El Papa reafirma la certidumbre de que no existe competitividad alguna entre razón
y fe y exhorta a realizar un esfuerzo serio de evangelización que no ignore los interrogantes
que surgen de los actuales descubrimientos científicos
Viernes, 10 feb (RV).- “La libertad humana sin Cristo se convierte en ''estéril arbitrio''.
Lo ha afirmado el Papa en la audiencia a los participantes a la asamblea plenaria
de la Congregación para la doctrina de la fe, de la cual el cardenal Ratzinger fue
prefecto durante más de 20 años.
Benedicto XVI ha recibido esta mañana en audiencia
a la Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, una Congregación presidida
durante más de 20 años por el cardenal Ratzinger y que está llamada “a favorecer y
revisar la centralidad de la fe católica”.
El Pontífice ha advertido, en este
sentido, que “cuando se debilita la percepción de esta centralidad, también el tejido
de la vida eclesial pierde su vivacidad original y se desgasta, decayendo en un activismo
estéril o reduciéndose a sagacidad política de sabor mundano. Si por el contrario,
la verdad de la fe se sitúa con sencillez y decisión en el centro de la existencia
cristiana, la vida del hombre se ramifica y se reaviva por un amor que no conoce ni
descansos ni confines”.
Jesucristo es la Verdad hecha hombre, que atrae hacia
sí el mundo. La luz irradiada por Jesús es esplendor de la verdad. Cualquier otra
verdad es un fragmento de la Verdad que es él y que a él se refiere. Jesús es la estrella
polar de la libertad humana: sin Él ésta pierde su orientación, porque sin el conocimiento
de la verdad, la libertad pierde su naturaleza, se aísla y se reduce a un estéril
arbitrio. Con Él, la libertad se reencuentra, se reconoce hecha para el bien y se
expresa en acciones y comportamientos de caridad”.
El Pontífice ha subrayado
además cómo el amor a la verdad consigue impulsar a la inteligencia hacia horizontes
inexplorados. “Porque sólo la verdad es capaz de invadir la mente y hacerla disfrutar
completamente. Es esta alegría la que agranda las dimensiones del alma humana, liberándola
de las angustias del egoísmo y volviéndola capaz de un amor auténtico. Es la experiencia
de esta alegría la que conmueve, la que atrae al hombre hacia una adoración libre,
que no es una postración servil, sino la inclinación del corazón frente a la Verdad
que ha encontrado”.
El Papa ha resaltado cómo este amor a la verdad inspira
y orienta también el acercamiento cristiano al mundo contemporáneo y el compromiso
evangelizador de la Iglesia.
“La Iglesia acoge con alegría las auténticas
conquistas del conocimiento humano y reconoce que la Evangelización exige también
hacerse cargo de los horizontes y los retos que el saber moderno engloba. De hecho,
los grandes progresos del saber científico a los que hemos asistido el siglo pasado,
han ayudado a comprender mejor el misterio de la creación, marcando profundamente
la conciencia de todos los pueblos. No obstante, los progresos de la ciencia han sido
a veces tan rápidos que han hecho complicado reconocer cómo éstos pueden ser compatibles
con las verdades reveladas por Dios”.
En este sentido el Santo Padre ha definido
como de vital importancia cualquier estudio que se proponga profundizar el conocimiento
de las verdades descubiertas por la razón, con la certidumbre de que no existe competitividad
alguna entre razón y fe.
“El diálogo entre fe y razón, religión y ciencia,
ofrece no sólo la posibilidad de mostrar al hombre de hoy, de la forma más eficaz
y convincente, la racionalidad de la fe en Dios, sino que además demuestra que en
Jesucristo reside en cumplimiento definitivo de cualquier aspiración humana. En este
sentido, un esfuerzo serio de evangelización no puede ignorar los interrogantes que
surgen de los actuales descubrimientos científicos e instancias filosóficas”.