Nos hacíamos la pregunta sobre qué es religión, y hablábamos
de “religación”, de esa, llamémosle “cuerda”, que une al hombre con Dios. Como Dios
ya está unido consigo mismo, no podemos decir que Dios tenga religión alguna. Dios
es Uno, Dios y Padre de todas las religiones.
Por tanto, el único ser que
puede tener religión y creer es el hombre. Dios no tiene fe, ni esperanza, es AMOR.
Somos nosotros los que, según culturas y épocas de la humanidad, tenemos religiones
distintas, dioses distintos. Y esto tiene unas consecuencias muy importantes para
la enseñanza o aprendizaje de una experiencia de fe, que es de lo que vamos a hablar
hoy. “La fe como acto de libertad”
A nosotros, los cristianos, se nos ha hablado
del Único Dios verdadero, que bajó del cielo y se encarnó en Jesucristo, nacido de
la Virgen María... Esto es lo que confesamos en el Credo. Después se nos dice qué
es la Iglesia, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la Resurrección
de los muertos, y por fin lo que debe hacer el hombre si quiere alcanzar la Vida Eterna.
Toda esta doctrina se nos enseñaba en el catecismo para que la aprendiéramos
de memoria, y en la mayoría de los casos, sin entender lo que decíamos. Hablar de
Dios así es no tener en cuenta que quien recibe el mensaje es una persona, libre,
que ha de recibir el mensaje en libertad, para que una vez aceptado pueda convertirse
en creyente.
Dos cosas, por tanto: la primera, que uno no nace creyente, aunque
le bauticemos a los ocho días nacer, sino que nos hacemos creyentes. Y otra, bastante
más seria: ¿que uno puede ser muy religioso y no ser creyente? ¿Qué la RELIGIÓN es
una cosa y la FE otra?
Una cosa es la religión y otra la fe. Yo diría que
este es el reto para el cristiano del siglo XXI. Hemos crecido en la religión católica,
porque nuestros padres eran católicos, pero en muchos casos ha sido una religión sin
raíces, como una casa construida sobre arena. Y así, hoy muchos católicos han abandonado
su religión.
Es Jesús quien lo dice muy claro en el Evangelio: vinieron los
vientos, cayó un temporal, y la casa se derrumbó, ¡y que ruina tan grande! De esto
se trata, pasar de una religión de superficie a una religión de adhesión. Para que
la religión sea auténtica religión debe haber una respuesta del hombre desde las profundidades
de su ser. O la religión invade las bodegas del hombre o no es religión.
Hay
que admitir que existe mucha farsa en las religiones, y también en el cristianismo.
Quiero decir, bueno, ya me entiendes… Si queremos una renovación del cristianismo,
no basta con reformar la liturgia o las prácticas religiosas, hay que reformar el
corazón.
Cuando Dios entra en lo hondo del hombre, se posesiona del ser, y
entonces: ¡Bendito sea él!, porque si Dios se posesiona del ser, automáticamente nos
diviniza, nos endiosa, y como Dios es infinito e inmortal, el hombre, cogido de raíz
por Dios, comienza a crecer en inmortalidad.
Pensemos en la educación cristiana
de nuestros hijos, o incluso de los adultos. Hoy, gracias a Dios ya no sentamos delante
al niño o al adulto y sin más preámbulos le inyectamos doctrina sobre Dios. Esto no
se puede hacer, es inhumano, porque Dios es totalmente respetuoso con la libertad
humana.
“Mi yugo es suave y mi carga ligera”, decía Jesús. Por tanto, lo primero
es preguntarse cómo puedo ayudar a mi hijo, a mi hermano, para que Dios le nazca dentro,
en la raíz de su persona. La forma que Dios tiene de hablar es actuando y, cuando
actúa, no lo hace en la superficie del hombre, sino en la profundidad de cada uno,
en la personalidad irrepetible de cada uno. ¿Quién es por tanto un hombre para coger
a Dios y metérselo a otro en forma de doctrina, de costumbres, o de cualquier otra
manera?
Hay un hecho preocupante en la religiosidad de nuestros días. ¿Por
qué hoy la gente pasa de Dios?
Posiblemente, una de las causas del ateísmo
actual esté en esa forma indiscriminada e impersonal de hacer catequesis. Dios es
el de siempre y sin embargo la gente de hoy, tan tranquila, pasa de Dios. ¿Por qué?
Porque el Dios que les hemos enseñado es un Dios que no interesa. ¿Se puede pasar
de Dios? No, de Dios no se puede pasar, lo necesitamos como la vida misma. Lo que
sucede es que a veces no ha llegado a nuestro corazón, si le conociéramos, no pasaríamos.
El problema de la religión y de la fe cristiana es el de una buena catequesis,
para que el hombre le busque sinceramente, y desde su interior, según lo que puede
entender y recibir. Pero que él se sienta libre en su respuesta de fe. ¿Pero cómo
se lo podremos decir al hombre? ¿Cómo podremos hablar de Dios hoy?
Este será
el tema del próximo día.
Siguiendo las HUELLAS. El hombre no es más que una
huella, pero una huella hecha a imagen de Dios en la tierra