2005-12-07 17:04:51

Seguimos tus huellas


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10. Desde el hombre, hacia Dios
Ya comentamos la Primera carta de san Juan, donde nos decía que no se puede conocer a Dios si no es por el camino del amor. Pocos años después, san Clemente de Alejandría, hablando ya del conocimiento intelectual, también afirma que “Dios no puede ser aprehendido por ciencia demostrativa, porque ésta se basa en verdades previas y ya conocidas, pero nada es previo al que es in-engendrado. Sólo resta que el Desconocido -así le llama a Dios- llegue a conocerse por gracia divina y por la Palabra que de él procede”.


Esto es lo que llamábamos en la reflexión anterior “cristología ascendente y descendente”. Hablemos de Cristo, hombre verdadero y Dios verdadero, y desde su humanidad podremos saber qué quiere Dios del hombre. Uno de los pasajes del evangelio donde la enseñanza de Jesús nos habla del más allá, es en el evangelio de San Mateo, en el capítulo del Juicio Final. Este relato va dirigido con toda intención a los judíos de su tiempo. San Mateo era judío y escribía para una iglesia judaizante de mitad del siglo I, 30 ó 40 años después de la muerte de Cristo. Los judíos convertidos al cristianismo acosaban constantemente a San Mateo sobre cómo iba a ser el final y quién se iba a salvar, y el evangelista, cansado de impertinencias, les cuenta cómo será el Juicio Final. Para un judío el Juicio Final es el lugar donde no hay trampa ni cartón, no puedes engañar a nadie; allí topas con Dios y eres lo que eres, y lo que no eres no eres.


Bien, pues así comienza san Mateo el Juicio Final: "En aquel día, sobre las nubes del cielo, vendrá…”. Ya nos imaginamos que el Juez va a ser Dios. Sigamos el Evangelio: “En aquel día, sobre las nubes del cielo, vendrá el Hijo del Hombre...". Sorpresa: ¡el Hijo del Hombre! Es decir Jesús, el hombre perfecto, el hombre que da la talla total, ante el cual te colocas y dices: -¡Me veo pequeño! -¡Pues lo siento -dirá él-, al lugar de los pequeños! En cambio, si como hombre que eres, te colocas a su lado y eres capaz de decir: -Pues en cuanto hombre parece que doy la talla... Entonces podrás pasar.


Este es el mensaje sorprendente del Evangelio: la medida del hombre que se salva no es la perfección de Dios, sino la del hombre que lo ha sido de verdad o ha intentado serlo. Los judíos esperaban que el juez fuera Dios, sin embargo San Mateo dice que la medida de todo hombre es el Hijo del Hombre, y el que da la medida pasa, vive para siempre; el que no da la medida no pasa.


Todo esto, como digo, eran las expectativas judaicas. Los judíos se centraban en "Aquél día", y cuando Mateo les tiene bien colocados les cambia el juez, y les dice que será el Hijo del Hombre quien venga entre nubes y resplandores de majestad. ¿Y qué hará entonces este juez? ¿Sacará eso que hemos llamado el libro de la vida, donde está escrito todo lo que has hecho y lo que no has hecho? ¿Saldrán a relucir ante todo el mundo los trapos sucios de cada uno? ¿No es así como pensamos todavía nosotros en el Juicio Final?


Pues esta idea no es de san Mateo, ni de Jesucristo, es una invención medieval, y no está mal si se predica para impresionar. Sí, toda tu vida la conoce Dios, pero también Dios olvida para siempre tu pecado con tu arrepentimiento. No saldrá nada de esto que nos imaginamos. San Mateo es el que nos dice la medida que hemos de dar. ¿Y cuál es esa medida? Y ahora san Mateo va a entrar a saco con todos los judíos y con muchos judeo-cristianos que persisten después de 20 siglos de cristianismo. En el Juicio Final Cristo llamará a cada uno y le dirá, tú a la derecha y tú a la izquierda. ¿Con qué criterio? Pensamos que los de la derecha están ahí porque iban a misa, escuchaban alguna charla de cristianismo, daban una limosna, cumplían con su deber familiar... Y los de la izquierda están ahí porque no han creído en Dios, los ateos, los paganos...


Pues resulta que la medida de Cristo y de san Mateo no son las misas oídas, ni las limosnas dadas, es... el Hombre. -Tuve hambre, ¿me diste de comer? ¿Sí? ¡A la derecha! ¿No? ¡A la izquierda! ¿Cuál es el criterio de buen cristiano? Tu comportamiento con el hombre. Lo mismo que decía San Juan: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”. ¿Nos damos cuenta de cómo en el Juicio Final, donde no hay truco, san Mateo coloca al hombre en el centro? Tuve hambre, ¿me diste de comer? ¿Sí o no? Y otros, colocados a la izquierda, tímidamente levantan el dedo y dicen: Señor, ¿Tú anduviste predicando por las plazas y nosotros comimos y bebimos contigo, y nos tienes a la izquierda? ¿Sabéis lo que es comer y beber? La Eucaristía. Es decir, son los cristianos los que pueden decir esto: hemos comido y bebido contigo… Y el Señor dirá: No os conozco. Lo que negasteis a mis hermanos pequeños, a mí me lo negasteis. O sea, que la misa no vale si niegas un mendrugo de pan. Esta es la Cristología de la que se puede hablar, sin cometer muchos errores, la Cristo en el centro, como Dios y como hombre.








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