2006-01-21 15:14:23

El Papa centra la homilía de las primeras Vísperas Solemnes de María Santísima y el Te Deum en la Iglesia peregrina


Sábado, 31 dic (RV).- Benedicto XVI presidió por la tarde de este día las primeras Vísperas Solemnes de María Santísima Madre de Dios, y el Te Deum de Acción de Gracias por el año que finalizó. El Santo Padre, como Obispo de Roma, centró su homilía en la Iglesia que peregrina en Ciudad Eterna y, por extensión en todo el mundo. En primer lugar recordó que este año había sido rico en acontecimientos: “Mi pensamiento, con profundo y espiritual sentimiento, retrocede doce meses atrás cuando, en una tarde como esta, el amado Papa Juan Pablo II, por última vez, se hizo portavoz del Pueblo de Dios para dar gracias a Dios por los numerosos beneficios dado a la Iglesia y a la humanidad. En el mismo y sugestivo marco de la Basílica Vaticana me toca a mí ahora recoger idealmente, de cada rincón de la tierra el canto de alabanza e di agradecimiento que se eleva a Dios, al concluir el año 2005 y en la vigilia del 2006”.

Seguidamente Benedicto XVI afirmó que “podemos decir que la Iglesia vive para alabar y dar gracias a Dios. Ella misma es una acción de gracias, a lo largo de los siglos, testimonio fiel de un amor que no muere, de un amor que abraza a los hombres de cualquier raza y cultura, sembrando de modo fecundo los principios de la vida verdadera. “Esta tarde –señaló el Pontífice- me hago portavoz ante todo de la Iglesia de Roma, para elevar al cielo el canto de alabanza y acción de gracias. Esta, nuestra Iglesia de Roma, a lo largo de estos doce meses ha sido visitada por muchas otras Iglesias y comunidades eclesiales, para profundizar en el diálogo de la verdad en la caridad, que une a todos los bautizados, y experimentar juntos más vivo el deseo de la plena comunión”.

El Santo Padre no dejó de recordar a “muchos creyentes de otras religiones que han querido testimoniar su estima cordial y fraterna a esta Iglesia y a su Obispo, conscientes de que en el encuentro sereno y respetuoso, se oculta el alma de una acción concorde en favor de la humanidad entera. ¿Y qué decir de tantas otras personas de buena voluntad que han dirigido su mirada a esta Sede para entablar un diálogo provechoso sobre los grandes valores concernientes a la verdad del hombre y de la vida, que hay que defender y promover? La Iglesia quiere ser siempre acogedora en la verdad y en el amor, afirmó el Papa. Seguidamente se detuvo en el programa pastoral de la diócesis de Roma, que este año ha fijado su atención en la familia, escogiendo como tema: “Familia y comunidad cristiana: formación del la persona y transmisión de la fe”.

“La familia ha estado siempre en el centro de atención de mis venerados Predecesores, en particular de Juan Pablo II, a la que ha dedicado múltiples intervenciones –recordó Benedicto XVI- Él estaba persuadido, y lo repitió muchas veces, que la crisis de la familia constituye un grave perjuicio para nuestra misma civilización. Justamente para subrayar la importancia en la vida de la Iglesia y de la Sociedad de la familia fundada sobre el matrimonio, también yo he querido ofrecer mi contribución interviniendo, en la tarde del 6 de junio pasado, en el Encuentro diocesano de San Juan de Letrán”.

“Nos preparamos con fe, dijo el Papa, iluminados por la Palabra de Dios, a cantar juntos el Te Deum. Mientras consideramos los múltiples acontecimientos que han señalado el curso de los meses en este año que camina hacia su conclusión, quiero recordar de manera especial a las personas más pobres y abandonadas, a los que han perdido la esperanza en el sentido de la vida, o son víctimas involuntarias de intereses egoístas, sin que se les haya tenido en cuenta. Haciendo nuestros sus sufrimientos, les encomendamos a todos a Dios, que sabe transformar todo en bien; a El confiamos nuestra aspiración para que toda persona adquiera la dignidad de ser hijo suyo.

Benedicto XVI finalizó su homilía aludiendo a la liturgia del momento. “Mientras nos despedimos del año que acaba y nos acercamos al nuevo, la liturgia de estas primeras vísperas nos introducen en la fiesta de María, Madre de Dios, Theotókos. A los ocho días del nacimiento de Jesús celebramos a Aquella que “cuando llegó la plenitud de los tiempos” (Gal 4,4) fue escogida por Dios para ser Madre del que da la vida, que también enseña y ayuda a vivir. María es Madre, Madre de Jesús al que le ha dado su sangre, su cuerpo. Ella nos presenta al Verbo eterno del Padre, venido a habitar en medio de nosotros. Pidamos a María que interceda por nosotros. Que nos acompañe su maternal protección, hoy y siempre, para que Cristo nos acoja un día en su gloria, en la asamblea de los Santos”.








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