Viernes, 3
feb (RV).- Oyentes de Radio Vaticano, bienvenidos a este espacio de familia. Nuestro
Tema de hoy tiene que ver con la fe religiosa, esa fuerza interior que nos da la creencia
en un Dios que es padre, que es luz y guía de nuestra vida. Y para hablar del tema,
que mejor que hacer referencia a un testimonio de alguien angustiado por su debilidad
en la fe.
Mónica es una mujer de 39 años; madre de tres hijos, exitosa en
su trabajo, pero que esta viviendo momentos de confusión en su fe, aunque desde hace
mucho tiempo está en una permanente búsqueda espiritual. Mónica fue criada en la religión
católica, pero el año pasado decidió volverse evangélica, porque ingreso en un nuevo
mundo de amistades, nuevo trabajo, y todo ello influyó en su cambio.
Lamentablemente,
en esta nueva situación Mónica no se encontró cómoda, y por el contrario, le creo
confusión. Mónica dice que muchas veces se siente abandonada, siente que sus oraciones
son en vano, e incluso ha caído en el desánimo y dejo de asistir a la iglesia, pues
mantiene una batalla espiritual consigo misma.
Todas nuestras depresiones,
problemas de carácter, adicciones y demás problemas, son síntomas de una falta de
equilibrio en nuestra vida. La búsqueda de la felicidad y la armonía interior es una
tarea constante en la vida de cada ser humano. Muchas personas tratan de llenar ese
vacío interior con cosas pasajeras --pero al final, sólo Dios lo puede llenar.
Uno
de nuestros errores habituales es buscar a quien echarle la culpa de nuestras frustraciones
o desencantos. Y en este caso echarle la culpa a Dios por nuestros problemas, decir
que no nos oye hace parte –sin duda- de nuestra condición de humanos, cosa que nuestro
Padre Creador entiende perfectamente porque conoce el corazón humano.
No cabe
duda que también la vida espiritual requiere equilibrio y estabilidad, al igual que
cualquier otro aspecto de la vida. No es posible que nuestra vida espiritual, nuestra
fe sea asumida como una búsqueda de Dios pensando que El debe satisfacer nuestras
necesidades y demandas, es como pensar que la fe es un menú a la carta.
Cuando
tengo una fe viva y despierta, cuando pongo interés en las cosas de Dios, mi relación
con El puede parecerse mucho a mi relación con cualquier otro ser querido --que tiene
altas y bajas, pues eso es precisamente lo que nos hace tener un movimiento diario,
el vaivén de la vida.
No debemos engañarnos pensando que la vida espiritual
es estática; no lo es. La vida espiritual es dinámica y debe ser como una aventura
en la que buscamos esa interacción con el Dios que nos ama y nos llama a vivir la
vida a plenitud.
El movimiento nos renueva en la fe, nos permite conocer mucho
más a Dios en la medida en que nos vamos reconociendo en la justa dimensión de seres
humanos. No podemos esperar que la fe y la vida espiritual se nos de en cápsulas o
en recetas infalibles donde nos refugiamos en momentos difíciles, pedimos y se nos
da lo que queremos, y nos alejamos cuando todo está en calma y se nos presenta la
vida como la soñamos.
Descubrir a Dios permanentemente es parte de nuestro
descubrir personal, es parte de nuestra vida de convivencia diaria con la familia,
los amigos, los compañeros de trabajo, porque solo en la medida en que transcurre
nuestro devenir nos descubrimos y crecemos.
La vida espiritual también hay
que alimentarla y se puede hacer de diversas maneras, leyendo la Biblia, haciendo
oración, viviendo nuestra fe en comunidades donde podamos crecer y fortalecer nuestras
convicciones. Bien amigos oyentes volveremos la próxima semana.