Audiencia general: el Papa elogia el compromiso del Movimiento por la Vida en la prevención
del aborto voluntario, colaborando “a escribir páginas de esperanza para el futuro
de la humanidad”
Miércoles, 16 nov (RV).- Benedicto XVI ha agradecido la valiente actividad del Movimiento
por la Vida promoviendo y defendiendo el derecho a la vida y la dignidad de toda persona
humana desde su concepción hasta su muerte natural. “Comprometiéndoos en la prevención
del aborto voluntario, con una atenta acción de ayuda para las mujeres y las familias
-ha explicado-, colaboráis a escribir páginas de esperanza para el futuro de la humanidad,
proclamando de manera concreta el “Evangelio de la Vida”. El Papa también ha recomendó
a los fieles que "no hagan una distinción entre la economía y el mercado de la solidaridad,
contribuyendo siempre al crecimiento social".
Este miércoles, Benedicto XVI
ha celebrado la Audiencia General en la Plaza de san Pedro para más de 20 mil peregrinos
procedentes de los cinco continentes. En su catequesis, el Papa ha reflexionado sobre
el Salmo 135, “Himno de acción de gracias por la salvación realizada por Dios”. Nuestra
reflexión vuelve sobre el himno de alabanza de este salmo que la Liturgia de las
Vísperas propone en dos etapas sucesivas, siguiendo una específica distinción que
la composición ofrece a nivel temático. En efecto, ha manifestado el Santo Padre,
la celebración de las obras del Señor se delinea entre dos ambientes, el del espacio
y el del tiempo”.
En la escena de la primera parte, ha manifestado Benedicto
XVI, están los actos divinos presentes en la creación que han dado origen a las maravillas
de la Creación. En esta parte del Salmo se proclama la fe en Dios creador, que se
revela por medio de sus criaturas cósmicas. Ahora, en cambio, en esta segunda parte,
el alegre canto del salmista, llamado en la tradición judía “el gran Hallel”, nos
conduce a un horizonte diverso, el de la historia. Desfilan, de esta forma, ante el
orante las acciones liberadoras del Señor que tienen su punto central en el evento
fundamental del éxodo de Egipto. Y ello está profundamente conectado con el doloroso
viaje por el desierto del Sinaí, que tiene como último objetivo la tierra prometida.
El
célebre pasaje a través del Mar Rojo, “dividido en dos partes”, hace nacer al pueblo
libre y llamado a una misión y a un destino glorioso, que tendrá su relectura cristiana
en la plena liberación del mal con la gracia bautismal. Se abre después el itinerario
a través del desierto: allí el Señor viene simbolizado como un guerrero que, prosiguiendo
la obra de la liberación iniciada en la travesía del Mar Rojo, se une en defensa de
su pueblo castigando a sus adversarios. Desierto y mar representan, entonces, el pasaje
a través del mal y de la opresión para recibir el don de la libertad y de la tierra
prometida.
Al final, el Salmo se asoma sobre el pueblo que la Biblia exalta
de manera entusiasta como “tierra fértil: tierra de torrentes, de fuentes y de aguas
subterráneas, tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de
olivares; de aceite y miel, tierra donde el pan que comas no será racionado y donde
no carecerás de nada; tierra donde las pierdas tienen hierro y de cuyas montañas extraerás
el bronce” (Dt 8,79)
Esta celebración enfática, que va mucho más allá de la
realidad, quiere exaltar el don divino. Un don, ha dicho Benedicto XVI, que permite
al pueblo ser libre, un don que nace – como se repite en la antífona de cada verso
– del Hesed del Señor, es decir de su “misericordia”, de su fidelidad por el compromiso
adquirido en la alianza con Israel, de su amor que continúa a desvelarse a través
del recuerdo. En el tiempo de la “humillación”, es decir, de las sucesivas pruebas
y opresiones, Israel descubrirá siempre la mano salvadora del Dios de la libertad
y del amor.
