2006-04-04 15:41:03

Misa en sufragio por Juan Pablo II: el Papa resalta los múltiples dones de su predecesor, quien a pesar de las fatigas apostólicas y la enfermedad siempre apareció como “una roca en la fe”


Martes, 4 abr (RV).- Juan Pablo II, a quién Dios había dotado de múltiples dones humanos y espirituales, pasando por medio de la templadura de las fatigas apostólicas y de la enfermedad, ha aparecido cada vez más como una “roca” en la fe. Así lo manifestó ayer Benedicto XVI en la homilía de la Misa aniversario en sufragio por el difunto Pontífice.

Benedicto XVI presidió ayer por la tarde en la Plaza de san Pedro una solemne Eucaristía en sufragio de su predecesor el Siervo de Dios Juan Pablo II. Los miles de fieles congregados en torno al altar, quisieron manifestar su amor por el Pontífice fallecido hace un año.

En su homilía el Papa recordó que durante estos días está particularmente viva la memoria del siervo de Dios en la Iglesia y en el mundo. Con la vigilia mariana del domingo por la noche revivimos, dijo, el momento preciso en el que, hace un año, ocurrió su pío tránsito, mientras hoy, nos encontramos en esta misma Plaza de san Pedro para ofrecer el Sacrificio Eucarístico en sufragio de su alma elegida. Benedicto XVI después de saludar a los participantes en la Eucaristía, de manera particular a los polacos presentes, el Papa rezó por el amado pontífice, dejándose iluminar por la Palabra de Dios que se había proclamado.

En primer lugar, el Santo Padre reflexionó sobre el texto de la primera Lectura, del Libro de la Sabiduría, en la que se recuerda el destino final de los justos: un destino de felicidad sobreabundante, que recompensa sin límites por los sufrimientos y las pruebas afrontadas en el curso de la vida. Y el término “holocausto” hace referencia al sacrificio de la víctima que venía enteramente quemada y que era por tanto ofrecida totalmente a Dios.

Esta expresión bíblica nos hace pensar en la misión que ha hecho de su existencia Juan Pablo II a Dios y a la Iglesia, que ha vivido la dimensión sacrificial de su sacerdocio especialmente en la celebración de la Eucaristía. Entre las invocaciones que más quería estaba la de las “letanías de Jesucristo Sacerdote y Víctima”, que quiso poner al final del libro “Don y misterio” publicado en ocasión de su 50 aniversario de Sacerdocio. Jesús, Pontífice que entregaste a ti mismo a Dios como ofrenda y víctima, ten piedad de nosotros”. ¡Cuantas veces repitió esta invocación! que expresa el carácter íntimamente sacerdotal de toda su vida”.

En la base de esta ofrenda total de sí estaba naturalmente la fe, afirmó de Juan Pablo II, Benedicto XVI. Después el Papa reflexionó sobre la segunda Lectura, en la que san Pedro utiliza la imagen del oro probado con el fuego y la aplica a la fe.

El llorado Pontífice, a quién Dios había dotado de múltiples dones humanos y espirituales, pasando por medio de la templadura de las fatigas apostólicas y de la enfermedad, apareció cada vez más como una “roca” en la fe. Y quien ha tenido la posibilidad de frecuentarle de cerca ha podido casi tocar con la mano aquella fe genuina y dura, que, si ha impresionado a sus colaboradores, no ha dejado de difundir, durante el largo Pontificado, su influencia en beneficio en toda la Iglesia, en un “crescendo” que ha alcanzado su culmen en los últimos meses y días de su vida”.

Una fe, la de Juan Pablo II, subrayó Benedicto XVI, convencida, fuerte y auténtica, libre de miedos y compromisos, que contagió el corazón de mucha gente, gracias también a las numerosas peregrinaciones apostólicas a todas las parte del mundo, y especialmente gracias a aquel último “viaje” que fue su agonía y su muerte.

Después el Santo Padre aludió a las palabras proclamadas en el Evangelio como ayuda para comprender otro aspecto de la personalidad humana y religiosa del siervo de Dios Juan Pablo II.

Podremos decir que él, Sucesor de Pedro, ha imitado de manera singular, entre los Apóstoles, a Juan, el “discípulo amado”, que permaneció bajo la cruz junto a María en la hora del abandono y de la muerte del Redentor. – Jesús les confió uno al otro: ¡“Mujer, ahí tienes a tu hijo!. . . Ahí tienes a tu madre”. Estas palabras del Señor muriendo, eran particularmente queridas por Juan Pablo II. Como el Apóstol evangelista, también él quiso acoger a María en su casa.

El lema señalado en su blasón del Pontificado del Papa Juan Pablo II, Totus tuus, resume bien esta experiencia espiritual y mística, en una vida orientada completamente a Cristo por medio de María: “ad Iesum per Mariam”. Benedicto XVI finalizó su homilía de la Misa en sufragio de su predecesor, señalando que el pensamiento volvía con emoción al momento de la muerte del amado Pontífice, pero al mismo tiempo el corazón nos empuja a mirar hacia delante. Sentimos resonar en el ánimo sus repetidas invitaciones a avanzar sin miedo sobre el camino de la fidelidad al Evangelio para ser heraldos y testigos de Cristo en el tercer milenio. Que la fuerza del Espíritu de Jesús sea para todos, como lo fue para el papa Juan Pablo II, manantial de paz y de alegría, dijo Benedicto XVI. Y que la Virgen María, Madre de la Iglesia, nos ayude a ser en cada circunstancia, como él, apóstoles infatigables de su divino Hijo y profetas de su amor misericordioso.

La ceremonia de ayer se celebró en un ambiente emotivo y solemne ante varios miles de personas, buena parte de ellas peregrinos polacos que acudieron a la plaza de san Pedro con pancartas, banderas y fotografías en homenaje a Juan Pablo II, fallecido el 2 de abril del año pasado.







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