Felicitaciones de Navidad de varios arzobispos metropolitanos españoles
Lunes, 26 dic (RV).- El Arzobispo de Toledo y Primado de España, monseñor Antonio
Cañizares Llovera y el arzobispo de Burgos monseñor Francisco Gil Hellín enviaron
respectivamente mensajes de Navidad a sus feligreses. En el mensaje del Primado de
España, éste expresa a los toledanos su deseo de que con el nacimiento del Hijo de
Dios en Belén “les conceda su favor y su gracia, que ilumine sus caminos y les llene
de su sabiduría. Que a todos les conceda la paz, su paz, la que brota de la verdad
y no se puede hallar ni gozar sin Él y menos aún contra Él, porque sería ir contra
el hombre”.
El arzobispo toledano se pregunta cómo celebramos estas entrañables
fiestas, si lo hacemos en el calor del hogar, con la familia, con la infancia y con
ternura. Asimismo critica el ajetreo de una fiesta donde únicamente se da consumismo,
frivolidad, vacío u olvido de los problemas, “¿Qué tiene que ver todo esto con la
Navidad?”, a lo que responde monseñor Cañizares Llovera que “ciertamente, nada; pero
nada; absolutamente nada. ¿Qué estamos haciendo con la Navidad? Nos han robado la
Navidad. No dejemos que nos la roben y secuestren por más tiempo. Recuperemos la verdad
de la navidad. Así recuperaremos la alegría verdadera, encontraremos la verdad, viviremos
con toda certeza la auténtica paz y la mejor de las dichas”.
A pesar de todo
lo que la desfigura -los grandes gastos de consumo y los despilfarros sin base ni
sentido de estos días, las palabras convencionales de unas frases humanitarias que
suenan a hueco en un mundo tan deshumanizado, o los burgueses y estrechos sentimentalismos
con que a veces se le rodea, donde Dios no cuenta y se le niega-, afirma el Primado
de España, la Navidad este año y siempre nos invita a que entremos limpiamente en
la hondura de su verdad y la acojamos, para vivirla, sin reticencias ni sospechas.
Detrás de la exterioridad de las fiestas navideñas, se esconde la verdad silenciosa
de que Dios se ha acercado al hombre y se ha comprometido irrevocablemente con él;
Dios sale al encuentro del hombre y se hace hombre. ¡Esta es la respuesta y esta es
la verdad!.
Ya podemos empeñarnos en ir contra el hombre, en establecer violencia
y mentira, recuerda Mons, Antonio Cañizares, en cercenar libertad y eliminar la vida
en cualquiera de sus fases, ya podemos empeñarnos en destruir el amor verdadero o
en romper la familia, ya podemos pisotear al hombre y su dignidad, ya podemos seguir
empeñados en la venganza, el odio o la guerra, y en no admitir la misericordia y el
perdón, ya podemos intentar olvidarnos del hermano y cerrarnos en nuestra propia carne
o seguir haciendo prevalecer el egoísmo y los intereses propios, ya podemos ir de
tantísimas maneras en contra del hombre negando sus derechos fundamentales o sometiéndolo
a los poderes injustos, ya podemos empeñarnos en vaciar al hombre, sumirlo en un nihilismo
destructor o en el abismo del sinsentido, ya podemos hacer lo que sea de miles maneras
y modos que conculquen o amenacen al hombre en su dignidad, que, a pesar de todo y
por lo que ha acontecido una vez por todas hace dos mil años en Belén, Dios seguirá
para siempre y eternamente apostando por el hombre. Esta es la gran verdad de la Navidad:
Dios se ha hecho hombre.
El Primado de España, finaliza su Mensaje de Navidad
pidiendo “que reconozcamos en Él, en el Niño, la verdad de Dios, y que como los pastores
o los Magos de Oriente, nos postremos ante Él y le adoremos, reconozcamos de verdad
y con todo el corazón a Dios. Dios es Amor que salva. Dios, en este Niño, es "fuente
inagotable de la esperanza que da sentido a la vida personal y colectiva", Dios es
el hontanar inagotable de felicidad y de dicha que nada ni nadie puede superar. Dios,
sólo Dios, hace eficaz cada obra de bien y de paz.