En el Salmo 135 se entrelazan, por lo tanto, dos modalidades de
la única Revelación divina, la cósmica y la histórica. El Señor, ciertamente trasciende
como creador y árbitro del ser; pero también está cerca de sus criaturas, entrando
en el espacio y en el tiempo. Es más, su presencia en medio de nosotros alcanza su
ápice en la Encarnación de Cristo. Es esto, ha dicho finalizado su catequesis Benedicto
XVI, lo que la relectura cristiana del Salmo proclama de manera límpida, como lo atestiguan
los Padres de la Iglesia, que ven el culmen de la historia de la salvación y el signo
supremo del amor misericordioso del Padre con el don del Hijo, como salvador y redentor
de la humanidad.
De esta manera, san Cipriano, iniciando su tratado sobre
“Las obras de caridad y de limosna” contempla con estupor las obras que Dios ha realizado
en Cristo su Hijo a favor de su pueblo, perseverando en un apasionado reconocimiento
de su misericordia.
Después de haber leído el comentario de san Cipriano al
salmo 135, Benedicto XVI ha afirmado que este doctor de la Iglesia ha expuesto los
beneficios que Dios nos ha hecho: el verdadero don, el don del Hijo, el don de la
Encarnación, a través del cual Dios se nos ha dado y permanece con nosotros en la
Eucaristía y en su Palabra, cada día hasta el fin de la historia. “El peligro del
hombre, es que nuestra memoria del mal sufrido -ha subrayado el Papa- es mas fuerte
que la memoria del bien. El Salmo sirve -ha añadido el Pontífice- para despertar en
nosotros también la memoria del bien, el bien supremo que Dios ha hecho y hace por
nosotros.
Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo Padre
en español para los peregrinos que han participado en la audiencia:
Queridos hermanos
y hermanas: El Salmo de hoy proclama la presencia del Señor en la historia de
la salvación. Con las pruebas del desierto, que representan el mal y la opresión,
el pueblo de Israel, a través del paso del Mar Rojo, recibe el don de la libertad
y de la tierra prometida, descubriendo la mano liberadora del Dios del amor. Se entrelazan
así dos modalidades de la única Revelación divina: la cósmica y la histórica. El Señor
es trascendente, pero también cercano a sus criaturas.
La relectura cristiana
del Salmo indica claramente que la presencia de Dios entre nosotros alcanza su culmen
en la Encarnación de Cristo. Así lo testifican los Padres de la Iglesia, que ven el
vértice de la historia de la salvación y la señal suprema del amor misericordioso
de Dios Padre en el don de su Hijo: Cristo salvador y redentor, que se humilló para
levantarnos, se hizo esclavo para conducirnos a la libertad y aceptó morir para ofrecernos
la inmortalidad.
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en
particular a los de la Parroquia Santiago Apóstol del Álamo de Madrid, así como a
los de la Arquidiócesis de Guadalajara y de la Comunidad Apostólica de María siempre
Virgen de México, a los de Antofagasta de Chile y otros países latinoamericanos. Saludo
también a la Asociación de Sordociegos de España. Proclamad que Dios Padre ha enviado
a su Hijo para darnos nueva vida y redimirnos. Él nos libera de todo mal con la gracia
del bautismo.
El Santo Padre saludando en italiano a los representantes de
la Confederación italiana del comercio, les ha deseado que sus empresas, trabajen
de manera que no se disocie jamás la economía y el mercado de la solidaridad, para
que contribuyan cada vez más al crecimiento social de Italia. Y dirigiéndose a los
delegados del Movimiento por la Vida, les ha agradecido su valiente actividad en el
promover y defender el derecho a la vida y la dignidad de toda persona humana desde
su concepción hasta su muerte natural. “Comprometiéndoos en la prevención del aborto
voluntario, con una atenta acción de ayuda para las mujeres y las familias, -ha explicado-
colaboráis a escribir páginas de esperanza para el futuro de la humanidad, proclamando
de manera concreta el “Evangelio de la Vida”.
Como siempre Benedicto XVI después
de haber saludado en varias lenguas se ha dirigido a los jóvenes a los enfermos y
a los recién casados. “Con el ejemplo de santa Margarita de Escocia y de santa Gertrudis,
de las que hoy celebramos la memoria, buscad siempre en Jesús la luz y el apoyo para
cualquier opción que toméis en vuestra vida cotidiana”.