Ejercicios espirituales: “Si se nubla la fe en la Resurrección de Jesús, se derrumba
la esperanza cristiana y se cede a los mesianismos”
Viernes, 10 mar (RV).- La oración de Jesús en Getsemani, la muerte en el Calvario,
la Resurrección. El drama de la salvación cristiana ha sido recorrido esta mañana
por el cardenal Marco Cé en las dos meditaciones de los Ejercicios Espirituales de
Cuaresma que el patriarca emérito de Venecia está predicando desde el lunes pasado
al Papa y la Curia Romana.
Durante 4 días, las meditaciones han seguido la
crónica del Evangelista Marcos que del episodio del bautismo en el Jordán a la parada
de Cesarea cuenta la grandeza de Jesús-Mesías que anuncia el Reino de Dios realizando
milagros. Llegados al quinto día, viernes, el escenario de los Ejercicios predicados
por el cardenal Cé cambia de tono al cambiar de tono también el Evangelio, que describe
de manera “sobria” aparentemente pero definitiva para quienes asisten a la caída en
desgracia de aquel hombre que había hecho soñar a tantas personas.
Cuando
llega el momento de entrar en Jerusalén para el último acto de su vida en la tierra,
Jesucristo anunciador y sanador -ha explicado el cardenal Cé en la primera meditación-
elige en un cierto momento de convertir en “severo silencio”, la propia mesianidad,
para que no quedara equivocado y no fuera vista por el pueblo “con esperanzas mundanas”.
En la segunda meditación, el predicador se ha detenido sobre los primeros
8 versículos del último capitulo del Evangelio de Marcos, donde se describe el estupor
absoluto de las mujeres ante el sepulcro vacío. A la vista del joven que anuncia la
Resurrección de Cristo y a la espera de los discípulos en Galilea, las mujeres huyen
espantadas. “Ciertamente -ha dicho el cardenal Cé- de este estupor se desprende la
conclusión de Marcos.
De hecho la vuelta a Galilea desde donde había salido
el Evangelio, nos parece que se aluda al nuevo inicio: el inicio de la Iglesia que
lleva a cumplimiento en el tiempo el misterio de Jesús”. En esta página está el acto
de fe que nos hace cristianos. El Evangelio mismo debe su nombre a este momento: de
que el Hijo de Dios, sea la Buena Noticia depende del hecho de que el Crucificado
no ha quedado en el sepulcro, sino que ha resucitado.
Después de dos mil años
-ha concluido con una exhortación el purpurado- en el corazón de cada cristiano debería
vivirse cada día el estupor de las mujeres en el sepulcro. Allí están y no en otras
partes, la raíces de la fe.