Por su parte el arzobispo
de Burgos monseñor Francisco Gil Hellín con motivo de la Navidad felicita y desea
lo mejor para el Año nuevo a sus feligreses y lectores del Diario de Burgos, donde
colabora habitualmente. Aprovechando la ocasión para explicar que lo que más le preocupa
como pastor “es el creciente deterioro de la fe y moral cristiana que se advierte
en tantas familias. Deterioro que se manifiesta en el creciente recurso al divorcio,
en la lacra del aborto, en el aumento de la violencia, en la falta de convicción para
trasmitir la fe a los hijos, en la ausencia del rezo en familia y en la equiparación
al matrimonio de las simples uniones o de las uniones de personas del mismo género”.
Si la familia es el fundamento sobre el que se levanta el edificio social y eclesial,
dice el arzobispo de Burgos ¿cómo no preocuparse por esta situación? “Otro punto
importante de mis preocupaciones -dice don Francisco Gil- es la difusión creciente
del laicismo militante. No sólo es legítimo sino deseable que estén bien definidas
y diferenciadas las competencias que corresponden al Estado y a la Iglesia. Pero esta
sana separación no tiene nada que ver con el intento de borrar a Dios de la vida pública,
arrogándose el Estado unas competencias que no le corresponden. Más aún, imponiendo
a los individuos y familias unas determinadas pautas de comportamiento y violentando
las conciencias”.
Finalmente, a Mons. Gil Hellín preocupado por el enfrentamiento
entre los españoles, ante el afán por desenterrar odios, ajustes de cuentas, enfrentamientos
de instituciones y personas, insolidaridad entre las diversas regiones pide al Niño
Jesús que devuelva a los españoles el espíritu de reconciliación y concordia que presidió
los años difíciles de la transición, y que inspire a gobernantes y gobernados la convicción
de que la unidad de los pueblos genera paz y prosperidad, mientras que la división
y los enfrentamientos engendran destrucción.
La carta pastoral que el Arzobispo
de Valencia, monseñor Agustín García-Gasco, escribió a sus diocesanos con motivo de
las fiestas navideñas se titulaba: Navidad, fiesta de la familia. La Navidad es, con
propiedad, la fiesta de la familia, afirmaba monseñor García-Gasco, en ella se produce
el admirable intercambio: Dios asume nuestra humanidad para que participemos enteramente
de su divinidad. Y lo hace a través de una familia, la Sagrada Familia, Jesús, María
y José, une cielo y tierra, la historia humana y la vida trinitaria de Dios, la sencillez
de la vida doméstica y la profundidad del designio amoroso de Dios.
El prelado
valentino, tras denunciar que los excesos del consumismo y las manipulaciones de la
obsesión laicista quieren hacer desaparecer el sentido cristiano de la Navidad, la
cultura familiar rescata lo más auténtico de estas fiestas. “Las reuniones familiares,
las felicitaciones tienen un sentido –afirma- de inequívoca raíz cristiana: el reconocimiento
del valor y de la dignidad de cada persona humana, más allá de la edad, raza cultura,
formación, ideas o estéticas”.
“La lógica de lo familiar es el aprecio de
cada persona, ver en ella la imagen de Dios y confirmar el plan amoroso que nuestro
Señor ha dispuesto para toda la humanidad”. “Para lo niños y niñas, la lógica familiar
que se palpa en la Navidad es una referencia imprescindible para que puedan entender
sus vidas”. Monseñor Agustín García Gasco finaliza su felicitación de Navidad recordando
que la celebración en Valencia del V Encuentro Mundial de las Familias, “va a permitir
vivir una prolongación de la Navidad a lo largo de los meses que van hasta el 9 de
julio de 2006. Vamos a tener ocasión de profundizar en el bien, el valor y la misión
del matrimonio y la familia”.
“Redescubramos el ser de la Navidad a nuestros
contemporáneos. Digámosles, como les dijo entonces el ángel a los pastores: No temáis.
