2006-01-23 17:38:24

Semana de oración por la unidad de los cristianos


Lunes, 23 ene (RV).- La reflexión del padre Pedro Langa, agustino español, en este sexto día del octavario de la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Su pensamiento se dirige hoy a, “Ser misioneros en el nombre de Jesús”.RealAudioMP3

 
Ser misioneros en el nombre de Jesús. Todo buen ecumenista sabe que el moderno movimiento de la unidad arranca de la Conferencia Internacional de Misiones tenida en Edimburgo el año 1910. Allí fue decisiva la voz de un delegado del Extremo Oriente: «Nos habéis enviado misioneros que nos han hecho conocer a Jesucristo y os damos las gracias. Pero nos habéis traído vuestras divisiones y vuestras diferencias. Unos predican el metodismo, otros el luteranismo, el congregacionalismo otros, y otros el episcopalismo. Os pedimos que prediquéis a Jesucristo y que dejéis al mismo Jesucristo suscitar del seno de los pueblos, por la acción del Espíritu, la Iglesia, conforme al genio de nuestra raza… ». Estas palabras, insisto, encendieron la gran hoguera de lo que hoy es el Consejo Ecuménico de las Iglesias.

 
Así lo subrayó el Siervo de Dios Juan Pablo II abriendo la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos el año 1994: «Saludamos a cuantos confiesan que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, sea que pertenezcan a la población indígena o hayan venido de otros Países como misioneros. Es justamente a ellos a quienes debemos de modo particular el relanzamiento del empeño por la unidad de los cristianos en la época moderna». Resonancia, si reparamos bien en ello, del dicho de Jesús: «Vuestro Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños» (Mt 18, 14). Y es que, además de los débiles o extraviados, Jesús se preocupa también de los discípulos que, cual misioneros en su nombre, se comprometen a difundir la buena noticia del Reino. Es, pues, la hora de la misión. Y del ecumenismo. Y del arrojo ante la increencia. Comodidades culturales y religiosas aparte, llega el momento de evangelizar la aldea global de nuestro mundo. Ojalá Dios despierte en nosotros el valor de llevarlo a cabo con la fuerza de su Espíritu. ¡Merece la pena intentarlo!







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