2005-10-26 16:34:09

Audiencia general: “La cruz de Cristo nos ayuda a entender el significado del sufrimiento y del dolor”. Palabras de aliento del Papa para niños enfermos de cáncer y víctimas de catástrofes naturales


Miércoles, 26 oct (RV).- “La cruz de Cristo nos ayuda a entender el significo del sufrimiento y del dolor”. Eran las palabras del Papa al final de la Audiencia General saludando a los niños de la Fundación Ciudad de la Esperanza de Padua, que cura a pequeños enfermos de cáncer. Este miércoles comentando el himno de la carta a los Filipenses, el Papa ha señalado en su catequesis cómo “el proyecto de salvación se realiza en Cristo, y los fieles son invitados a proclamarlo y a vivir los frutos de la redención”. Además el Santo Padre ha tenido un pensamiento especial para las víctimas de terremotos, huracanes y calamidades naturales. “Que no les falte nunca a estas poblaciones el apoyo material y espiritual”.

Este miércoles, Benedicto XVI en su catequesis de la Audiencia General ha reflexionado sobre el Himno, Cristo, Siervo de Dios, de la Carta de San Pablo a los Filipenses, que se reza en las primeras vísperas del Domingo de la Cuarta semana. En la audiencia presidida por el Santo Padre han participado más de 50 mil peregrinos procedentes de todo el mundo.

“Una vez más, siguiendo el camino propuesto por la Liturgia de las Vísperas con los varios Salmos y Cánticos -ha manifestado el Papa- hemos escuchado resonar, de manera admirable y esencial, este himno engarzado por san Pablo en la Carta a los Filipenses”, cuyo texto comprende un doble movimiento: descendente y ascendente. En el primero, Cristo Jesús, decide descender desde “el esplendor de la divinidad que le pertenece por naturaleza hasta la humillación de la muerte de cruz”. De esta manera se manifiesta como verdadero hombre y nuestro redentor, con una auténtica y plena participación en nuestra realidad de dolor y de muerte.

El segundo movimiento, el de la ascensión, revela la gloria pascual de Cristo que, después de la muerte, se manifiesta de nuevo en el esplendor de su majestad divina. “El Padre, que había acogido el acto de obediencia del Hijo en la Encarnación y en la Pasión, -ha recordado Benedicto XVI- ahora lo ‘exalta’ de manera “sobre eminente”, como dice el texto griego. En el lenguaje bíblico el “nombre” indica la verdadera esencia y la específica función de una persona, de la que manifiesta la realidad íntima y profunda. Al hijo, que por amor se ha humillado en la muerte, el Padre le confiere una dignidad incomparable, el “Nombre” más excelso, el de “Señor”, nombre propio de Dios mismo.

“En efecto, la proclamación de fe, entonada de forma coral desde el cielo, la tierra y los infiernos, postrados en adoración, es clara y explícita: “Jesucristo es el Señor”, ha señalado Benedicto XVI. En este himno la referencia al escándalo de la cruz, y la verdadera humanidad del Verbo hecho carne, se entrelaza y culmina con el evento de la resurrección. A la obediencia del sacrificio del Hijo, sigue la respuesta glorificante del Padre, a la que se une la adoración por parte de la humanidad y de lo creado. La singularidad de Cristo emerge de su función de Señor del mundo redimido, que le ha sido confiada por su obediencia perfecta “hasta la muerte”.

El proyecto de salvación tiene en el Hijo su pleno cumplimiento y los fieles son invitados, sobre todo en la liturgia, a proclamarlo y a vivir sus frutos. Esta es la meta a la que nos conduce el himno cristológico que desde hace siglos la Iglesia medita, canta y considera como guía de vida: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. Benedicto XVI ha finalizado su catequesis en italiano confiándose a la meditación que san Gregorio Nacianceno ha tejido sabiamente sobre este himno.

Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua presentes en la Plaza de san Pedro: RealAudioMP3

Queridos hermanos y hermanas:
El himno que hemos escuchado, tomado de la carta a los Filipenses, presenta a Cristo que pasa del esplendor de su naturaleza divina a la humillación de la “muerte de cruz”. Así se manifiesta también como verdadero hombre y redentor nuestro, participando de manera auténtica y plena de nuestra realidad de dolor y muerte.

 
A la obediencia perfecta del Hijo corresponde la acción glorificadora del Padre, que le confiere una dignidad incomparable, el “Nombre” más excelso, el de “Señor”, que es propio de Dios mismo. Por una parte, la humanidad y la creación entera le rinden homenaje por su señorío universal; por otra, la aclamación de fe reconoce a Cristo su condición divina por lo cual es digno de adoración. Así, pues, el proyecto de salvación se realiza en Cristo, y los fieles son invitados, sobre todo en la liturgia, a proclamarlo y a vivir los frutos de la redención.

 
Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española, en particular a los peregrinos de la diócesis de León y a los de la Hospitalidad de Lourdes, de Toledo, así como a los grupos parroquiales y escolares de España. Saludo también a los peregrinos de Chile, México, Venezuela y de otros Países latinoamericanos. Con san Pablo os exhorto: “Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús” (Flp 2,5).Muchas gracias.

Como siempre el Santo Padre, tras saludar en varias lenguas se ha dirigido a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Un pensamiento dirijo de manera particular a los enfermos, tan numerosos en este encuentro, particularmente al abundante grupo de niños de la “Ciudad de la esperanza” de Padua. Una fundación creada para luchar contra los tumores, en particular en la edad infantil. “Como hemos escuchado en la catequesis, la cruz de Cristo nos hace comprender el verdadero significado del sufrimiento y del dolor. Uníos espiritualmente a Jesús Crucificado y abandonaos con confianza en las manos de María, invocándola incesantemente con el Rosario.

Está por concluir el mes de octubre, mes dedicado al Santo Rosario. Os invito a rezar con devoción esta oración querida por la tradición del pueblo cristiano. Recemos por tantas necesidades de la Iglesia y del mundo, de manera especial por las poblaciones afectadas por el terremoto y las calamidades físicas y ambientales. Que jamás les falte, a los que se encuentran en dificultas, nuestra ayuda espiritual y material.







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