2005-12-10 14:15:26

Reflexiones en familia


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Viernes, 9 dic (RV).- Hoy reflexionaremos sobre las adicciones de niños a la ira. Sí, han escuchado bien, los niños pueden ser las principales victimas de los ataques de ira, que se diferencian de una pataleta normal.

Juan tiene 10 años. Y mucho tiempo atrás aprendió a manejar la ira como una herramienta que esgrimía ante sus padres y otros niños para lograr lo que quería. Era un niño agresivo con él mismo, su familia y sus compañeros de colegio. No medía las consecuencias de sus actos y reaccionaba intempestivamente, sin importarle a quién le hacía daño. Incluso llegó al extremo de llevar un arma blanca a su colegio para, según él, “amenazar” a uno de sus compañeritos, quien lo molestaba constantemente.



“No me beses, no me abraces porque siento que me pasa corriente”, decía el niño cuando alguien intentaba calmarlo o consolarlo durante esos episodios que muchos confundían con berrinches. Esa sensación de ‘corrientazo’ no era una invención de Juan. En efecto, físicamente ‘se defendía’ de las expresiones de cariño y afecto de quienes le rodeaban y lograba alejarlas.



Hoy, Juan ha progresado. Con la ayuda de especialistas, luego de diagnosticarle adicción a la ira, este niño ha entendido que él tiene derecho a sonreír, a ser feliz y a expresar emociones diversas como tristeza, alegría, ternura, amor… y  enojo. Es una tarea que otros niños hacen desde muy pequeños, pero que a él le costó trabajo entender.

¿Cómo puede ser una persona adicta a la ira? Los especialistas explican que son personas que no logran tener control sobre sus sentimientos de desagrado y rabia, y pierden toda la noción de las consecuencias que esto le puede traer. Si esa emoción se convierte en su única ‘arma’ para enfrentar las diferentes situaciones cotidianas, se convertirá en algo crónico y compulsivo.



Un niño adicto a la ira es aquel que no controla sus impulsos y no mide sus consecuencias. Va mas allá de una pataleta normal y sus reacciones sobrepasan los límites comunes del llamado ‘berrinche’ en un niño corriente. Son niños que empiezan a dominar todo en su entorno y sus padres llegan incluso a tenerle miedo, pues el daño físico del niño hacia él mismo hace que logre el objetivo: conseguir lo que quiere.

Otra de las características de esta adicción es que, como cualquier otra, en los momentos en que es desatada logra evadir al individuo de la realidad y es por esto que no se miden posibles consecuencias. De ahí que una de las grandes dificultades de los padres es saber cómo tratar la conducta agresiva de sus hijos, pues a menudo, y en estos tiempos, no es raro enfrentarse a la desobediencia y rebeldía infantil.



La agresividad es una reacción que en exceso, y si no se trata en la infancia, probablemente originará problemas en el futuro como el fracaso escolar, la falta de socialización, dificultad de adaptación, etc. Cuando se habla de agresividad se está hablando de hacer daño físico o psíquico a una persona o a sí mismo. De una acción intencionada que se manifiesta a través de palabras soeces, patadas, arañazos, gritos, empujones, mordidas.

No hay duda de que la familia es uno de los elementos más relevantes dentro del factor sociocultural del niño. Lo es todo para él; es su modelo de actitud, disciplina y comportamiento. Y por ello es uno de los factores que más influyen en la emisión de la conducta agresiva. El ejemplo del comportamiento de los padres, las actitudes y formas de ejercer el poder, la relación entre los miembros de la familia son actitudes que marcan las formas de relacionarse de los niños y particularmente el manejo que ellos hacen de los conflictos.

Texto: Alma García

Locución: Alina Tufani Díaz







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