Audiencia general: el sacramento de la Penitencia nos convierte en apóstoles de paz
en un mundo, incapaz de reconciliarse, donde continúan las divisiones, los sufrimientos
y los dramas de la injusticia, del odio y la violencia
Miércoles, 12 abr (RV).- Benedicto XVI ha dedicado la Audiencia General en la plaza
de San Pedro, al Triduo Pascual que comienza mañana y que “es el fulcro de todo el
año litúrgico”. La Pascua empeña a los cristianos “a trabajar por un mundo más justo”
y nosotros sabemos -ha dicho el Papa en su catequesis- que “el mal no tiene la última
palabra, porque el vencedor es Cristo crucificado y resucitado y su triunfo se manifiesta
con la fuerza del amor misericordioso”.
Más de 40 mi personas participaron
esta mañana en la plaza de san Pedro en la Audiencia General del Papa, la última antes
de Pascua. Y Benedicto XVI ha tenido a bien precisamente dedicar la catequesis al
Triduo Pascual que comienza mañana y que “es el fulcro -como ha dicho- de todo el
año litúrgico. Ayudados por los sagrados ritos del Jueves Santo, del Viernes Santo
y de la solemne Vigilia Pascual, reviviremos el misterio de la pasión, de la muerte
y de la resurrección del Señor. Estos son días idóneos para despertar en nosotros
un deseo más vivo de adherir a Cristo y de seguirle generosamente, concientes del
hecho de que Él nos ha amado hasta dar su vida por todos nosotros”.
“Los eventos
que el Triduo santo nos propone son la manifestación sublime de este amor de Dios
por el hombre”. “Aprestémonos por tanto -ha exhortado el Papa a los fieles- a celebrar
el Triduo Pascual acogiendo las palabras de san Agustín”, que decía que de estos tres
días santos de la crucifixión, de la sepultura y de la resurrección del Señor, de
estos tres misterios, “cumplimos en la vida presente aquello de los que es símbolo
la cruz, mientras cumplimos a través de la fe y de la esperanza, aquello de que es
símbolo la sepultura y la resurrección”.
Luego, el Santo Padre ha explicado
que el Triduo pascual se abre mañana, Jueves santo, con la misa vespertina “in Cena
Domini”, aunque por la mañana normalmente se celebra también otra significativa celebración
litúrgica, la Misa Crismal, durante la cual, recogidos en torno al obispo, todo el
presbiterio, en cada diócesis, renueva las promesas sacerdotales y participa a la
bendición de los óleos de los catecúmenos, de los enfermos y del Crisma. En este día
santo se conmemora también la ofrenda total que Cristo ha hecho de Sí mismo a la humanidad
en el sacramento de la Eucaristía.
Y en la misma noche en que fue traicionado,
Cristo nos ha dejado - ha explicado Benedicto XVI -, el nuevo mandamiento del amor
fraterno, cumpliendo el gesto del lavatorio de los pies que recuerda el humilde servicio
de los esclavos. Y esta jornada singular, evocadora de tantos misterios, se cierra
con la Adoración eucarística, en recuerdo de la agonía del Señor en el huerto de Getsemaní.
El
Viernes Santo, día de ayuno y de penitencia, está centrado en el misterio de la Pasión.
Todo está orientado a la contemplación de Cristo en la Cruz. En las iglesias viene
proclamado el relato de la Pasión y resuenan las palabras del profeta Zacarías: “Mirarán
al que atravesaron”. En el corazón atravesado del Redentor -escribe san Pablo- están
“escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”. La Cruz de Cristo,
escribe san León Magno, “es manantial de todas las bendiciones, y causa de todas las
gracias”.
El Sábado Santo, la Iglesia uniéndose espiritualmente a María, permanece
en oración junto al sepulcro, donde el cuerpo del Hijo de Dios yace inerte, como en
reposo, después de la obra creativa de la redención, realizada con su muerte. Por
la noche iniciará la solemne Vigilia pascual, con la que cada Iglesia entonará el
canto dichoso del ‘Gloria’ y el de la ‘Aleluya’ pascual, feliz porque Cristo ha resucitado
y ha vencido a la muerte.
Finalmente, el Santo Padre ha explicado a los fieles
que para una proficua celebración de la Pascua la Iglesia aconseja en estos días acercarse
al sacramento de la Penitencia, porque “preparase a la Pascua con una buena confesión
-ha dicho el Pontífice- tiene un gran valor. Concientes de ser pecadores, pero confiados
en la misericordia divina, dejémonos reconciliar por Cristo para gustar más intensamente
la dicha que Él nos comunica con su resurrección.
“Su perdón, que nos viene
donado por el sacramento de la Penitencia, es manantial de paz interior y exterior
y nos convierte en apóstoles de paz en un mundo donde continúan desagraciadamente
las divisiones, los sufrimientos y los dramas de la injusticia, del odio y de la violencia,
por la incapacidad de reconciliarse, de comenzar de nuevo con perdón sincero. Nosotros
sabemos, sin embargo, que el mal no tiene la última palabra, porque el vencedor es
Cristo crucificado y resucitado y su triunfo se manifiesta con la fuerza del amor
misericordioso, su resurrección nos da esta certeza que a pesar de la oscuridad del
mal en el mundo, el mal no tiene la última palabra y sustentados por esta certeza
podremos con más valor y entusiasmo empeñarnos para ayudar, para que nazca un mundo
más justo aquí”.
Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho el
Santo Padre en española para los peregrinos de nuestra lengua presentes en la Audiencia:
Queridos
hermanos y hermanas: Mañana comienza el Triduo pascual. Ayudados por los
ritos sagrados reviviremos el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor,
reavivando en nosotros el deseo de seguirlo generosamente. En la Misa
vespertina “in Cena Domini” del Jueves Santo se conmemora el ofrecimiento total que
Cristo ha realizado de sí mismo a la humanidad en el sacramento de la Eucaristía,
dejándonos el “mandatum novum” del amor fraterno, significado en el lavatorio de los
pies. La jornada concluye con la Adoración eucarística, en recuerdo de la agonía
del Señor en el Huerto. El Viernes Santo, centrado en la Pasión, es un día de ayuno
y penitencia orientado a la contemplación de la Cruz, misterio en el que se cumple
el amor en su forma más radical. El Sábado Santo, la Iglesia, que permanece en oración
ante el sepulcro, elevará en la solemne Vigilia, el canto gozoso del Gloria y del
Aleluya, porque Cristo ha resucitado y vencido a la muerte.
Saludo
a los peregrinos de España y América Latina, especialmente a los del apostolado de
los Agustinos Recoletos y a los de la Obra de la Iglesia. También a los de Valladolid,
León y Chile y a los estudiantes de Barcelona y Quito. Preparaos a las fiestas de
Pascua con una buena confesión. Dejaos reconciliar por Cristo. Su perdón, es fuente
de paz y os hace apóstoles de paz en el mundo. Que María Santísima, la cual siguió
fielmente a su Hijo en su pasión y compartió la alegría de su resurrección, os acompañe.
Como
siempre el Santo Padre al final de la audiencia se ha dirigido a los jóvenes a los
enfermos y a los recién casados. Queridos amigos, les ha dicho el Papa, disponed vuestros
corazones para celebrar con profunda participación el Misterio pascual, para extraer
de la contemplación de la muerte y resurrección de Cristo la luz que os consienta
caminar fielmente sobre las huellas del Redentor.