2005-12-22 16:41:16

En su discurso a la Curia Romana el Papa repasa los grandes acontecimientos del año que han marcado profundamente la vida de la Iglesia


Jueves, 22 dic (RV).- Benedicto XVI ha recordado hoy ampliamente a su predecesor Juan Pablo II en un denso discurso a la Curia Romana, en el que el Pontífice ha repasado los grandes acontecimientos de este año que acaba y que han marcado profundamente la vida de la Iglesia.

Benedicto XVI ha recordado hoy ampliamente a su predecesor Juan Pablo II en su discurso a la Curia Romana. Un encuentro tradicional del Papa con sus colaboradores para las felicitaciones navideñas en el que el Pontífice ha repasado los grandes acontecimientos de este año que acaba y que han marcado profundamente la vida de la Iglesia. Sobre todo el Papa se ha referido a la desaparición de Juan Pablo II, precedida por un largo camino de sufrimiento y de gradual pérdida de la palabra. “Ningún Papa- ha resaltado Benedicto XVI- nos ha dejado la cantidad de textos que dejó él; ningún Papa anteriormente ha visitado todo el mundo y ha hablado de forma directa a los hombres de todos los continentes. Pero al final, padeció un camino de sufrimiento y silencio”.

Benedicto XVI ha descrito los grandes dones, con palabras y obras, que dejó Juan Pablo II, sin olvidar la importante lección que nos ofreció desde la cátedra del sufrimiento y el silencio. Recordando en particular su último libro “Memoria e identidad”, Benedicto XVI ha manifestado cómo el Papa se mostraba profundamente afectado por el espectáculo del poder del mal en el siglo apenas acabado y cómo frente a la ostentación del mal se opone en la historia la divina misericordia.

En este contexto, el Santo Padre ha incluido la respuesta mundial a la muerte de Juan Pablo II, “una sobrecogedora manifestación de reconocimiento porque en su ministerio se ofreció totalmente a Dios por el mundo; un agradecimiento porque él, en un mundo lleno de odio y de violencia, nos enseñó de nuevo a amar y sufrir al servicio de los demás; nos enseñó la redención y nos dio la certeza de que el mal no tiene la última palabra en el mundo”.

También ha hablado el Papa en su discurso de la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia, del Sínodo de los Obispos y del Año de la Eucaristía, pero la parte fundamental la ha dedicado al 40 aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II. Interrogándose sobre la recepción de este acontecimiento eclesial el Pontífice ha afirmado que “nadie puede negar que en gran parte de la Iglesia la recepción del Concilio se ha desarrollado de forma difícil”.

En este sentido, el Santo Padre ha explicado que “los problemas de recepción nacieron de dos hermenéuticas contrarias, de su enfrentamiento y confrontación. Una causó confusión, la otra, silenciosa pero cada vez más visiblemente ha ido produciendo frutos”. Benedicto XVI ha definido la primera como la “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura” y la segunda como la “hermenéutica de la reforma”. Para la primera los textos del Concilio serían el resultado de compromisos en los cuales, para lograr la unanimidad, se debió conservar y reconfirmar muchas cosas viejas e inútiles.

“A la hermenéutica de la discontinuidad se opone la de la reforma, como la presentaron primero Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio y después Pablo VI. Citando las palabras del primero, el Papa ha asegurado que “nuestro deber no es sólo la custodia de este tesoro precioso... Es necesario que esta doctrina cierta e inmutable, que debe ser fielmente respetada, se profundice y presente de forma que se corresponda con las exigencias de nuestros tiempos. Una cosa es el depósito de la fe, y otra la forma en que se enuncia”

Más adelante Benedicto XVI ha expuesto ampliamente la relación Iglesia y edad moderna, sus inicios problemáticos y la nueva forma de relación entre Iglesia y estado moderno. En cuanto a la libertad de religión, el Pontífice ha defendido que “una Iglesia misionera, que es consciente de su deber de anunciar su mensaje a todos los pueblos, debe esforzarse por la libertad de la fe. Ésta quiere transmitir el don de la verdad que existe para todos y asegura con ello, al mismo tiempo a los pueblos y sus gobernantes, que no quiere destruir su identidad y sus culturas, sino que es portadora de una respuesta que con la multiplicidad de las culturas no se pierde, sino que crece la unidad entre los hombres y la paz entre los pueblos”.

“El Concilio Vaticano II, con la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno, ha revisado e incluso corregido algunas decisiones históricas, pero en esta aparente discontinuidad, sin embargo, ha mantenido y profundizado su íntima naturaleza y su verdadera identidad”. En cuanto al paso dado por el Concilio hacia la edad moderna, que ha sido presentado de forma imprecisa como apertura al mundo, para Benedicto XVI pertenece al perenne problema de la relación entre fe y razón, que siempre se presenta con nuevas formas.

En este mismo ámbito, el Papa ha aludido a la fatigosa disputa entre la razón moderna y la fe cristiana que, en un primer momento, con el proceso a Galileo, había comenzado de forma negativa y que conoció muchas fases. Pero con el Concilio Vaticano II llegó la hora en la que se exigía una amplia revisión. Su contenido sólo se ha trazado a grandes rasgos pero con ello se ha determinado la dirección esencial, de forma que el diálogo entre razón y fe ha encontrado su orientación. “Ahora este diálogo se debe desarrollar con una gran apertura mental, pero también con la claridad del discernimiento de los espíritus que con razón espera el mundo de nosotros en este momento”.

El cardenal Julián Herranz, presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos ha asistido a este encuentro con el Santo Padre y ha subrayado a nuestra emisora la importancia y profundidad del discurso de Benedicto XVI. RealAudioMP3








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