Misa en sufragio por Juan Pablo II: el Papa resalta los múltiples dones de su predecesor,
quien a pesar de las fatigas apostólicas y la enfermedad siempre apareció como “una
roca en la fe”
Martes, 4 abr (RV).- Juan Pablo II, a quién Dios había dotado de múltiples dones humanos
y espirituales, pasando por medio de la templadura de las fatigas apostólicas y de
la enfermedad, ha aparecido cada vez más como una “roca” en la fe. Así lo manifestó
ayer Benedicto XVI en la homilía de la Misa aniversario en sufragio por el difunto
Pontífice.
Benedicto XVI presidió ayer por la tarde en la Plaza de san Pedro
una solemne Eucaristía en sufragio de su predecesor el Siervo de Dios Juan Pablo II.
Los miles de fieles congregados en torno al altar, quisieron manifestar su amor por
el Pontífice fallecido hace un año.
En su homilía el Papa recordó que durante
estos días está particularmente viva la memoria del siervo de Dios en la Iglesia y
en el mundo. Con la vigilia mariana del domingo por la noche revivimos, dijo, el momento
preciso en el que, hace un año, ocurrió su pío tránsito, mientras hoy, nos encontramos
en esta misma Plaza de san Pedro para ofrecer el Sacrificio Eucarístico en sufragio
de su alma elegida. Benedicto XVI después de saludar a los participantes en la Eucaristía,
de manera particular a los polacos presentes, el Papa rezó por el amado pontífice,
dejándose iluminar por la Palabra de Dios que se había proclamado.
En primer
lugar, el Santo Padre reflexionó sobre el texto de la primera Lectura, del Libro de
la Sabiduría, en la que se recuerda el destino final de los justos: un destino de
felicidad sobreabundante, que recompensa sin límites por los sufrimientos y las pruebas
afrontadas en el curso de la vida. Y el término “holocausto” hace referencia al sacrificio
de la víctima que venía enteramente quemada y que era por tanto ofrecida totalmente
a Dios.
Esta expresión bíblica nos hace pensar en la misión que ha hecho
de su existencia Juan Pablo II a Dios y a la Iglesia, que ha vivido la dimensión
sacrificial de su sacerdocio especialmente en la celebración de la Eucaristía. Entre
las invocaciones que más quería estaba la de las “letanías de Jesucristo Sacerdote
y Víctima”, que quiso poner al final del libro “Don y misterio” publicado en ocasión
de su 50 aniversario de Sacerdocio. Jesús, Pontífice que entregaste a ti mismo a Dios
como ofrenda y víctima, ten piedad de nosotros”. ¡Cuantas veces repitió esta invocación!
que expresa el carácter íntimamente sacerdotal de toda su vida”.
En la base
de esta ofrenda total de sí estaba naturalmente la fe, afirmó de Juan Pablo II, Benedicto
XVI. Después el Papa reflexionó sobre la segunda Lectura, en la que san Pedro utiliza
la imagen del oro probado con el fuego y la aplica a la fe.
El llorado Pontífice,
a quién Dios había dotado de múltiples dones humanos y espirituales, pasando por medio
de la templadura de las fatigas apostólicas y de la enfermedad, apareció cada vez
más como una “roca” en la fe. Y quien ha tenido la posibilidad de frecuentarle de
cerca ha podido casi tocar con la mano aquella fe genuina y dura, que, si ha impresionado
a sus colaboradores, no ha dejado de difundir, durante el largo Pontificado, su influencia
en beneficio en toda la Iglesia, en un “crescendo” que ha alcanzado su culmen en los
últimos meses y días de su vida”.
Una fe, la de Juan Pablo II, subrayó Benedicto
XVI, convencida, fuerte y auténtica, libre de miedos y compromisos, que contagió el
corazón de mucha gente, gracias también a las numerosas peregrinaciones apostólicas
a todas las parte del mundo, y especialmente gracias a aquel último “viaje” que fue
su agonía y su muerte.
Después el Santo Padre aludió a las palabras proclamadas
en el Evangelio como ayuda para comprender otro aspecto de la personalidad humana
y religiosa del siervo de Dios Juan Pablo II.
Podremos decir que él, Sucesor
de Pedro, ha imitado de manera singular, entre los Apóstoles, a Juan, el “discípulo
amado”, que permaneció bajo la cruz junto a María en la hora del abandono y de la
muerte del Redentor. – Jesús les confió uno al otro: ¡“Mujer, ahí tienes a tu hijo!.
. . Ahí tienes a tu madre”. Estas palabras del Señor muriendo, eran particularmente
queridas por Juan Pablo II. Como el Apóstol evangelista, también él quiso acoger a
María en su casa.
El lema señalado en su blasón del Pontificado del Papa Juan
Pablo II, Totus tuus, resume bien esta experiencia espiritual y mística, en una vida
orientada completamente a Cristo por medio de María: “ad Iesum per Mariam”. Benedicto
XVI finalizó su homilía de la Misa en sufragio de su predecesor, señalando que el
pensamiento volvía con emoción al momento de la muerte del amado Pontífice, pero al
mismo tiempo el corazón nos empuja a mirar hacia delante. Sentimos resonar en el ánimo
sus repetidas invitaciones a avanzar sin miedo sobre el camino de la fidelidad al
Evangelio para ser heraldos y testigos de Cristo en el tercer milenio. Que la fuerza
del Espíritu de Jesús sea para todos, como lo fue para el papa Juan Pablo II, manantial
de paz y de alegría, dijo Benedicto XVI. Y que la Virgen María, Madre de la Iglesia,
nos ayude a ser en cada circunstancia, como él, apóstoles infatigables de su divino
Hijo y profetas de su amor misericordioso.
La ceremonia de ayer se celebró
en un ambiente emotivo y solemne ante varios miles de personas, buena parte de ellas
peregrinos polacos que acudieron a la plaza de san Pedro con pancartas, banderas y
fotografías en homenaje a Juan Pablo II, fallecido el 2 de abril del año pasado.