la Cena del Señor, cumpliendo de esta forma el mandato de Cristo de estar
al servicio de los hermanos. Un gesto en el que se expresa todo el misterio de Jesucristo,
y donde se hace visible qué significa la redención. Un baño que significa su amor
dispuesto a afrontar la muerte.
En la catedral de San Juan de Letrán, el Santo
Padre ha recordado esta tarde las palabras del Señor tras el lavatorio de los pies:
“Vosotros estáis limpios, aunque no todos”. Una frase de la homilía del Papa, escogida
para constatar el “oscuro misterio del rechazo” de la purificación. Una alusión a
Judas, que a pesar de que “el amor del Señor no conoce límites, el hombre sí puede
ponerlos”.
Benedicto XVI ha desgranado, a través de una hermosa homilía, la
elección de quien “rechaza el amor, quien no quiere ser amado, quien no quiere amar.
El hombre se vuelve inmundo a través de la soberbia de quien no cree necesitar purificación
alguna, quien se cierra a la bondad salvadora de Dios”.
“En Judas vemos claramente
la naturaleza de este rechazo. Él valora a Jesús según las categorías del poder y
del éxito: para él la realidad se circunscribe al poder y al éxito. El amor no cuenta.
En él predomina la avidez: el dinero es más importante que la comunión con Jesús,
más importante que Dios y su amor. Y de esta forma se convierte en un mentiroso que
juega con dos barajas y rompe con la verdad; uno que vive en la mentira y pierde el
sentido de la verdad suprema, de Dios. Así se endurece y es incapaz de convertirse,
destruye su vida.
Benedicto XVI ha retomado la advertencia del Señor, que nos
pone en guardia frente a esa “autosuficiencia que limita su amor ilimitado”, y ha
invitado a seguir el ejemplo de la humildad de Jesús, a dejarnos contagiar por ella,
porque por muy perdidos que estemos siempre podemos regresar a casa y permitir que
su bondad purificadora nos alivie y entrar en comunión con Él.
El lavatorio
de los pies que se realiza en la Misa de la Cena del Señor significa ante todo una
obra de bondad hacia el prójimo, “sobre todo –ha dicho el Papa- por los que sufren
y por los que nadie siente aprecio”. Esta es la invitación del Señor: rebajarse, aprender
la humildad y la valentía de la bondad, y también la disponibilidad para aceptar el
rechazo y seguir confiando en la bondad y perseverar en ella.
Benedicto XVI
ha insistido en una dimensión todavía más profunda: “el Señor nos limpia con la fuerza
purificadora de su bondad, lavarse los pies los unos a los otros significa sobre todo
perdonarnos incansablemente, comenzar de nuevo juntos, una y otra vez, aunque pueda
parecer inútil. Significa purificarnos unos a otros soportándonos recíprocamente y
aceptando ser soportados por los demás; purificarnos los unos a los otros donándonos
recíprocamente la fuerza santificadora de la Palabra de Dios y adentrándonos en el
Sacramento del amor divino”.