Lunes, 23 ene (RV).- La Jornada mundial de los enfermos de lepra es una gran cita
de solidaridad que se renueva desde hace más de 50 años. Fue instituida en 1954 por
Raoul Follereau, quien incluía la lucha contra la lepra en un compromiso más amplio
de lucha contra toda forma de marginación y de injusticia. El compromiso en la lucha
y prevención de la enfermedad y en la reinserción social de los enfermos ve implicados
a numerosos institutos misioneros, organizaciones religiosas y laicas esparcidas por
todo el mundo. El personal sanitario y las asociaciones que trabajan en el sector
buscan sensibilizar al mayor número de personas sobre las causas de la enfermedad
y sus efectos, incluidos los sociales, las asociaciones trabajan particularmente en
iniciativas que buscan superar los prejuicios que han acompañado siempre a la lepra.
Un primer control de los datos globales presenta una caída de los nuevos casos
de lepra después del 2001, pero un análisis más profundo demuestra que muchos países
han bajado la guardia y han desmantelado los programas de lucha contra la lepra, por
lo que no tienen más datos sobre la situación de la enfermedad. Sustancialmente el
riesgo de transmisión de la enfermedad continua siendo menos estable en la mayor parte
del Sur del mundo.
En el 2002, en todo el mundo se registraron más de medio
millón de casos en tratamiento, pero esa misma cifra es la de nuevos enfermos. Para
luchar contra esta enfermedad la Iglesia ha creado numerosas leproserías dirigiendo
en todo el mundo 678 centros en los que se asiste a casi un millón de pacientes.
Es
difícil en la actualidad, predecir con certeza la evolución futura de la lepra. Diversas
indicaciones llevan a esperar en la eliminación de la enfermedad. En primer lugar,
el excelente resultado alcanzado en el número de los casos tratados (unos 12 millones)
que ha supuesto una correspondiente disminución en la prevalencia de la enfermedad.
En segundo lugar, la progresiva focalización de la misma, en otra palabras, el hecho
de que los casos se hayan concentrado en regiones geográfica cada vez más restringidas.
Existen, por desgracia, otras indicaciones que no dan las mismas esperanzas. Se trata
del número de nuevos casos descubiertos cada año, esto es, la incidencia de la enfermedad
que todavía no consigue disminuir.
La presencia de enfermedades infecciosas
está ligada a la difusión de sus agentes causales en el ambiente. Eliminar el agente
causal o reducir su presencia por debajo de los límites que hacen posible la “transmisión”
permite eliminar la enfermedad.
En el mensaje del pasado año para esta jornada
mundial de los enfermos de lepra, el cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del
Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, envió un Mensaje a los obispos encargados
del sector en las conferencias episcopales del mundo, así como a los que trabajan
en la lucha contra esta enfermedad señalando que “la Iglesia católica se esfuerza
por curar a los leprosos y eliminar las barreras psicológicas y sociales que se les
ponen delante”.
Y es que la lepra ha estado presente en las oraciones de todos
los Pontífices, ya que en la Biblia no se les olvida a estos enfermos: “Sucedió que,
estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús,
se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: ‘Señor, si quieres, puedes limpiarme’.
Él extendió la mano, le tocó y le dijo: ‘Quiero, queda limpio’. Y al instante le desapareció
la lepra”. (Lc 5,12)