2005-12-23 16:36:36

IV Predicación de Adviento: la salvación en Cristo


Viernes, 23 dic (RV).- Esta mañana ha tenido lugar la última predicación de Adviento en la Capilla Redemtoris Mater del Vaticano, a la que ha asistido el Santo Padre y la familia pontificia. El predicador de la Casa Pontificia, P. Raniero Cantalamessa ha reflexionado hoy sobre la salvación en Cristo “que para las primeras generaciones cristianas fue una realidad experimentada en la vida y proclamada con alegría en el culto”.

Hablando del contexto cultural en el que se anuncia la salvación de Cristo, el predicador ha llamado la atención sobre una certeza: “la existencia del universo y del hombre no se explica por sí misma. Podemos renunciar a buscar una explicación ulterior a la que puede dar la ciencia, pero no se puede explicar todo sin la hipótesis de Dios. Se puede explicar el cómo, pero no el qué del universo. La ciencia no creyente no elimina el misterio, sólo le cambia el nombre: en vez de Dios, le llama caso.

Continuando con este tema, el Padre Raniero Cantalamessa ha subrayado que “son los mismos científicos los que reconocen que hoy en día la ciencia no puede responder a todos los interrogantes sobre el universo y a todas las necesidades del hombre”. La confirmación de esta afirmación para el predicador podemos encontrarla en que los éxitos extraordinarios de la ciencia y de la técnica no han conseguido una convivencia humana más libre y pacífica en nuestro planeta.

Por otra parte la llegada de los medios de comunicación de masas: cine, televisión, Internet... nos muestran continuamente lo que podríamos ser y no somos, lo que hacen los demás y lo que nosotros no hacemos. El predicador capuchino ha subrayado en este sentido que “de aquí nace una sensación de frustración resignada y aceptación pasiva del propio destino, o por el contrario, una necesidad obsesiva de salir del anonimato e imponerse a la atención de los demás”.

Frente a todo esto “la fe en Cristo nos libera de la necesidad de sobresalir, de evadirnos de nuestros propios limites, para ser ‘alguien’; nos libera de la envidia, nos reconcilia con nosotros mismos y con el lugar que ocupamos en el mundo, nos da la posibilidad de ser felices y plenamente realizados allí donde estemos. Esto explica por qué tantos creyentes pueden vivir siendo ignorados por todos, hacer los trabajos más humildes del mundo o incluso encerrarse en clausura y sentirse la personas más felices y realizadas de la Tierra.

Hoy adquiere un significado nuevo –ha concluido el P. Catalamessa- el hecho de que Cristo no haya venido al mundo con esplendor, potencia y majestad, sino pequeño y pobre; que no haya vivido en una metrópoli del momento como Roma, Alejandría o Jerusalén, sino en un pueblo perdido de Galilea, ejerciendo el humilde oficio de carpintero.







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