40º aniversario de Nostra Aetate, una declaración conciliar que abrió una nueva era
de relaciones con el pueblo judío y ofreció las bases de un diálogo teológico sincero
Viernes, 28 oct (RV).- La declaración conciliar Nostra Aetate abrió una nueva era
de relaciones con el pueblo judío y ofreció las bases de un diálogo teológico sincero”.
De esta forma subrayaba el Papa la importancia de Nostra Aetate, en un mensaje leído
ayer durante en el acto conmemorativo del 40 aniversario de su promulgación, celebrado
ayer por la tarde en el palacio de la Cancillería de Roma.
Con motivo del
40 aniversario de la promulgación de Nostra Aetate, Benedicto XVI ha subrayado la
importancia de esta celebración en su mensaje al presidente de la Comisión de la Santa
Sede para las relaciones religiosas con el judaísmo.
Un aniversario por el
que tenemos que dar gracias a Dios, escribe el Papa, «por el testimonio de todos aquellos
que, a pesar de una complicada y a menudo dolorosa historia, y de forma especial después
de la trágica experiencia de la Shoá, que fue inspirada por una ideología neopagana
racista, han trabajado con valentía por promover la reconciliación y fomentar la comprensión
entre cristianos y judíos».
“Nostra Aetate acentúa además la necesidad de superar
los prejuicios pasados, equivocaciones, la indiferencia y el lenguaje del desdén y
la hostilidad”. En el contexto de las fructíferas relaciones entre la Iglesia y el
pueblo judío, el Santo Padre reafirma su firme determinación de seguir los pasos de
su predecesor Juan Pablo II, como lo ha venido haciendo desde el inicio de su Pontificado
y como se ha concretado de forma particular en su reciente visita a la Sinagoga en
Colonia.
Benedicto XVI manifiesta además su esperanza en que «tanto en el diálogo
teológico como en la colaboración cotidiana los cristianos y los judíos ofrezcan un
testimonio compartido aún más convincente del único Dios y de sus mandamientos, de
la santidad de vida, de la promoción de la dignidad humana, de los derechos de la
familia y de la necesidad de edificar un mundo de justicia, reconciliación y paz para
las futuras generaciones».
El cardenal Walter Kasper, presidente de la Comisión
de la Santa Sede para las relaciones religiosas con el Judaísmo, fue el encargado
de leer este mensaje del Pontífice, en el acto conmemorativo del 40 aniversario de
la promulgación de la declaración conciliar Nostra Aetate, celebrado ayer por la tarde
en el palacio de la Cancillería de Roma.
Introdujo la reflexión el cardenal
Kasper. Luego, el rabino David Rosen del Comité Judío Americano, por parte judía,
y el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo emérito de Paris, por parte católica,
hicieron un balance del diálogo judeocristiano en los últimos decenios con indicaciones
a cerca de las perspectivas futuras.
“Cuarenta años son una medida bíblica,
que en nuestro caso -dijo en su discurso el cardenal Kasper-, ha significado un camino
fatigoso, no fácil, pero que Dios ha acompañado, sostenido y bendecido. Hoy celebramos
estos 40 años transcurridos desde la memorable promulgación de un Documento que, como
pocos otros, ha cambiado una historia bimilenaria compleja, atormentada, difícil y
dolorosa”.
“Celebramos una Declaración que constituye el inicio de un inicio
del proceso de reconciliación y de paz entre judíos y cristianos, sobre todo entre
hebreos y católicos, un camino, que en verdad, es todavía distante de la tierra prometida;
un camino largo en el cual permanecen obstáculos, malentendidos y sospechas que tenemos
que superar, heridas que tenemos que restañar, pero advertimos el deber de una purificación
de la memoria para el trámite de un continuo proceso de conversión”.
El cardenal
Kasper en su discurso puso de manifiesto que la promulgación de la declaración conciliar
Nostra Aetate, que en estos últimos 40 años ha guiado el progreso de las relaciones
entre la Iglesia católica y el Judaísmo ha sido portadora de “grandes frutos” porque
ha significado un verdadero cambio en esta relación, de la cual el papa Juan Pablo
II fue un verdadero artífice''. Y por otro lado es un documento del Vaticano II que
contiene dos mensajes importantes: un “no” decisivo al antisemitismo y al anti judaísmo
de cualquier tipo, y un “sí'' a las raíces cristianas, a las raíces judías del cristianismo.