IV Predicación de Adviento: la salvación en Cristo
Viernes, 23 dic (RV).- Esta mañana ha tenido lugar la última predicación de Adviento
en la Capilla Redemtoris Mater del Vaticano, a la que ha asistido el Santo Padre y
la familia pontificia. El predicador de la Casa Pontificia, P. Raniero Cantalamessa
ha reflexionado hoy sobre la salvación en Cristo “que para las primeras generaciones
cristianas fue una realidad experimentada en la vida y proclamada con alegría en el
culto”.
Hablando del contexto cultural en el que se anuncia la salvación de
Cristo, el predicador ha llamado la atención sobre una certeza: “la existencia del
universo y del hombre no se explica por sí misma. Podemos renunciar a buscar una
explicación ulterior a la que puede dar la ciencia, pero no se puede explicar todo
sin la hipótesis de Dios. Se puede explicar el cómo, pero no el qué del universo.
La ciencia no creyente no elimina el misterio, sólo le cambia el nombre: en vez de
Dios, le llama caso.
Continuando con este tema, el Padre Raniero Cantalamessa
ha subrayado que “son los mismos científicos los que reconocen que hoy en día la ciencia
no puede responder a todos los interrogantes sobre el universo y a todas las necesidades
del hombre”. La confirmación de esta afirmación para el predicador podemos encontrarla
en que los éxitos extraordinarios de la ciencia y de la técnica no han conseguido
una convivencia humana más libre y pacífica en nuestro planeta.
Por otra parte
la llegada de los medios de comunicación de masas: cine, televisión, Internet... nos
muestran continuamente lo que podríamos ser y no somos, lo que hacen los demás y lo
que nosotros no hacemos. El predicador capuchino ha subrayado en este sentido que
“de aquí nace una sensación de frustración resignada y aceptación pasiva del propio
destino, o por el contrario, una necesidad obsesiva de salir del anonimato e imponerse
a la atención de los demás”.
Frente a todo esto “la fe en Cristo nos libera
de la necesidad de sobresalir, de evadirnos de nuestros propios limites, para ser
‘alguien’; nos libera de la envidia, nos reconcilia con nosotros mismos y con el lugar
que ocupamos en el mundo, nos da la posibilidad de ser felices y plenamente realizados
allí donde estemos. Esto explica por qué tantos creyentes pueden vivir siendo ignorados
por todos, hacer los trabajos más humildes del mundo o incluso encerrarse en clausura
y sentirse la personas más felices y realizadas de la Tierra.
Hoy adquiere
un significado nuevo –ha concluido el P. Catalamessa- el hecho de que Cristo no haya
venido al mundo con esplendor, potencia y majestad, sino pequeño y pobre; que no haya
vivido en una metrópoli del momento como Roma, Alejandría o Jerusalén, sino en un
pueblo perdido de Galilea, ejerciendo el humilde oficio de carpintero.