Escuchar el programa 10. Desde el hombre,
hacia Dios Ya comentamos la Primera carta de san Juan, donde nos decía que no se
puede conocer a Dios si no es por el camino del amor. Pocos años después, san Clemente
de Alejandría, hablando ya del conocimiento intelectual, también afirma que “Dios
no puede ser aprehendido por ciencia demostrativa, porque ésta se basa en verdades
previas y ya conocidas, pero nada es previo al que es in-engendrado. Sólo resta que
el Desconocido -así le llama a Dios- llegue a conocerse por gracia divina y por la
Palabra que de él procede”.
Esto es lo que llamábamos en la reflexión anterior
“cristología ascendente y descendente”. Hablemos de Cristo, hombre verdadero y Dios
verdadero, y desde su humanidad podremos saber qué quiere Dios del hombre. Uno de
los pasajes del evangelio donde la enseñanza de Jesús nos habla del más allá, es en
el evangelio de San Mateo, en el capítulo del Juicio Final. Este relato va dirigido
con toda intención a los judíos de su tiempo. San Mateo era judío y escribía para
una iglesia judaizante de mitad del siglo I, 30 ó 40 años después de la muerte de
Cristo. Los judíos convertidos al cristianismo acosaban constantemente a San Mateo
sobre cómo iba a ser el final y quién se iba a salvar, y el evangelista, cansado de
impertinencias, les cuenta cómo será el Juicio Final. Para un judío el Juicio Final
es el lugar donde no hay trampa ni cartón, no puedes engañar a nadie; allí topas con
Dios y eres lo que eres, y lo que no eres no eres.
Bien, pues así comienza
san Mateo el Juicio Final: "En aquel día, sobre las nubes del cielo, vendrá…”. Ya
nos imaginamos que el Juez va a ser Dios. Sigamos el Evangelio: “En aquel día, sobre
las nubes del cielo, vendrá el Hijo del Hombre...". Sorpresa: ¡el Hijo del Hombre!
Es decir Jesús, el hombre perfecto, el hombre que da la talla total, ante el cual
te colocas y dices: -¡Me veo pequeño! -¡Pues lo siento -dirá él-, al lugar de los
pequeños! En cambio, si como hombre que eres, te colocas a su lado y eres capaz de
decir: -Pues en cuanto hombre parece que doy la talla... Entonces podrás pasar.
Este
es el mensaje sorprendente del Evangelio: la medida del hombre que se salva no es
la perfección de Dios, sino la del hombre que lo ha sido de verdad o ha intentado
serlo. Los judíos esperaban que el juez fuera Dios, sin embargo San Mateo dice que
la medida de todo hombre es el Hijo del Hombre, y el que da la medida pasa, vive para
siempre; el que no da la medida no pasa.
Todo esto, como digo, eran las
expectativas judaicas. Los judíos se centraban en "Aquél día", y cuando Mateo les
tiene bien colocados les cambia el juez, y les dice que será el Hijo del Hombre quien
venga entre nubes y resplandores de majestad. ¿Y qué hará entonces este juez? ¿Sacará
eso que hemos llamado el libro de la vida, donde está escrito todo lo que has hecho
y lo que no has hecho? ¿Saldrán a relucir ante todo el mundo los trapos sucios de
cada uno? ¿No es así como pensamos todavía nosotros en el Juicio Final?
Pues
esta idea no es de san Mateo, ni de Jesucristo, es una invención medieval, y no está
mal si se predica para impresionar. Sí, toda tu vida la conoce Dios, pero también
Dios olvida para siempre tu pecado con tu arrepentimiento. No saldrá nada de esto
que nos imaginamos. San Mateo es el que nos dice la medida que hemos de dar. ¿Y cuál
es esa medida? Y ahora san Mateo va a entrar a saco con todos los judíos y con muchos
judeo-cristianos que persisten después de 20 siglos de cristianismo. En el Juicio
Final Cristo llamará a cada uno y le dirá, tú a la derecha y tú a la izquierda. ¿Con
qué criterio? Pensamos que los de la derecha están ahí porque iban a misa, escuchaban
alguna charla de cristianismo, daban una limosna, cumplían con su deber familiar...
Y los de la izquierda están ahí porque no han creído en Dios, los ateos, los paganos...
Pues resulta que la medida de Cristo y de san Mateo no son las misas oídas,
ni las limosnas dadas, es... el Hombre. -Tuve hambre, ¿me diste de comer? ¿Sí? ¡A
la derecha! ¿No? ¡A la izquierda! ¿Cuál es el criterio de buen cristiano? Tu comportamiento
con el hombre. Lo mismo que decía San Juan: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda
sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”. ¿Nos damos cuenta
de cómo en el Juicio Final, donde no hay truco, san Mateo coloca al hombre en el centro?
Tuve hambre, ¿me diste de comer? ¿Sí o no? Y otros, colocados a la izquierda, tímidamente
levantan el dedo y dicen: Señor, ¿Tú anduviste predicando por las plazas y nosotros
comimos y bebimos contigo, y nos tienes a la izquierda? ¿Sabéis lo que es comer y
beber? La Eucaristía. Es decir, son los cristianos los que pueden decir esto: hemos
comido y bebido contigo… Y el Señor dirá: No os conozco. Lo que negasteis a mis hermanos
pequeños, a mí me lo negasteis. O sea, que la misa no vale si niegas un mendrugo de
pan. Esta es la Cristología de la que se puede hablar, sin cometer muchos errores,
la Cristo en el centro, como Dios y como hombre.