Os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad
de David, os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor””. Así iniciaba la exhortación
del Arzobispo de Zaragoza en su Carta Pastoral para la Natividad del Señor, titulada
“Testigos de la verdadera Navidad”.
Monseñor Manuel Ureña Pastor recuerda la
belleza de la Navidad, cuya luz brilla como rayo del alba en la noche del mundo. Esa
noche “tantas veces no consciente de sí, prometedora de una luz que en modo alguno
puede dar y empeñada en ocultar a Cristo, el Sol que nos visita desde el alto Cielo
para iluminar a los que vivimos en tinieblas y en sombras de muerte”.
Tras
hacer hincapié en que “el mundo disimula que Cristo es la luz de todo hombre. Y, al
mismo tiempo, el mundo, o bien simula ser él la luz, o bien nos induce a creer que
no hay luz y que debemos resignarnos a vivir sin angustia en la tiniebla”, el Arzobispo
de Zaragoza exhorta a no caer en la trampa del mundo. A resistir al espíritu de nuestra
época, “tan fuertemente impactada por el subjetivismo y por el nihilismo de la tardomodernidad”.
El
prelado español invita a rescatar la Navidad de “la malversación de sentido a la que
ésta se ve sometida por el espíritu de nuestro tiempo. Las Navidades –se nos dice–
son la lotería, el regalo que recibimos de quien nos quiere, la reunión de amigos
o el encuentro con la familia. La Navidad es, en el mejor de los casos, cultura”.
Destacando
que “nada de esto constituye la esencia de la Navidad, una esencia que astutamente
tratan de encubrir el método histórico-crítico, el laicismo contemporáneo y la razón
instrumental”, monseñor Ureña Pastor señala que la Navidad verdadera es la memoria
del hecho histórico “más importante de todo cuanto ha acaecido en el mundo desde el
día de la creación”.
La Navidad, reitera Mons. Ureña Pastor, es un hecho cualitativamente
distinto de todos los demás, pues “no brota de la inmanencia del mundo, del hombre
ni de la historia, sino que se debe a una acción soberana de Dios. Tal acción consistió
en que Dios Padre, llevado por su amor a los hombres, se compadeció de éstos y los
amó hasta el punto de hacer que su Hijo unigénito, el Verbo engendrado desde toda
la eternidad, se encarnara y se hiciera hombre por nosotros y por nuestra salvación.
Ésta es la verdadera esencia de la Navidad, una esencia que nada tiene que ver con
lo ‘política, social y culturalmente correcto’”.
La Navidad es la memoria de
que en Jesús de Nazareth ha acontecido en la historia un “novum” verdadero y último:
el cumplimiento de la promesa de salvación hecha por Dios a nuestros antiguos padres.
La alegría de la Navidad emerge en nosotros, no a partir de nuestros triunfos, sino
de la memoria de la primera venida de Dios a nosotros. En Jesús, nacido en Belén de
Judá hace 2000 años, Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres. El Arzobispo
de Zaragoza invita a salir al encuentro del Salvador “como hicieron entonces los ángeles
y los pastores”, entonando himnos de júbilo y de alabanza diciendo: ‘Gloria a Dios
en el Cielo y, en la tierra, paz a los hombres que Dios ama’”.
Para nosotros,
recuerda Mons. Ureña Pastor, “esa Ciudad de David es la gran urbe de Zaragoza, con
sus comarcas y sus pueblos. El pesebre en donde yace el Niño recostado entre pajas
es la Iglesia, con sus templos y sus sagrarios. Y el Niño Dios es el sacramento de
la Eucaristía, pues, bajo las especies del pan y del vino, se oculta el Hijo de Dios
hecho carne, muerto y resucitado, ascendido al Cielo y sentado a la diestra del Padre”.
La Eucaristía es, pues, el lugar en donde encontramos hoy al Salvador de los
hombres. Por eso, reitera el Arzobispo de Zaragoza “vivir la Navidad es, sobre todo,
encontrarse con Cristo en la Eucaristía, recibir su cuerpo y su sangre, y vivir las
exigencias de este augusto sacramento, no olvidando a los más pobres y necesitados,
con los que Cristo ha querido identificarse de un modo singular”.