2006-01-24 17:42:05

Semana de oración por la unidad de los cristianos


Martes, 24 ene (RV).- «Reconocer a Dios en el extranjero». El Padre Pedro Langa, agustino español, nos acompaña también en este séptimo día de la Semana de oración por la unidad de los cristianos:RealAudioMP3

Reconocer a Dios en el «extranjero». He aquí una de las claves más difíciles del ecumenismo. Dios es, ante todo, Alguien a quien le importa la suerte de su pueblo y la necesidad de ser como niños para llegar a su Reino (cf. Mt 18,5). Jesús tiene asegurada su presencia a quienes guardan su palabra, a los que se reúnen en su nombre, a cuantos sufren por su causa. Puede que no concordemos aún sobre la Eucaristía, pero nos acomuna en cambio la seguridad de tenerlo en nuestro corazón cuando damos de comer al hambriento, asistimos al enfermo, visitamos al preso, vestimos al desnudo, damos limosna al impecune, acogemos al extranjero. Precisamente el CEI nació en 1948 para canalizar las ansias cristianas de reconciliación y curación de tantas vidas destrozadas por los horrores de la guerra. Un servicio, dicho sea de paso, que sigue vigente en este siglo XXI propenso a extranjerizar al que no piensa igual.

 
Pero «extranjero» es concepto que no lo agota la inmigración. Anida también en las relaciones ecuménicas. Jesús quiere que amemos al prójimo en sus diferencias, en aquello incluso que le hace para mí un «extranjero» Reconocer ecuménicamente al «extranjero», pues, supone admitir que también él, aunque tenga otras ideas, sea de otras creencias, pertenece a Cristo, es Cristo, es mi prójimo (cf. Mt 25,31-46). No hay por qué tenerle miedo, pues. No es un extraño. Es mi hermano. En la vida de ese hermano y en mi vida, Jesús es Alguien, Jesús es Jesús, que diría Fray Luis de León. No es el Señor un personaje histórico que nos haya dejado tirados por el camino, sin esperanza de futuro. No. Gracias al Espíritu Santo está presente y sigue obrando en el mundo de hoy. De ahí la necesidad de pedir al buen Padre Dios que nos conceda su presencia pluriforme, y dilate así nuestro deseo de llegar a una auténtica comunión intereclesial y ser fermento en esta sociedad contemporánea.







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