“El matrimonio es patrimonio de la humanidad”. Palabras del Papa a los presidentes
de las comisiones episcopales para la familia y la vida de América Latina
Sábado, 3 dic (RV).- A última hora de la mañana Benedicto XVI ha recibido a los participantes
en el Encuentro de Presidentes de Comisiones Episcopales para la Familia y la Vida
de América Latina promovido por el Pontificio Consejo para la Familia. Este ha sido
el discurso íntegro del Pontífice en español:
Queridos Hermanos
en el Episcopado:
1. Me complace recibiros con ocasión del Tercer Encuentro
de los Presidentes de las Comisiones Episcopales para la Familia y la Vida de América
Latina. Deseo expresar mi gratitud por las palabras que me ha dirigido el señor cardenal
Alfonso López Trujillo, Presidente del Consejo Pontificio para la Familia. Soy testigo,
junto con toda la Iglesia, de la solicitud con que el papa Juan Pablo II se entregó
a este tema tan importante. Por mi parte, asumo esta misma preocupación que afecta
en gran medida al futuro de la Iglesia y de los pueblos, ya que, como afirmaba mi
Predecesor en la Exhortación Apostólica Familiaris consortio, “¡el futuro de la humanidad
se fragua en la familia! Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre
de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la
familia”. Y añadía: “Corresponde también a los cristianos el deber de anunciar con
alegría y convicción la ‘buena nueva’ sobre la familia que tiene absoluta necesidad
de escuchar siempre de nuevo y de entender cada vez mejor las palabras auténticas
que le revelan su identidad, sus recursos interiores, la importancia de su misión
en la Ciudad de los hombres y en la de Dios” (nº 86). La mencionada Exhortación, junto
con la Carta a las Familias Gratissimam sane y la Encíclica Evangelium vitae constituyen
como un luminoso tríptico que debe inspirar vuestra tarea de Pastores.
2. Quiero
agradecer, de modo especial, vuestra solicitud pastoral en el intento por salvaguardar
los valores fundamentales del matrimonio y de la familia, amenazados por el fenómeno
actual de la secularización que impide a la conciencia social llegar a descubrir adecuadamente
la identidad y misión de la institución familiar, y últimamente por la presión de
leyes injustas que desconocen los derechos fundamentales de la misma. Frente a
esta situación, contemplo con complacencia cómo crece y se consolida la labor de las
Iglesias particulares en favor de esta institución humana, que hunde sus raíces en
el designio amoroso de Dios y representa el modelo insustituible para el bien común
de la humanidad. Son muchísimos los hogares que dan una respuesta generosa al Señor,
y, además, abundan las experiencias pastorales, signo de una nueva vitalidad, en las
que, a través de una mejor preparación para el matrimonio, se fortalece la identidad
de la familia.
3. Vuestro deber de Pastores es presentar en toda su riqueza
el valor extraordinario del matrimonio que, como institución natural, es “patrimonio
de la humanidad”. Por otra parte, su elevación a la altísima dignidad de sacramento
debe ser contemplada con gratitud y estupor, como ya lo expresé recientemente al afirmar
que “el valor de sacramento que el matrimonio asume en Cristo significa, por tanto,
que el don de la creación fue elevado a gracia de redención. La gracia de Cristo no
se añade desde fuera a la naturaleza del hombre, no le hace violencia, sino que la
libera y la restaura, precisamente al elevarla más allá de sus propios límites” (Discurso
en la Ceremonia de Apertura de la Asamblea Eclesial de la Diócesis de Roma, 6 junio
2005).
4. El amor y la entrega total de los esposos, con sus notas peculiares
de exclusividad, fidelidad, permanencia en el tiempo y apertura a la vida, está en
la base de esa comunidad de vida y amor que es el matrimonio (cf. GS 48). Hoy es preciso
anunciar con renovado entusiasmo que el evangelio de la familia es un camino de realización
humana y espiritual, con la certeza de que el Señor está siempre presente con su gracia.
Este anuncio a menudo es desfigurado por falsas concepciones del matrimonio y de la
familia que no respetan el proyecto originario de Dios. En este sentido, se han llegado
a proponer nuevas formas de matrimonio, algunas de ellas desconocidas en las culturas
de los pueblos, en las que se altera su naturaleza específica. También en el ámbito
de la vida están surgiendo nuevos planteamientos que ponen en tela de juicio este
derecho fundamental. Como consecuencia, se facilita la eliminación del embrión o su
uso arbitrario en aras del progreso de la ciencia que, al no reconocer sus propios
límites y no aceptar todos los principios morales que permiten salvaguardar la dignidad
de la persona, se convierte en una amenaza para el ser humano mismo, quedando reducido
a un objeto o a un mero instrumento. Cuando se llega a estos niveles se resiente la
misma sociedad y se estremecen sus fundamentos con toda clase de riesgos.
5. En
América Latina, como en todas partes, los hijos tienen el derecho de nacer y crecer
en el seno de una familia fundada sobre el matrimonio, donde los padres sean los primeros
educadores de la fe de sus hijos, y éstos puedan alcanzar su plena madurez humana
y espiritual. Verdaderamente, los hijos son la mayor riqueza y el bien más preciado
de la familia. Por eso es necesario ayudar a todas las personas a tomar conciencia
del mal intrínseco del crimen del aborto que, al atentar contra la vida humana en
su inicio, es también una agresión contra la sociedad misma. De ahí que los políticos
y legisladores, como servidores del bien social, tienen el deber de defender el derecho
fundamental a la vida, fruto del amor de Dios.
6. Es indudable que para la
acción pastoral, en una materia tan delicada y compleja, y en la que intervienen diversas
disciplinas y se tratan cuestiones tan fundamentales, se requiere una cuidadosa preparación
de los Agentes pastorales en las Diócesis. Así, los sacerdotes, como colaboradores
inmediatos de los Obispos, han de poder recibir una sólida preparación en este campo,
que les permita afrontar con competencia y convicción la problemática suscitada en
su labor pastoral. En cuanto a los laicos, sobre todo los que dedican sus energías
a este servicio de las familias, necesitan también una válida y elevada formación
que les ayude a testimoniar la grandeza y el valor permanente del matrimonio en la
sociedad actual.
7. Queridos Hermanos: como bien sabéis, está ya próximo el
V Encuentro Mundial de las Familias, en Valencia, España, y que tendrá como tema:
La transmisión de la fe en familia. A este respecto, deseo expresar mi cordial saludo
al Arzobispo de aquella ciudad, Mons. Agustín García-Gasco, el cual participa en este
Encuentro y que, con el Consejo Pontificio para la Familia, lleva a cabo la ardua
tarea de su preparación. Os animo a todos para que numerosas delegaciones de las Conferencias
Episcopales, Diócesis y Movimientos de América Latina, puedan participar en tan importante
evento eclesial. Por mi parte, apoyo decididamente la celebración de este Encuentro
y lo pongo bajo la amorosa protección de la Sagrada Familia. A vosotros, queridos
Pastores, y a todas las familias de América Latina imparto de corazón mi Bendición
Apostólica.