Jueves, 26 ene (RV).- El día 30 de Enero se conmemora la muerte del líder nacional
y espiritual de la India, el Mahatma Gandhi, el 30 de Enero de 1948, asesinado a tiros
por un fanático hinduista.
Gandhi fue el jefe del movimiento por la independencia
de India y estimuló a superar la sujeción colonial con el método de la lucha moral,
sin recurrir a la violencia. Juan Pablo II recordaba así a Gandhi durante una Audiencia
General en 1986. “El método de Gandhi –explicaba el Pontífice- fue la fidelidad a
la verdad y, en el nombre de la verdad, el compromiso de proponer las justas exigencias
respecto, tanto de la propia gente, como de las autoridades coloniales”. Hay que añadir
que Mahatma Gandhi se imponía estas exigencias ante todo a sí mismo. Y aun cuando
este método de conducta le procurara también enemigos, baste recordar que murió asesinado
por un extremista indio en los umbrales de la independencia, sin embargo, el camino
que mostró merece un alto reconocimiento por motivos éticos. No resulta difícil notar
que precisamente este camino en la lucha por la justicia demuestra un gran acercamiento
a los fundamentales principios evangélicos. “El Padre de la independencia de India
–señalaba Juan Pablo II- indica el camino a todos los que por los más nobles ideales
tratan de separar la lucha por la justicia de toda forma de odio”.
Gandhi nació
en Porbandar, India, en 1869, y tras graduarse en derecho en Inglaterra, se instaló
en África del sur y luchó allí contra la discriminación de la que eran objeto los
indios. Al volver a la India organizó la resistencia no violenta contra el colonialismo
y la no cooperación con la administración inglesa. Trató de frenar los choques entre
hindúes y musulmanes que se produjeron tras la independencia en agosto de 1947, ya
que los colonialistas británicos impusieron como condición para retirar sus tropas,
la división de la India en dos estados, India y Pakistán, uno hindú y otro musulmán.
Encarcelado en numerosas ocasiones, fue en 1937 el líder de un movimiento independentista
capaz de movilizar o detener a millones de indios. La obra de Gandhi en la defensa
de la No-violencia es ejemplar, inspirando con su perspectiva de la vida, a realizar
una lucha no violenta por la defensa de los Derechos Humanos fundamentales de los
hombres. De ahí que el 30 de enero recordemos fervientemente esta defensa de la paz,
sobre todo en un mundo como el nuestro que cada vez se enfrenta a más amenazas.
También
celebramos en ésta jornada el Día Escolar de la No-violencia y la Paz (DENIP). Este
día fue fundado en 1964 por el Inspector de Enseñanza Básica Lorenzo Vidal. Es una
jornada seglar educativa de pacificación, con el fin de llevar a los educandos por
el medio de la reflexión personal al descubrimiento del mensaje fundamental de que
"el amor es mejor que el odio, la No-violencia mejor que la violencia y la paz mejor
que la guerra" (Vidal, 1972, pág. 14). Y quien mejor mensajero de la paz, que los
propios Pontífices. Pablo VI hablaba de ella como “una palabra que nos oprime y nos
exalta. No es nuestra; desciende del reino invisible, el reino de los cielos; notamos
la trascendencia profética, no apagada por nuestros humildes labios, que le prestan
la voz: «Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor» (Lc. 2, 14). ¡Sí, repetimos,
la Paz debe existir! ¡La Paz es posible!”, exclamaba en 1977 el Pontífice. Han pasado
casi treinta años desde esa exhortación, y sus sucesores, Juan Pablo II y Benedicto
XVI, prosiguieron y prosiguen defendiendo el valor de la paz, un No a la violencia,
un Sí a la paz es posible, por este motivo, este 30 de enero, tenemos que pensar en
que este deseo es posible, porque hay muchos hombres y mujeres que día a día, a través
de pequeñas acciones, ponen su granito de arena para contribuir a realizar este sueño.
Gritemos como lo hizo Pablo VI: “¡No a la violencia, sí a la Paz! ¡Sí a Dios!” (Mensaje
de Pablo VI para la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 1978).